¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.
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miércoles, 27 de abril de 2011

María, la madre de Jesús


Mujeres en la Biblia


María de Nazaret, la madre de Jesús, estará en el centro de esta última entrega de la serie "Mujeres en la Biblia. Las características de esta mujer única eran una fe infantil incondicional, una confianza ilimitada y la total dedicación a Dios. Como madre del Mesías anunciado estaba tan cerca de Él como ninguna otra persona, aunque no siempre comprendía lo que él hacía. Como madre sufrió su muerte en la cruz y se quedó con Jesús hasta que su encargo en la tierra se hubo cumplido. Finalmente la encontramos entre los creyentes y los Apóstoles de Jesús, que en Pentecostés experimentaron el derramamiento del Espíritu Santo.


En Mateo encontraremos una primera referencia a María en el árbol genealógico de Jesús (Mateo 1:16)). Pero solo Lucas describió el encuentro de María con el ángel Gabriel que le anuncia el nacimiento de su hijo.
Lucas describe la reacción de la joven cuando el ángel la saluda: "¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo." "Mas ella, cuando le vio se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta." Del ángel supo: concebiría un hijo y que lo daría a luz, que debía llamar Jesús (Salvador) a este hijo, que Jesús sería poderoso y el Hijo de Dios, que su reinado sobre la casa de Jacob, es decir Israel, sería para siempre, y que su reinado no tendría fin. María sólo preguntó por curiosidad, no porque dudase: "¿Cómo será esto? Pues no conozco varón". Por cierto que las preguntas que no se planteó probablemente sean las más interesantes, como: "¿Qué pensará José de esto?" "¿Aún así se casará conmigo?" "¿Qué dirá la gente cuando se entere de mi embarazo a pesar de que no estoy casada?" El ángel contestó: " El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual el Santo ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios." Su respuesta a ello fue expresión de su fe incondicional en el carácter poderoso del Señor, pero también de su profunda humildad y su disposición a entregarse plenamente en manos del Señor: "He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (comparar con Lucas 1: 26-38). La Santa Escritura nada dice sobre como María procesó el anuncio del ángel Gabriel. Visitó a su pariente Elisabet, la madre (de Juan el Bautista), quien recibió a María pronunciando las siguientes palabras: "Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mi, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre..." Que María realmente había comprendido toda la dimensión y la importancia de lo que se le había anunciado, queda expresado en su canto de alabanza, que comienza con las siguientes palabras: "Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva. Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Todo Poderoso; Santo en su nombre" (Lucas 1:46- 49). María se quedó durante tres meses con Elisabeht que en este tiempo probablemente le ayudara a comprender lo que de pronto había ocurrido en su vida.

José y María
En aquél entonces María tenía unos 13 años y había sido prometida a José, un carpintero. Sobre la relación entre ambos casi no hay información. Según la tradición de entonces, José probablemente fuese un poco mayor que María, ya que de hecho era habitual que las jóvenes se comprometiesen con hombres mayores que estuvieran en condiciones de mantener una familia. En el capítulo primero de su Evangelio, Mateo describió las sensaciones de José después de que se enteró que María esperaba un niño. Era un hombre creyente, que no quería que su prometida fuese públicamente avergonzada. Pensó en abandonarla en secreto. Entonces, un ángel del Señor le dijo en sueños: "José hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta cuando dijo (Isaías (7:14):  "he aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel", que traducido es: Dios con nosotros (Mateo 1:18-23). Sucedido esto, José permaneció con María. Juntos se ocuparon del niño después de que este naciera en Belén. Cuando a su pequeño hijo amenazaba el peligro de los perseguidores enviados por Herodes, José llevó a María y a Jesús, guiados por ángeles, primero a Egipto y después de muerto Herodes los trajo de regreso a Nazaret (comparar con Mateo 2:13-15). Del matrimonio entre María y José nacieron otros hijos. Mateo menciona a cuatro hermanos de Jesús: Jacobo, José, Simón y Judas y un número impreciso de hermanas
(comparar con Mateo 13:55; Juan 7:3-5).

