Blog de la Iglesia Nueva Apostólica de Vallada. En este blog publicaremos toda la información relacionada con nuestra Comunidad. Servicios Divinos, seminarios, acontecimientos, lecturas...
¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.
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miércoles, 26 de diciembre de 2012
Pan y vino en memoria de una vez traido y eternamente valedero sacrificio de Jesucristo.
La Santa Cena -1º Parte
La Santa Cena tiene un significado especial para nuestra fe.
¿Por qué? La respuesta la brindan los trabajos previos sobre el Catecismo, el libro de enseñanza de la fe nuevoapostólica que será publicado el año próximo. La columna "Creer-saber-entender" lo contemplará con detenimiento en los artículos.
En múltiples aspectos, la Santa Cena tiene un significado central: su festejo es la parte esencial del Servicio Divino. Es el único Sacramento que nos es dispensado reiteradamente. Y en la Santa Cena, Dios nos permite vivir en forma directa su cercanía y dedicación.
Se utilizan diferentes términos para designar a la Santa Cena. También en ellos se observa la riqueza de su significado: "Santa Cena" recuerda la comunión de los Apóstoles con Jesús en la noche previa a su crucifixión. "Partimiento del pan" se refiere a la cena ritual de Pascua que Él celebró con ellos. "Eucaristía" destaca el agradecimiento por el sacrificio de Cristo. Este término proviene del griego y significa dar gracias. "Cena del Señor" deja en claro que el Señor Jesús mismo instituyo el Sacramento.
Paralelismo con la cena de pascua
Jesús instituyó la Santa Cena mientras celebraba con sus discípulos la cena pascual. Las semejanzas entre el festejo de ambas cenas son evidentes. En ambas, pan y vino cumplen un papel importante. Y las dos traen a la memoria la proeza divina de redención.
En la cena de Pascua se recuerda la liberación del pueblo de Israel de la cautividad egipcia. La Santa Cena refiere a la liberación de toda la humanidad de la servidumbre del pecado. La sangre del cordero de Pascua con la que fueron pintados los postes de las puertas salvó a los israelitas primogénitos de la muerte física. La sangre del "Cordero de Dios", el sacrificio de Jesucristo, salva a los hombres de la muerte eterna.
Referencias bíblicas
En el Antiguo y el Nuevo Testamento se encuentran hechos que pueden ser entendidos como referencias a la Santa Cena: así Abraham recibe pan y vino del rey y sacerdote Melquisedec (comparar con Gn 14:18-20), lo cual en la epístola a los Hebreos es interpretado como una referencia a Jesucristo (comparar con He. 5:10).
El maná en la peregrinación por el desierto es llamado el "pan del cielo" (comparar con Éx. 16:4). Jesús se llama a si mismo el "pan de vida"(comparar con Jn.6:35):
También se hace referencia a la Santa Cena cuando Jesús come y bebe, es decir, cuando está en comunión en una cena, con los pecadores, los cuales para los fariseos y escribas eran considerados impuros (comparar con Mr. ":13-17).
La institución del Sacramento
La Santa Cena fue instituida por Jesucristo en el círculo de sus Apóstoles. Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas informan sobre este acontecimiento en gran parte lo mismo: "Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados" (Mt. 26:26-28).
El Evangelio de Lucas completa las palabras de institución en algunos puntos importantes (comparar con Lc. 22:19-20). Es el nuevo pacto" el que fue establecido por la sangre de Jesús. Y contiene la exhortación: "Haced esto en memoria de mí". De esta manera Cristo concede a sus Apóstoles la autoridad para celebrar la Santa Cena conforme a su ejemplo.
El modelo de Corinto
Ya los primeros cristianos celebraban la Santa Cena de esta manera. La primera epístola a los Corintios informa al respecto. Allí el Apóstol Pablo cita el texto de la institución así como seguramente se utilizaba en los Servicios Divinos locales. También formaba parte de este texto el retorno de Jesucristo: "Así, pues,todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga" (Co.11:26).
