CÓMO LEE LA IGLESIA NUEVA APOSTÓLICA A LA CONFESIÓN DE FE DE NICEA- CONSTANTINOPLA ( 3)
Hijo del Hombre e Hijo de Dios: Jesucristo tiene doble naturaleza. Su lado divino e invisible,
su naturaleza humana fue visible: vivió y sufrió como cualquier ser humano.
En el ser y el obrar de Jesús está arraigado todo lo que conforma a la Iglesia. Así también la Iglesia
tiene una naturaleza escondida y una manifiesta. Al igual que el ser de Jesús, esta realidad en definitiva sólo puede concebirse en la fe. Contrariamente a Jesucristo, el lado humano de la Iglesia está sujeto a la pecaminosidad de los hombres que obran en ella. Por eso en la Iglesia también se encuentran los errores y las debilidades propios del género humano. Pero esto no puede dañar el lado divino de la Iglesia acentúa la Iglesia Nueva Apostólica- pues el lado terrenal no es objeto de la fe; es únicamente una instancia para transmitir la salvación. Además, la Iglesia sirve para una doble finalidad: por un lado, debe abrir a los hombres el acceso a la comunión eterna con Dios. Por el otro, debe transmitir a Dios el agradecimiento y la veneración de los hombres. Por eso la Iglesia para muchos cristianos no es algo secundario, sino un componente central de su fe. Así, ya tempranamente se levantaron en los creyentes pensamientos sobre las características de su Iglesia. Una orientación al respecto se encuentra en la Confesión de fe de Nicea- Constantinopla, el resultado de los dos primeros grandes congresos doctrinarios de la cristiandad realizados en los años 325 y 381. Los principios reconocidos por la generalidad de estos concilios hablan de cuatro atributos centrales de la Iglesia de Cristo: ella es "una", ella es "santa", ella es "universal" y ella es "apostólica".
"Una" es la Iglesia en la fe en Dios que es uno. Da testimonio de unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El ser uno entre todos fue mencionado por Jesús como la señal característica de aquellos que le siguen (comparar con Jn. 13:34). Un elemento vinculante es el amor, el "vínculo perfecto" (Col. 3:14). Así en la Iglesia se manifiesta el ser de Dios: "Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él" (1Jn. 4:16).
La Iglesia es "santa" solo por los actos de Dios. Su obrar se muestra en el sacrificio de Cristo y en el obrar del Espíritu Santo en el Servicio Divino, es decir, en palabras y en los Sacramentos. Jesús se inspiró en su origen divino cuando en la oración sacerdotal poco antes de su sacrificio se santificó a sí mismo, a fin de santificar a sus Apóstoles y a su futura comunidad (comparar con Jn. 17:19-20).
La epístola a los Hebreos hace referencia a la santificación alcanzada por el acto de redención: "somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre". Esto convierte a los creyentes- a pesar de sus errores y pecados- en nación santa (comparar con 1P. 2:9-10).
La Iglesia es "universal" en el sentido de general: en el mundo de aquende y en el allende, en el presente y en el futuro. Esta ausencia de límites ya se ve claramente en el envió del Jesús resucitado a los Apóstoles (Mt. 28:19; Mr. 16:15; Hch. 1:8). La Iglesia de Cristo está dada para la gente de todas las naciones, tanto para los que viven como para los muertos (comparar con Ro. 14:9).
La Iglesia es "apostólica" en dos aspectos, dice en el extracto anticipado del próximo Catecismo: en la Iglesia de Cristo se anuncia la doctrina apostólica y en ella está activo el ministerio apostólico.
Bajo doctrina apostólica, la Iglesia Nueva Apostólica entiende el mensaje genuino de la muerte, la resurrección y el retorno de Cristo conforme a lo que enseñaban los primeros Apóstoles y creían los primeros cristianos: "Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hechos. 2:42).
Se designa como ministerio apostólico al ministerio de Apostol dado por Cristo y guiado por el Espíritu Santo con todos sus plenos poderes. Entre ellos están el anuncio del Evangelio, la administración de los Sacramentos y el perdón de los pecados (Mt. 28:19; Jn, 20:23).
Qué es una Iglesia sin el ministerio de Apóstol? ¿Algo distinto de la Iglesia de Cristo? De esto se ocupará la Próxima parte de la serie.