María y Jesús
  Mateo y principalmente Lucas, relatan sucesos especiales en conexión con el nacimiento de Jesús: los pastores que salieron en busca de María y José y que luego adoraron al niño, contaron acerca del anuncio del ángel y de lo sucedido en el cielo y en los campos de Belén. María conservó todas estas palabras y las movilizó en su corazón(comparar con Lucas 2:8-19). Cuando transcurrido cierto tiempo, los sabios de Oriente encontraron a la pequeña familia, que en aquél momento todavía permanecía en Belén, no solo trajeron regalos, sino que adoraron a Jesús como rey. Finalizado el tiempo prescrito (comparar con Levítico 12), José y María presentaron a su hijo primogénito en el Templo. En ese momento Simeón y Juana reconocieron al anunciado Mesías y Salvador del mundo. Después, la Santa Escritura menciona pocos aspectos de la infancia de Jesús y la relación entre María y Jesús. De ello se puede derivar que Jesús creció como un niño normal, quizá tan normal que María no siempre era consciente de la particularidad de su hijo. Lucas nos ofrece un panorama de la situación que en cierto modo es característico de la relación entre María y Jesús. Jesús tenía doce años cuando se le permitió acompañar a sus padres en un viaje a Jerusalén para festejar la Pascua. Allí sorprendió a los eruditos con su conocimiento sobre las Escrituras y con las preguntas que hizo. Pues sí, estaba tan compenetrado en las conversaciones con los doctores de la ley que no extrañó a sus padres y permaneció en Jerusalén sin que lo  supieran. Después de tres días, María y José finalmente encontraron a su hijo en el Templo, María le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia". María no comprendió el profundo sentido de la respuesta de su hijo de doce años: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi padre me es necesario estar?" (Lucas 2:49). Mientras Jesús sabía exactamente quién era y que encargo tenía, María no era tan consciente (o por lo menos ya no lo era). Lucas cierra con las siguientes palabras: "Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón".
La vida cotidiana de María seguramente no se diferenciaba de la vida de otras mujeres de su época, que se tenían que ocupar de una familia que crecía. Molía cereal, cocinaba hilaba, fabricaba ropa, se ocupaba de los niños. Pero aún ante todo este trabajo, es probable que las palabras de su hijo mayor y los datos sobre su encargo especial
volvieran a pasar una y otra vez por su mente. 

Nuevas funciones para María
 Después del bautismo de Jesús a través de Juan en el Jordán y de comenzar su activar, el papel de María en la familia cambió rotundamente. En el ínterin, sus hijos ya eran adultos, se habían hecho cargo del oficio de carpintero de su padre y se ocupaban de su madre y de las hermanas menores. se presume que José muriera antes del activar público de Jesús, porque en Marcos 6:3 leemos que algunos vecinos de Nazaret decían sobre Jesús: "¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?" Como Hijo mayor de José,  Jesús había aprendido el oficio de éste y después de su muerte pasó a ser "el carpintero". La enorme fe con que María miraba a su hijo queda clara en el ejemplo de las bodas de Caná. Ya no quedaba vino y María comentó esto a Jesús. Su respuesta fue: "¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora". Estas palabras seguramente la conmocionaron. Las palabras originales probablemente resalten con mayor claridad el fino sentido de esta expresión, ya que Jesús se dirigió a su madre con la palabra "mujer". Tanto este término, como la forma hebrea de hablar con la cual se rechaza que un tercero se dirija a la persona, o mejor dicho con las cuales se lo reprende, habían sido duras con María. Aún