El Sacramento de la Santa Cena es necesario para alcanzar la salvación. Esto lo dejó en claro Jesucristo mismo: "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros", dijo ya mucho antes de la institución. "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Jn. 6:53-54).
¿Pero que pasa realmente durante la Santa Cena? ¿Y por qué es tan importante para nuestra vida de fe? De esto, se ocupará el próximo artículo de "Creer-saber-entender".
para el rincon de los niños
Creer- saber- entender
domingo, 3 de junio de 2012
Tres dones de Dios
Para orientar nuestra vida en Dios,
nos ha sido dada más de una capacidad de discernimiento:
además de la conciencia, nos ayuda la razón. No obstante, lo decisivo es la fe.
La conciencia es la capacidad humana para distinguir entre el bien y el mal. El término en sí aparece pocas veces en la Sagrada Escritura, pero como tema está mencionado reiteradamente. Una voz de Dios
Por la caída en el pecado, el hombre perdió la seguridad del vivir acorde con la voluntad de Dios. Ahora, la conciencia nos debe ayudar a tomar nuestras decisiones en ese sentido.
En el Antiguo Testamento muchas veces figura en lugar de la conciencia la imagen del corazón, el cual percibe la voz de Dios y nos dice qué es correcto y que no.
así está escrito en Deuteronomio 30:14: "Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas".
Cada ser humano posee una sensibilidad ante aquello que responde a la voluntad divina. Así dice el Apóstol Pablo: "Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, [...] mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, acusándoles defendiéndoles sus razonamientos" (comparar con parte de Ro. 2:14-15). Posibilidad como deber
La conciencia no sólo le brinda al hombre la posibilidad de distinguir entre el bien y el mal. Como don de dios también implica la obligación de utilizarla con tal objetivo. Pero el hombre no siempre le hace caso a esa voz interior: muchos pasan por alto la conciencia o incluso tratan de hacerla callar. Conciencia buena y tranquila
La conciencia puede guiar la voluntad del hombre hacia el bien. Pero el hombre no logra tener una " buena conciencia" por sí mismo. Necesita para ello la dedicación de Dios, que le transmite salvación. A quien se reconoce a sí mismo y quiere cambiar su conducta. Dios le ofrece el perdón, en la gracia proveniente del sacrificio de Jesucristo. Así dice en 1 Pedro 3:21 sobre el Santo Bautismo: "El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva ([...]) como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo".
Así, la "conciencia tranquila" es un don de Dios, pues experimentar la gracia colma el corazón con su paz. Dice al respecto en 1 Juan 3:19-20: " Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas".
Con responsabilidad
Para poder desarrollar sus efectos como capacidad de discernimiento, la conciencia necesita de la razón. La razón es la capacidad para reconocer los hechos y sus causas y obrar en forma acorde. Al igual que la conciencia, la razón también debe llevar al hombre a conducirse correctamente. En eso, éste es responsable ante Dios y ante sí mismo. Al final del reconocimiento
Así como la conciencia, también la razón es una dávida de Dios. Dice en Sirach 17:5: "les dio [a los hombres] razón, idioma, ojos oídos y entendimiento para pensar". Entendida como la capacidad para discernir, a la razón también se le atribuye el concepto de "sabiduría": "Porque Él [Dios] me ha dado el reconocimiento certero de todas las cosas, para que yo supiera cómo ha sido creada la tierra, y la fuerza de los elementos" (Sabiduría de Salomón 7:17).
Sin la razón no se pueden concebir ni entender las palabras e imágenes de la Sagrada Escritura. Sin embargo, no es posible para la razón humana,en su finitud, concebir a Dios en su infinitud (comparar con Romanos 11:33). Por eso no puede ser el parámetro de todas las cosas: "Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos" (1 Co. 1:19).
