
El lunes 3 de enero, como lo hago frecuentemente, me levante muy temprano y mientras desayunaba en el balcón disfrutaba, en compañía de Dios, de las últimas horas de silencio que nos permite nuestra ciudad.
Hermoso momento para expresarle a nuestro Padre lo que sentimos en el corazón. Ese día, no por casualidad sino por casualidad, tomé como lectura una editorial de Nuestra familia titulada "Nada me faltará".
Oré agradecí por todo, y en paz y alegría me preparé para salir de casa. Pero, momentos ates una amiga me dio la noticia del robo en el banco (se llevaron el botín a las 7 hs. de la mañana, mientras yo le hablaba a mi Padre Celestial).
En ese lugar estaban los ahorros de toda mi vida. No importa cuánto, mucho o poco, pero todo. Todo lo que Dios me permitió reservar, con mucho esfuerzo, para afrontar las necesidades de mi familia y mías, en los momentos de crisis. Hermoso momento para expresarle a nuestro Padre lo que sentimos en el corazón. Ese día, no por casualidad sino por casualidad, tomé como lectura una editorial de Nuestra familia titulada "Nada me faltará".
Oré agradecí por todo, y en paz y alegría me preparé para salir de casa. Pero, momentos ates una amiga me dio la noticia del robo en el banco (se llevaron el botín a las 7 hs. de la mañana, mientras yo le hablaba a mi Padre Celestial).
Pero había algo más: la ofrenda que en memoria de mi madre guardé para llevar a la casa de Dios. Tenía la certeza de que sería el deseo de su alma ofrendadosa.
A partir de ese lunes, se instaló la preocupación, una lucha de cuatro días entre la incertidumbre y la confianza. La primera, alimentada por informaciones confusas y contradictorias, y la segunda apoyada por tantas experiencias de fe, versículos bíblicos acuñados en mi corazón y el cántico que nos dice: "...cuenta los favores que el Señor te dio". Ante mi se presentaban a gran velocidad el recuerdo de las innumerables bendiciones recibidas, las cuales tengo el deseo de compartir. En algún momento con mis hermanos. Por ello me siento en deuda con el amado Dios y con ellos. Volviendo al hecho específico, ese lunes a última hora se dio un listado de las 97 cajas saqueadas, entre las que no figuraba la mía, pero al día siguiente llegaban aproximadamente 140. Luego informaron de que 30 más habían sido forzadas, pero desconocían si había faltantes en su interior. Esa noche vi pot TV muy destrozado el sector donde se encontraba la mía.
El jueves 6 mi hijo pudo ingresar al recinto. Todas las cajas que la rodeaban habían sido saqueadas en tanto que la nuestra parecía intacta. Pero, al abrir con ambas llaves, la puerta cayó al piso. Las bisagras habían sido cortadas, solo faltaba "palanquear", o sea, lo más fácil.
Sin embargo, la caja estaba allí dentro, intacta. ¿Que pasó? ¿Había sonado la alarma? ¿Se quedaron sin tiempo? ¡¡NO!! Los ángeles del señor les impidieron el ingreso. Cuando me llegó la noticia llamé de inmediato a mi Pastor dirigente. Llorando de emoción y alegría le conté la nueva bendición. Inmediatamente recordé la frase más hermosa que oí de labios de mi madre cuando algo bueno me acontecía: "Dios bendice al dador alegre"