así instruyó a los siervos para que hicieran lo que Jesús les encargaría hacer (comparar con Juan 2: 1-10). A medida que transcurría el tiempo, a María se le hacía cada vez más difícil comprender el accionar de su Hijo y al mismo tiempo comprobar que no podía influir de manera alguna en él. Qué amargo le debe haber sido cuando él se distanció de ella y de sus hermanos, con palabras que deben haberles dolido, Marcos describe la situación en la cual María y los hermanos de Jesús se encontraban delante de una casa en la cual Jesús enseñaba. Querían hablar con Él, "quedándose afuera, enviaron a llamarle. Y la gente que estaba sentada alrededor le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre" (Marcos 3:31-35).
A pesar de todo, María seguramente buscó la proximidad de Jesús toda vez que fue posible. Pero en virtud de su caminar a través del país y de la actividad de enseñanza, estos encuentros debieron ser escasos. Lucas no cuenta a la madre de Jesús como acompañante permanente del Señor (comparar con Lucas 8:1-3). Se sabe con seguridad que María estaba en Jerusalén cuando su hijo fue apresado y condenado. Con otras mujeres estuvo presente en la crucifixión de Jesús al pie de la cruz. ¿Que debe haber sentido cuando su hijo se dirigió a ella en los últimos instantes de su vida y le dijo: "Mujer, he ahí tu hijo": Y a Juan, que estaba parado al lado de ella:
 "he ahí tu madre"(Juan 19:26, 27). A partir de ese día, Juan llevó a María con él.
Después de la resurrección de Jesús, que para María, echo una luz completamente nueva sobre la vida de su hijo y que dilucidó completamente su esencia divina, en Él reconoció al Mesías anunciado. Y, en definitiva, esto también puede deducirse del hecho de que permaneció en la comunión de los discípulos de Jesús y de los Apóstoles. María, la madre, de Jesús es mencionada por última vez en Hechos 1:4. En esa ocasión experimentó el derramamiento del Espíritu Santo en el seno de los discípulos
y de una comunidad creyente. 
  La Santa Escritura no ofrece información sobre el resto de su vida y su muerte. Tampoco los patriarcas de la Iglesia nos dicen algo al respecto. Pero alrededor de 450 después de Cristo había una iglesia en su honor en Kidrontal; primero se consideró que ese era el lugar donde había vivido. Desde mediados del siglo VI se veneraba una tumba en la piedra como lugar de descanso de María. Otras fuentes presumen que la muerte de María se produjo cerca de Éfeso (Turquía) y que allí también está su tumba. Según la leyenda algunos años después de la ascensión de Jesús, Juan se habría mudado con María de Jerusalén a Éfeso. Ambos vivieron primero durante algún tiempo en la iglesia de María, al borde de Éfeso y más tarde se mudaron a un pequeño asentamiento fuera de la ciudad. Allí, María parece haber pasado sus últimos días de vida. Sin embargo es correcto poner en duda esta aseveración, ya que Lucas nada menciona sobre ello en estos registros. Además, esta teoría no está históricamente probada. Por cierto, que al Oeste de las ruinas de Éfeso se han encontrado restos bien conservados de la iglesia de María, que se remontan a una basílica romana del siglo II antes de Cristo. En esta iglesia se llevó a cabo en 431 el Concilio de Éfeso que confirmó el título de María como "theotokos"
(la que dió luz a Dios). La casa en la cual aparentemente falleció., la Meryemana (casa de María). se encuentra en Bülbül- Dag, "la montaña de los ruiseñores",  aproximadamente seis kilómetros de la cual Selçuk (Éfeso). Por lo tanto, esta tradición pudo imponerse y todavía hoy se rinde honores a la casa que está al sur de la antigua ciudad de Éfeso- que visitan muchas personas- y en la que aparentemente vivió María los últimos días de su vida.