Siempre que la razón procure levantarse en contra de lo divino, estará faltando en el hombre responsabilidad ante Dios. No obstante, la fe compromete al hombre a luchar en contra de tal arrogancia: "Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Co. 1 Confianza en Dios
La fe es la magnitud decisiva de la relación del hombre con Dios. En los textos hebreos del Antiguo Testamento no se encuentra la palabra "fe". Allí donde figura este término, en las traducciones decía originalmente: "confianza", fidelidad", "obediencia", esperanza" o "seguridad". Hebreos 11:1 destaca dos aspectos importantes de la fe: "Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".
Al comienzo de la fe siempre está Dios, quien se revela a través de palabras y obras. Mientras el hombre confíe plenamente en Dios, será capaz de obedecerle. La desobediencia hace que el hombre peque y se aparte de Dios.
Si quiere volver a alcanzar la comunión con Él, es imprescindible que tenga fe: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan" (Hechos 11:6).
Orientado al Redentor
Desde la encarnación de Dios, la fe está dirigida al Redentor, a Jesucristo. Teniendo fe en Él es posible ser reconciliado con Dios y estar en comunión con Él. "Creéis en Dios, creed también en mí" (Jn. 14:1). A aquellos que creen en Jesucristo como el Hijo de Dios, les han sido prometidas cosas grandiosas: tendrán vida eterna (comparar con Jn. 3:16).
La fe también es una dávida de Dios, la produce el Espíritu Santo.
Al igual que la conciencia y la razón, también es un deber del hombre: si acepta la palabra de Dios, confía en ella y obra como corresponde a ella, su fe será viva y lo llevará a la salvación.
nos ha sido dada más de una capacidad de discernimiento:
además de la conciencia, nos ayuda la razón. No obstante, lo decisivo es la fe.
La conciencia es la capacidad humana para distinguir entre el bien y el mal. El término en sí aparece pocas veces en la Sagrada Escritura, pero como tema está mencionado reiteradamente. Una voz de Dios
Por la caída en el pecado, el hombre perdió la seguridad del vivir acorde con la voluntad de Dios. Ahora, la conciencia nos debe ayudar a tomar nuestras decisiones en ese sentido.
En el Antiguo Testamento muchas veces figura en lugar de la conciencia la imagen del corazón, el cual percibe la voz de Dios y nos dice qué es correcto y que no.
así está escrito en Deuteronomio 30:14: "Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas".
Cada ser humano posee una sensibilidad ante aquello que responde a la voluntad divina. Así dice el Apóstol Pablo: "Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, [...] mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, acusándoles defendiéndoles sus razonamientos" (comparar con parte de Ro. 2:14-15). Posibilidad como deber
La conciencia no sólo le brinda al hombre la posibilidad de distinguir entre el bien y el mal. Como don de dios también implica la obligación de utilizarla con tal objetivo. Pero el hombre no siempre le hace caso a esa voz interior: muchos pasan por alto la conciencia o incluso tratan de hacerla callar. Conciencia buena y tranquila
La conciencia puede guiar la voluntad del hombre hacia el bien. Pero el hombre no logra tener una " buena conciencia" por sí mismo. Necesita para ello la dedicación de Dios, que le transmite salvación. A quien se reconoce a sí mismo y quiere cambiar su conducta. Dios le ofrece el perdón, en la gracia proveniente del sacrificio de Jesucristo. Así dice en 1 Pedro 3:21 sobre el Santo Bautismo: "El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva ([...]) como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo".
Así, la "conciencia tranquila" es un don de Dios, pues experimentar la gracia colma el corazón con su paz. Dice al respecto en 1 Juan 3:19-20: " Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas".
Con responsabilidad
Para poder desarrollar sus efectos como capacidad de discernimiento, la conciencia necesita de la razón. La razón es la capacidad para reconocer los hechos y sus causas y obrar en forma acorde. Al igual que la conciencia, la razón también debe llevar al hombre a conducirse correctamente. En eso, éste es responsable ante Dios y ante sí mismo. Al final del reconocimiento
Así como la conciencia, también la razón es una dávida de Dios. Dice en Sirach 17:5: "les dio [a los hombres] razón, idioma, ojos oídos y entendimiento para pensar". Entendida como la capacidad para discernir, a la razón también se le atribuye el concepto de "sabiduría": "Porque Él [Dios] me ha dado el reconocimiento certero de todas las cosas, para que yo supiera cómo ha sido creada la tierra, y la fuerza de los elementos" (Sabiduría de Salomón 7:17).
Sin la razón no se pueden concebir ni entender las palabras e imágenes de la Sagrada Escritura. Sin embargo, no es posible para la razón humana,en su finitud, concebir a Dios en su infinitud (comparar con Romanos 11:33). Por eso no puede ser el parámetro de todas las cosas: "Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos" (1 Co. 1:19).
Siempre que la razón procure levantarse en contra de lo divino, estará faltando en el hombre responsabilidad ante Dios. No obstante, la fe compromete al hombre a luchar en contra de tal arrogancia: "Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Co. 1 Confianza en Dios
La fe es la magnitud decisiva de la relación del hombre con Dios. En los textos hebreos del Antiguo Testamento no se encuentra la palabra "fe". Allí donde figura este término, en las traducciones decía originalmente: "confianza", fidelidad", "obediencia", esperanza" o "seguridad". Hebreos 11:1 destaca dos aspectos importantes de la fe: "Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".
Al comienzo de la fe siempre está Dios, quien se revela a través de palabras y obras. Mientras el hombre confíe plenamente en Dios, será capaz de obedecerle. La desobediencia hace que el hombre peque y se aparte de Dios.
Si quiere volver a alcanzar la comunión con Él, es imprescindible que tenga fe: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan" (Hechos 11:6).
Orientado al Redentor
Desde la encarnación de Dios, la fe está dirigida al Redentor, a Jesucristo. Teniendo fe en Él es posible ser reconciliado con Dios y estar en comunión con Él. "Creéis en Dios, creed también en mí" (Jn. 14:1). A aquellos que creen en Jesucristo como el Hijo de Dios, les han sido prometidas cosas grandiosas: tendrán vida eterna (comparar con Jn. 3:16).
La fe también es una dávida de Dios, la produce el Espíritu Santo.
Al igual que la conciencia y la razón, también es un deber del hombre: si acepta la palabra de Dios, confía en ella y obra como corresponde a ella, su fe será viva y lo llevará a la salvación.
para el rincon de los niños
Creer- saber- entender
miércoles, 10 de agosto de 2011
Apostólica en dos sentidos
¿Que es la Iglesia? El Antiguo Testamento transmite sólo algunas indicaciones. Y el Nuevo testamento no traza una imagen clara. No obstante mirando todo en general quedan a la vista las características de la Iglesia de Cristo. De esto se trata esta tercera parte. La base la constituyen algunos extractos anticipados del Catecismo de la iglesia Nueva Apostólica que aun no ha sido publicado.
CÓMO LEE LA IGLESIA NUEVA APOSTÓLICA A LA CONFESIÓN DE FE DE NICEA- CONSTANTINOPLA ( 3)
Hijo del Hombre e Hijo de Dios: Jesucristo tiene doble naturaleza. Su lado divino e invisible,
su naturaleza humana fue visible: vivió y sufrió como cualquier ser humano.