La casa de María cerca de la antigua Éfeso
 (hoy Selçuk/Turquía.

martes, 8 de febrero de 2011

Mujeres del entorno de Jesús


    En su  "Comentario teológico sobre el Nuevo Testamento", Heinz Schürmann afirma:
 "Que Jesús tolerase a las mujeres entre sus seguidores era, ciertamente, una conducta extremadamente irreverente en la zona de Palestina, que funcionó como chispa iniciadora para la posición social y religiosa de la mujer en la Iglesia y fuera de ella".
La situación no concluyó sin problemas. Así, Juan escribía al respecto (4:27): "Y se maravillaron de que hablaba con una mujer".  Con las mujeres no se hablaba en público.
Pero el Hijo de Dios hablaba con las mujeres sin prejuicios, les ayudaba y hablaba bien de ellas y las mencionaba en parábolas (comparar con Lucas 15:8-10). A través de su conducta sin preconceptos, Jesús generaba una nueva posición social a las mujeres de su entorno, aunque su realización en la sociedad llevó algunos años más. Más adelante, se daría por supuesto que las mujeres estuvieran presentes en las reuniones de los discípulos (comparar entre otros pasajes con Hechos 1:14). además de cumplir importantes funciones en la vida de la comunidad.
    
                          María Magdalena
    Es muy probable que estas mujeres, como María Magdalena de la cual salieron siete espíritus malignos, hubieran sido sanadas de enfermedades por Jesús y que lo seguían por agradecimiento y devoción. María, a quien el Hijo de Dios había sanado de un estado de posesión demoníaca, abandonó su lugar de nacimiento (Magdala), una aldea en la orilla este del lago Genezaret y recorrió Galilea, acompañando al Señor y a sus discípulos. Debe haber tenido gran independencia material y seguridad en sí misma, igual que las otras mujeres que siguieron a Jesús, para recorrer el país, principalmente en compañía masculina. Así no respondía a la figura de la mujer hogareña y madre vigente en aquella época, cuya función consistía principalmente en estar presente para su familia. Según la visión judía tradicional originada en una cultura patriarcal, la mujer era considerada propiedad del hombre y su función tener y criar a los hijos y asistir a su esposo. La mujer tenía a su cargo la administración correcta del hogar. Eran responsables de la educación de los hijos, la preparación de los alimentos según las leyes que regulaban las comidas y de los preparativos de las festividades del calendario anual. Las mujeres que excedieran estos límites perdían su imagen en la sociedad.
   María Magdalena había transpuesto todo lo mencionado. Es muy probable que fuese soltera, porque su segundo nombre respondía al lugar de nacimiento y no a su apellido familiar. Se quedó con Jesús hasta lo último, fue testigo de su crucifixión
(comparar con Juan 19:25), observó su funeral y vio cómo se colocaba la piedra delante de la entrada de la tumba (Mateo 27:61).
El relato de su encuentro con el Resucitado es muy conmovedor en el Evangelio de Juan: el primer día de la semana, María Magdalena se dirigió sola al sepulcro y lo encontró vacío. Se quedó parada ante la tumba, llorando... Vio a dos ángeles que le preguntaron por qué lloraba, y al darse la vuelta, vio a un hombre que, supuso, era el jardinero. Le preguntó dónde había quedado el cadáver y por respuesta oyó su propio nombre: "¡María!" Reconoció a su Maestro en el timbre de la voz y siguió sus instrucciones de ir con sus hermanos y decirles lo que el Señor había encargado
 (Juan 20:11-18).
Un relato posterior que nos dejó la tradición equipara a María Magdalena equivocadamente con una pecadora en Lucas 7:36-50. Tampoco hay que confundirla con María, la hermana de Marta y de Lázaro, que vivía en Betania.
     
                         Juana y Susana
   Cómo la esposa de Chuza, un funcionario de la corte de Herodes Antipas, Juana seguramente ocupaba una posición de más alcurnia que María Magdalena. Aunque también ella decidiera seguir a Jesús después de que éste la hubiera sanado. Dado su nivel social, seguramente dispondría de los recursos necesarios para ofrecer apoyo financiero al Mesías y a sus discípulos. Ciertamente, que a Jesús y a sus discípulos se los trataba con hospitalidad en algunos lugares, algo a lo que en aquella época se le asignaba un alto valor. Pero el rebaño de discípulos con su maestro no era bienvenido en todo lugar.
Para el alimento y otras necesidades se utilizaba una caja común
(comparar con Juan !3:29), que administraba Judas Iscariote. De esta caja también salían las limosnas para los necesitados (comparar con Juan !2:6). ¿Pero cómo se llenaba la caja? A esta cuestión, igual que la reflexión sobre el abastecimiento material de las personas que recorrían el territorio junto con Jesús, se refiere Fritz Rienecker en su explicación sobre el Evangelio de Lucas: "¿De dónde obtenía Jesús los recursos materiales durante sus tres años de predicas y activar?" Había renunciado a ejercer su oficio de carpintero. También había resignado voluntariamente al poder de velar por sus necesidades de manera maravillosa. Además, tampoco estaba solo... La verdadera respuesta a esta pregunta emana de un pasaje de Lucas 8:1-3,que por eso es tan importante. Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios. Juana mujer de Chuza, intendente de Herodes y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes".
De ello se desprende que en el grupo que rodeaba al Hijo de Dios había otras mujeres que se ocupaban de los discípulos de su maestro, le preparaban comida y cubrían todos los gastos que se producían.
La tercera mujer mencionada por su nombre en el Evangelio de Lucas es Susana. Debemos suponer que también ella experimentó la sanación de sus enfermedades a través del Hijo de Dios. No se saben más detalles sobre ella.
   ¡Quiénes eran las otras mujeres que menciona Lucas? En Marcos 15:40-41 dice: "También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían: y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén". Además se mencionan aquí a María, la madre de Jacobo "el menor" y de José, y a Salomé la que probablemente fuese madre de los hermanos Jacobo y Juan Zebedeo (según Mateo 27:56, aunque sin mencionar el nombre Salomé).
Las mujeres mencionadas, de las cuales nada más sabemos, acompañaban al Hijo de Dios en su camino de Galilea al Gólgota. Además llama la atención que no fuese uno de los discípulos, y Apóstoles, los primeros en ver al Hijo resucitado, sino María Magdalena, una mujer, que contrariamente a la mayoría de sus discípulos había permanecido hasta lo último de Jesús.                                       