En el ser y el obrar de Jesús está arraigado todo lo que conforma a la Iglesia. Así también la Iglesia
tiene una naturaleza escondida y una manifiesta. Al igual que el ser de Jesús, esta realidad en definitiva sólo puede concebirse en la fe. Contrariamente a Jesucristo, el lado humano de la Iglesia está sujeto a la pecaminosidad de los hombres que obran en ella. Por eso en la Iglesia también se encuentran los errores y las debilidades propios del género humano. Pero esto no puede dañar el lado divino de la Iglesia acentúa la Iglesia Nueva Apostólica- pues el lado terrenal no es objeto de la fe; es únicamente una instancia para transmitir la salvación. Además, la Iglesia sirve para una doble finalidad: por un lado, debe abrir a los hombres el acceso a la comunión eterna con Dios. Por el otro, debe transmitir a Dios el agradecimiento y la veneración de los hombres. Por eso la Iglesia para muchos cristianos no es algo secundario, sino un componente central de su fe. Así, ya tempranamente se levantaron en los creyentes pensamientos sobre las características de su Iglesia. Una orientación al respecto se encuentra en la Confesión de fe de Nicea- Constantinopla, el resultado de los dos primeros grandes congresos doctrinarios de la cristiandad realizados en los años 325 y 381. Los principios reconocidos por la generalidad de estos concilios hablan de cuatro atributos centrales de la Iglesia de Cristo: ella es "una", ella es "santa", ella es "universal" y ella es "apostólica".
"Una" es la Iglesia en la fe en Dios que es uno. Da testimonio de unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El ser uno entre todos fue mencionado por Jesús como la señal característica de aquellos que le siguen (comparar con Jn. 13:34). Un elemento vinculante es el amor, el "vínculo perfecto" (Col. 3:14). Así en la Iglesia se manifiesta el ser de Dios: "Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él" (1Jn. 4:16).
La Iglesia es "santa" solo por los actos de Dios. Su obrar se muestra en el sacrificio de Cristo y en el obrar del Espíritu Santo en el Servicio Divino, es decir, en palabras y en los Sacramentos. Jesús se inspiró en su origen divino cuando en la oración sacerdotal poco antes de su sacrificio se santificó a sí mismo, a fin de santificar a sus Apóstoles y a su futura comunidad (comparar con Jn. 17:19-20).
La epístola a los Hebreos hace referencia a la santificación alcanzada por el acto de redención: "somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre". Esto convierte a los creyentes- a pesar de sus errores y pecados- en nación santa (comparar con 1P. 2:9-10).
La Iglesia es "universal" en el sentido de general: en el mundo de aquende y en el allende, en el presente y en el futuro. Esta ausencia de límites ya se ve claramente en el envió del Jesús resucitado a los Apóstoles (Mt. 28:19; Mr. 16:15; Hch. 1:8). La Iglesia de Cristo está dada para la gente de todas las naciones, tanto para los que viven como para los muertos (comparar con Ro. 14:9).
La Iglesia es "apostólica" en dos aspectos, dice en el extracto anticipado del próximo Catecismo: en la Iglesia de Cristo se anuncia la doctrina apostólica y en ella está activo el ministerio apostólico.
Bajo doctrina apostólica, la Iglesia Nueva Apostólica entiende el mensaje genuino de la muerte, la resurrección y el retorno de Cristo conforme a lo que enseñaban los primeros Apóstoles y creían los primeros cristianos: "Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hechos. 2:42).
Se designa como ministerio apostólico al ministerio de Apostol dado por Cristo y guiado por el Espíritu Santo con todos sus plenos poderes. Entre ellos están el anuncio del Evangelio, la administración de los Sacramentos y el perdón de los pecados (Mt. 28:19; Jn, 20:23).
Qué es una Iglesia sin el ministerio de Apóstol? ¿Algo distinto de la Iglesia de Cristo? De esto se ocupará la Próxima parte de la serie.
CÓMO LEE LA IGLESIA NUEVA APOSTÓLICA A LA CONFESIÓN DE FE DE NICEA- CONSTANTINOPLA ( 3)
Hijo del Hombre e Hijo de Dios: Jesucristo tiene doble naturaleza. Su lado divino e invisible,
su naturaleza humana fue visible: vivió y sufrió como cualquier ser humano.
En el ser y el obrar de Jesús está arraigado todo lo que conforma a la Iglesia. Así también la Iglesia
tiene una naturaleza escondida y una manifiesta. Al igual que el ser de Jesús, esta realidad en definitiva sólo puede concebirse en la fe. Contrariamente a Jesucristo, el lado humano de la Iglesia está sujeto a la pecaminosidad de los hombres que obran en ella. Por eso en la Iglesia también se encuentran los errores y las debilidades propios del género humano. Pero esto no puede dañar el lado divino de la Iglesia acentúa la Iglesia Nueva Apostólica- pues el lado terrenal no es objeto de la fe; es únicamente una instancia para transmitir la salvación. Además, la Iglesia sirve para una doble finalidad: por un lado, debe abrir a los hombres el acceso a la comunión eterna con Dios. Por el otro, debe transmitir a Dios el agradecimiento y la veneración de los hombres. Por eso la Iglesia para muchos cristianos no es algo secundario, sino un componente central de su fe. Así, ya tempranamente se levantaron en los creyentes pensamientos sobre las características de su Iglesia. Una orientación al respecto se encuentra en la Confesión de fe de Nicea- Constantinopla, el resultado de los dos primeros grandes congresos doctrinarios de la cristiandad realizados en los años 325 y 381. Los principios reconocidos por la generalidad de estos concilios hablan de cuatro atributos centrales de la Iglesia de Cristo: ella es "una", ella es "santa", ella es "universal" y ella es "apostólica".
"Una" es la Iglesia en la fe en Dios que es uno. Da testimonio de unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El ser uno entre todos fue mencionado por Jesús como la señal característica de aquellos que le siguen (comparar con Jn. 13:34). Un elemento vinculante es el amor, el "vínculo perfecto" (Col. 3:14). Así en la Iglesia se manifiesta el ser de Dios: "Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él" (1Jn. 4:16).
La Iglesia es "santa" solo por los actos de Dios. Su obrar se muestra en el sacrificio de Cristo y en el obrar del Espíritu Santo en el Servicio Divino, es decir, en palabras y en los Sacramentos. Jesús se inspiró en su origen divino cuando en la oración sacerdotal poco antes de su sacrificio se santificó a sí mismo, a fin de santificar a sus Apóstoles y a su futura comunidad (comparar con Jn. 17:19-20).
La epístola a los Hebreos hace referencia a la santificación alcanzada por el acto de redención: "somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre". Esto convierte a los creyentes- a pesar de sus errores y pecados- en nación santa (comparar con 1P. 2:9-10).
La Iglesia es "universal" en el sentido de general: en el mundo de aquende y en el allende, en el presente y en el futuro. Esta ausencia de límites ya se ve claramente en el envió del Jesús resucitado a los Apóstoles (Mt. 28:19; Mr. 16:15; Hch. 1:8). La Iglesia de Cristo está dada para la gente de todas las naciones, tanto para los que viven como para los muertos (comparar con Ro. 14:9).
La Iglesia es "apostólica" en dos aspectos, dice en el extracto anticipado del próximo Catecismo: en la Iglesia de Cristo se anuncia la doctrina apostólica y en ella está activo el ministerio apostólico.
Bajo doctrina apostólica, la Iglesia Nueva Apostólica entiende el mensaje genuino de la muerte, la resurrección y el retorno de Cristo conforme a lo que enseñaban los primeros Apóstoles y creían los primeros cristianos: "Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hechos. 2:42).
Se designa como ministerio apostólico al ministerio de Apostol dado por Cristo y guiado por el Espíritu Santo con todos sus plenos poderes. Entre ellos están el anuncio del Evangelio, la administración de los Sacramentos y el perdón de los pecados (Mt. 28:19; Jn, 20:23).
Qué es una Iglesia sin el ministerio de Apóstol? ¿Algo distinto de la Iglesia de Cristo? De esto se ocupará la Próxima parte de la serie.
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