María Magdalena se encuentra con Cristo
resucitado .
Las mujeres que seguían a Jesús, que le servían
y recorrían las ciudades con Él, seguramente no respondían
a la conducta ideal para las mujeres de la época.
La Santa Escritura sólo menciona unas pocas. Por un lado
encontramos a María Magdalena, a Juana, la mujer de Chuza-
un funcionario de finanzas, de Herodes Antipas- y a Susana.
El evangelista Lucas es el único que las menciona con mayor
 detalle (Lucas 8:2-3), y comenta "otras muchas que le servían
 de sus bienes" Todas ellas eran mujeres que seguían
 al Hijo de Dios a través de las ciudades, lo acompañaron
hasta el momento de su muerte en la cruz
y buscaban su cercanía.


domingo, 26 de diciembre de 2010

Los Moabitas

    Según el relato bíblico, los moabitas estaban emparentados con los israelitas (comparar con Gn 19:32-37); la comprobación lingüística de que el moabita es un idioma cananeo muy cercano al hebreo confirma esta relación de parentesco. Las inscipciones egipcias que datan de la época del faraón Ramsés II (1279-1213 a.C.) mencionan por primera vez la región de Moab. Los Moabitas se volvieron sedentarios
al este del Mar Muerto, es decir en las tierras al este de Jordania, alrededor de 1200 a.C., cuando también los israelitas migraron a Canaán. A este contexto pertenece el llamado Relato de Balaam, en el cual el rey de los moabitas encarga al vidente Balaam, originario de Petor a orillas del Éufrates, que maldijera a los israelitas para evitar que el pueblo de Israel dominara la región (Nm. 22:4-6). Pero la acción fracasa. Desde entonces, moabitas e israelitas fueron vecinos. Y como lamentablemente ocurre entre vecinos, que además están emparentados, suelen producirse hostilidades: Eglón, el rey de Moab, obligó a Israel a pagar el tributo, hasta que el juez Aod liberó a los israelitas de la dominación extranjera (Jue 3:12-30); y viceversa, Moab tuvo que pagarle impuestos al rey David, cuya bisabuela Rut era moabita (2 S 8:2). Supuestamente, Moab volvió a independizarse de Israel al finalizar el gobierno del rey Salomón.

                                        El rey Mesa de Moab

    En el reino del norte de Israel, Omrí, el general mayor de Israel, llegó al poder y fue coronado rey (1 R 16:15-29). Durante su período de gobierno (882-871 d.C.), incorporó a su reino los territorios moabitas al norte del río Arnón y obligó al resto de Moab a pagar tributo. Los libros de Reyes dan cuenta de las circunstancias exactas, ya que en ellos aparece la lista de tributos del rey Mesa de Moab (2R 3:4). La inscripción de Mesa es la inscripción extrabíblica en piedra más importante sobre Moab y uno de los documentos más importantes sobre la Sagrada Escritura.
     En ella, Mesa narra sus campañas bélicas contra sus vecinos de Israel; además nos permite enterarnos de que el dios de los moabitas se llamaba Kemosh. A él probablemente también se le ofrendaran vidas humanas (2 R 3:27).

                                     Moab en tiempos de los asirios
                                                 y babilonios
   En tiempo de los asirios y durante el dominio babilónico, los moabitas fueron vasallos de ambos reinos.
Los asirios gobernados por el rey Tiglat -Pileser III (745-727 a.C) obligaron a los moabitas a pagar tributo en 728 a. C.; también se conocen pagos de tributo del período en que reinaron los reyes de Sargón II (722-705 a.C.) y Senaquerib (705-681 a.C). Que bajo el gobierno de los neobabilonios aparecieran tropas moabitas patrullando en Judá (comparar con 2R 24:2) y hubiera enviados en la corte del rey Sedequías, de Judá (comparar con Jer 27: 2-3) muestra que los moabitas se habían pasado al bando de los neobabilonios, que participaron de la destrucción de Judá en 587 a.C. y aprovecharon las relaciones de poder. Moab se incorporó al sistema de provincias de la nueva Babilonia perdiendo así su carácter de estado independiente.
Cronografía
Alrededor de 2000-1400 a.D.:

Tiempo de los patriarcas: Abraham, Isaac, Jacob y sus hijos.
1279- 1213 a.C.: Periodo de gobierno de Ramsés II de Egipto:
se menciona por primera vez al país de Moab.
Alrededor de 1200 a.C. El pueblo de Moab se vuelve sedentario,
 y forma su propio Estado.
Alrededor de 1000 a.C.: David obliga a Moab a pagar tributo.
Después de 926 a.C.: Los moabitas se separan del reino de Salomón.
882-871 a.C.: Periodo de gobierno del israelita Omrí.
Alrededor de 850/840 aC.: El rey Mesa de Moab se desliga del yugo israelita.
Entre 597/587 a.C.: Enviados moabitas en la corte de Sedequías en Jerusalén.
528 a.C.: Moab deja de ser un estado.

jueves, 7 de octubre de 2010

Las rebeliones judías

      En Palestina, el primer siglo después de Cristo estuvo caracterizado por disturbios y sangrientas revueltas. Las razones deben buscarse en el amor a la libertad, en la devoción de los judíos y en el sometimiento al yugo romano; la codicia y la soberbia de algunos tiranos romanos aportaron el resto.  Finalmente, este periodo en el que proliferaron los conflictos, finalizó con la primera guerra judía.

     El emperador Gayo Calígula, que gobernaba Roma desde hacía dos años, ordenó en el año 39 d,C. que una enorme estatua, que lo representaba como emperador de origen divino, debía ser entronizada en el templo de Jerusalén. Esta tarea fue confiada al legado Publio Petronio, gobernador de Siria, enviado por el emperador. Petronio, recibió la orden de colocar la estatua que personificaba al emperador, si era necesario por la fuerza y con ayuda de la milicia. Detrás de la acción estaba por un lado, la tendencia del emperador a verse a sí mismo como "dios". Por otro lado, la colocación de la estatua era una reacción ante la destrucción del altar del emperador en Jamnia, que se atribuía a los judíos.

                                       La crisis de Calígula
     Es probable que entre sus colaboradores de gobierno, el emperador también tuviera asesores contrarios a los judíos.
Como no podía esperarse de otra manera, se produjeron protestas por parte de los judíos que recibían el apoyo de los miembros de la casa real herodiana. Según el relato del sabio judío Filón de Alejandría, quien plasmó por escrito los sucesos, el rey Herodes Agripa 1(+44d.C.) intervino ante el emperador en Roma, pero no tuvo éxito. El inteligente gobernador Petronio postergó tanto tiempo la entronización de la estatua, que la crisis finalmente concluyó con la muerte temprana de Calígula el 24.1.41; otro presunto factor dilatorio fue un conflicto bélico entre los judíos de fe ortodoxa con la milicia romana. A pesar de todo, el temor de los judíos a que el templo de Jerusalén fuese profanado persistió en forma subliminal.

                                              La primera guerra judía

     Durante la crisis ocasionada por la estatua de Calígula, Agripa se mostró como un judío fiel a las leyes, que simpatizaba con las doctrinas fariseas; este es otro motivo por el cual accionó contra la cristiandad todavía joven y mandó ejecutar al Apóstol Santiago. Durante su reinado, el territorio, que comprendía aproximadamente el mismo reino que el gobernado en su momento por su abuelo Herodes el grande, los judíos permanecieron en calma
      Pero después de la muerte de Agripa, los romanos transformaron su reino en una provincia a cargo de un procurador (como ya había habido durante el gobierno de Poncio Pilato): Los procuradores residían en la provincia de Caesaris. Los impuestos recaudados debían entregarse a los romanos. El clima reinante en el pueblo judío tomó un giroantirromano durante el dominio de los invasores. La adoración del Dios único y el culto que se rendía al emperador romano no eran compatibles. En forma
esporádica estallaban conflictos que, inevitablemente, se resolvían con derramamientos de sangre que dejaban huella entre los fieles judíos, como por ejemplo el levantamiento de Teudas (Hch 5:36). la resistencia a la ocupación romana era impulsada principalmente, por los zelotes ("los que celan").
                                     
                                           El comienzo
      El suceso desencadenante por el cual estalló la guerra judía fue una requisa del tesoro del templo,
ordenada en el año 66 d.C. por el procurador de Judea, Gesio Floro. La ira contenida de los judíos por la avaricia y el servicio a los ídolos de los romanos, se descargó. Los zelotes fueron los primeros en alzarse en armas; luego otros judíos conscientes de sus tradiciones se agregaron para luchar contra los ocupadores. Las legiones romanas tuvieron dificultades para defenderse de los revolucionarios, bien pertrechados y altamente motivados, que además eran conocedores del territorio y recibían el apoyo de los pobladores en todo lugar.

                                         La intervención de Vespasiano

     En varias campañas militares el futuro emperador Vespasiano trató de someter a los judíos, pero recién su hijo Tito logró conquistar Jerulalén en el año 70 d. C. Vespasiano tuvo éxito, principalmente, en Galilea. Entre sus prisioneros de mayor rango estaba el historiador judío Flavio Josefo, quien cambió de bando impresionado por el mayor poderío romano, y luchó y escribió a favor de los romanos, dejando la crónica más completa sobre las revueltas judías.

                                                     El final
           
     Tito, el emperador que luego llegó a gozar de increíble popularidad, continuó las campañas militares de su padre después de que Vespesiano fuera coronado emperador en el año 60 d. C. y tuvo que volver a Roma para fotalecer su poder. Tito conquistó jerusalén después de largas batallas con un alto número de bajas, destruyendola con el templo. En los palacios- fortalezas asmoneos de Jerusalén, el Herodión y el Maqueronte, los combates continuaron durante un buen tiempo, hasta que los combatientes de la resistencia que los ocupaban se rindieron; el fuerte de masada a orillas del Mar Muerto recién cayó tres años después de la conquista de Jerusalén. Tito hizo un ingreso triunfal en Roma; hasta el día de hoy, el Arco de Tito da testimonio de este suceso y de la sangrienta revuelta de los judíos.

                                   Las consecuencias 

         Judea quedó sometida directamente al emperador, es decir que dejó de formar parte, como lo era hasta ese momento, de la provincia de Siria, para transformarse en provincia imperial y, por ende, propiedad del emperador.
            Con la destrucción del templo y la disolución del Supremo Concilio, el judaísmo perdió su centro religioso. Los judíos se vieron forzados, como era moneda corriente en el resto del imperio, a tributar dos dracmas a Júpiter Capitolino, el principal dios romano, les fueron cercenados los privilegios religiosos que les había garantizado Julio Cesar.  
el Arco de tito en el Foro  Romano, recuerda su
conquista de Jerusalén

martes, 7 de septiembre de 2010

La buena lucha de la fe: Epístola a los Romanos - lugar y momento en que fue escrita

La Epístola a los Romanos fue escrita por Pablo mientras estaba en Corinto: el Apóstol se encontraba en casa de Gayou anfitrión(comparar con Romanos 16:23), a quien ya conocemos de la Primera Epístola a los Corintios, y que fue bautizado por Pablo (comparar con 1 Corintios 1:14).Dado que Pablo considera  en la región este del Imperio Romano ya no le quedan tareas por hacer, quiere viajar a Jerusalén y despues salir con destino a España para difundir la palabra de Dios en el oeste; en el transcurso de esto quiere visitar a los romanos(comparar con Romanos 15:22-29). Por lo tanto, la epístola fue escrita hacia el final de las actividades que realizó durante su viaje, porque después de llegar a Roma(comparar con Hechos28:14), donde Pablo estuvo bajo un arresto domiciliario no estricto, no oimos ni leemos nada acerca de seguir viaje a España; además la permanencia del Apóstol en Roma hasta su muerte quedó plasmada en escritos extra bíblicos. La probabilidad de que Paegara a España, sino que falleciera en Roma, es alta. Por lo tanto, suponemos que la epístola fue escrita antes del año 60 d.C., probablemente  alrededor del año 56.
                                                    Contenido y efectos de la Epístola a los Romanos
El contenido espiritual de la Epístola a los Romanos, la justificación del pecador, puede resumirse del siguiente modo: por gracia, la justicia de Diosno declara culpable al npecador, aunque el hombre pecador lo hubiese merecido; el pecador puede tomar parte en este acto divino de gracia porque por la fe  vive sin las obras de la ley. El Apóstol Pablo comenta esto recurriendo a la historia de Israel y muestra cómo la justicia divina actuó aquí. Los siguientes son enunciados centrales: "Porque en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá" ( Romanos 1:17) y: Concluimos, pues que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley" (Romanos 3:28). En la versión alemana, Martín Lutero incluyó la palabra "sólo" ("justificado solo por fe"), que en la versión española no aparece. La icluyó por razones teológicas para delimitar la importancia salvadora de la fe
("sola fide": "solo por la fe") en comparación con la convicción católica que permite la participación del hombre en la salvación a través de buenas obras. El mérito de Lutero consiste en haber reconocido que aquí la justicia de Dios no sólo significa: Dios es justo , sino también, Dios nos hace justos. Este reconocimiento también sobrecogió al reformador, cuando en la primavera europea de 1514 interpretó el
texto de Salmos 71:2: "Socórreme y líbrame en tu justicia".. Que este socorro del pecador sucede por la gracia, es el punto de vista teológico que Lutero desarrolló a partir de la Epístola  a los Romanos y del estudio de los escritos del padre de la Iglesia, Agustín (430).

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La buena lucha de la fe: Comunidad cristiana en Roma

     No sabemos quién fundó la comunidad cristiana de Roma. Es probable que el testimonio de Cristo, como por otra parte también el judaismo, llegara a Roma a través de las vias comerciales. Nos permite deducir esto la existencia de la comunidad cristiana de Puteoli, Nápoles (comparar con los Hechos:28: 13), sobre el eje comercial que unía esta localidad con Roma. Se estima que en tiempos de Jesús y en el de los primeros Apóstoles, del total de un millón de habitantes de Roma, aproximadamente 50.000 eran judios que se reunian en sus sinagogas. Entre estos judios, probablemente hubiera algunos cristianos que a partir de la década del 40 del siglo 1. d. C., fundaran la comunidad cristiana de Roma. A ellos seguramente se agregaron muchos cristianos. Los cristianos de la ciudad de Roma se reunian, como era usual en otras partes del pais, en comuniodades o iglesias "de las casas"(comparar con Romanos 16: 5). Entre los judíos que habían sido deportados de Roma por el Emperador Claudio, en el año 49 d. C., seguramente había algunos cristianos, porque no se los diferenciaba de los judios, y el cristianismo temprano era considerado una secta judía. Por eso Cristo llegó a ser considerado un instigador de disturbios judío. El historiador romano Suetoni escribió que el Emperador Claudio " expulso a los judíos de Roma, porque solían instigar disturbios iniciados por Chrestus (=Cristo)" (Suetonio, Claudio,24, 4). teniendo en cuenta estos relatos podría ser históricamente factible que el anuncio del Evangelio generara disturbios entre los judíos, provocados por cristianos. Entre los judíos que huian seguramente se encontraba Aquila y Priscila (o también :Prisca), con los que el Apóstol Pablo se encontró  en Corinto y que más tarde regresarón a Roma; ellos seguramente
le informaron sobre la situación de Roma (comparar con Hechos 18:2 y Romanos 16:3). El Apóstol Pablo llegó a Rhegion, que hoy es Reggio di Calabria, en Italia, una de las más antiguas delegaciones comerciales de los griegos; desde allí, el Apóstol llegó a Puteoli en el Golfo de Nápoles, donde los cristianos le dieron acogida(ver arriba) Fuera de Roma y de Puteoli, que también había sido fundada por los griegos ; en tiempo de Jesús y era el puerto más importante de Roma, no se cuenta con testimonio sobre comunidades cristianas en Italia; incluso en la erupción  del volcán próximo a Pompeya (79 d. C.), los cristianos no se vieron afectados. en el año 64.d.C., los cristianos de Roma fueron objeto de la ira popular, porque se les recriminaba haber incendiado la ciudad. Ya en, las autoridades romanas habían llegado a la conclusión
de que los judíos y los cristianos eran dos corrientes religiosas diferentes. Esta diferenciación probablemente esté relacionada con el Edicto de Claudio.

martes, 31 de agosto de 2010

La buena lucha de la fe: la vida el obrar y las epístolas del Apóstol Pablo(9)-Epístola a los Romanos.

                                                    Importancia


     La Epístola a los Romanos es el documento teológico más importante del Apóstol Pablo y del Nuevo Testamento. En ella, Pablo expone a sus lectores su teología, en cuyo centro
 está la justificación del pecador sólo a partir de la gracia de Dios en la fe.
   Se hace notorio que la epístola más importante de Pablo, por la posición que ocupa entre los escritos del Nuevo Testamento: sirve de introducción a la serie de epístolas de Pablo y sigue directamente a Hechos de los Apóstoles, que finaliza con la estadía del Apóstol en Roma. 
   Por lo tanto, también Hechos de los Apóstoles, sirve de introducción a las epístolas de Pablo. La Epístola a los Romanos probablemente sea la última escrita por el Apóstol; la podemos considerar un legado de Pablo. Para la interpretación de la epístola es importante saber que Pablo no conocía ni fundó la comunidad de Roma: en su misiva presenta a la comunidad y prepara su estadía en Roma; por eso el Apóstol nos deja tener parte de sus pensamientos, que expone de manera sistemática y con palabras magistrales.