¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

domingo, 3 de junio de 2012

Tres dones de Dios

                                                      Para orientar nuestra vida en Dios,
                               nos ha sido dada más de una capacidad de discernimiento:
                              además de la conciencia, nos ayuda la razón. No obstante, lo decisivo es la fe.
    La conciencia es la capacidad humana para distinguir entre el bien y el mal. El término en sí aparece pocas veces en la Sagrada Escritura, pero como tema está mencionado reiteradamente.                            Una voz de Dios
       Por la caída en el pecado, el hombre perdió la seguridad del vivir acorde con la voluntad de Dios. Ahora, la conciencia nos debe ayudar a tomar nuestras decisiones en ese sentido.
     En el Antiguo Testamento muchas veces figura en lugar de la conciencia la imagen del corazón, el cual percibe la voz de Dios y nos dice qué es correcto y que no.
  así está escrito en Deuteronomio 30:14: "Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas".
    Cada ser humano posee una sensibilidad ante aquello que responde a la voluntad divina. Así dice el Apóstol Pablo: "Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, [...] mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, acusándoles defendiéndoles sus razonamientos" (comparar con parte de Ro. 2:14-15).                                                Posibilidad como deber
       La conciencia no sólo le brinda al hombre la posibilidad  de distinguir entre el bien y el mal. Como don de dios también implica la obligación de utilizarla con tal objetivo. Pero el hombre no siempre le hace caso a esa voz interior: muchos pasan por alto la conciencia o incluso tratan de hacerla callar.                            Conciencia buena y tranquila
       La conciencia puede guiar la voluntad del hombre hacia el bien. Pero el hombre no logra tener una  " buena conciencia" por sí mismo. Necesita para ello la dedicación de Dios, que le transmite salvación. A quien se reconoce a sí mismo y quiere cambiar su conducta. Dios le ofrece el perdón, en la gracia proveniente del sacrificio de Jesucristo. Así dice en 1 Pedro 3:21 sobre el Santo Bautismo: "El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva ([...]) como la aspiración de una buena conciencia hacia  Dios) por la resurrección de Jesucristo".
   Así, la "conciencia tranquila" es un don de Dios, pues experimentar la gracia colma el corazón con su paz. Dice al respecto en 1 Juan 3:19-20: " Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas".
                                                    Con responsabilidad
      Para poder desarrollar sus efectos como capacidad de discernimiento, la conciencia necesita de la razón. La razón es la capacidad para reconocer los hechos y sus causas y obrar en forma acorde. Al igual que la conciencia, la razón también debe llevar al hombre a conducirse correctamente. En eso, éste es responsable ante Dios y ante sí mismo.        Al final del reconocimiento
       Así como la conciencia, también la razón es una dávida de Dios. Dice en Sirach 17:5: "les dio [a los hombres] razón, idioma, ojos oídos y entendimiento para pensar". Entendida como la capacidad para discernir, a la razón también se le atribuye el concepto de "sabiduría": "Porque Él [Dios] me ha dado el reconocimiento certero de todas las cosas, para que yo supiera cómo ha sido creada la tierra, y la fuerza de los elementos" (Sabiduría de Salomón 7:17).
  Sin la razón no se pueden concebir ni entender las palabras e imágenes de la Sagrada Escritura. Sin embargo, no es posible para la razón humana,en su finitud, concebir  a Dios en su infinitud (comparar con Romanos 11:33). Por eso no puede ser el parámetro de todas las cosas: "Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos" (1 Co. 1:19).
    Siempre que la razón procure levantarse en contra de lo divino, estará faltando en el hombre responsabilidad ante Dios. No obstante, la fe compromete al hombre a luchar en contra de tal arrogancia: "Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Co. 1               Confianza en Dios
      La fe es la magnitud decisiva de la relación del hombre con Dios. En los textos hebreos del Antiguo Testamento no se encuentra la palabra "fe". Allí donde figura este término, en las traducciones decía originalmente: "confianza", fidelidad", "obediencia", esperanza" o "seguridad".  Hebreos 11:1 destaca dos aspectos importantes de la fe: "Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".
    Al comienzo de la fe siempre está Dios, quien se revela a través de palabras y obras. Mientras el hombre confíe plenamente en Dios, será capaz de obedecerle. La desobediencia hace que el hombre peque y se aparte de Dios.
Si quiere volver a alcanzar la comunión con Él, es imprescindible que tenga fe: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan" (Hechos 11:6).
                                                   Orientado al Redentor
      Desde la encarnación de Dios, la fe está dirigida al Redentor, a Jesucristo. Teniendo fe en Él es posible ser reconciliado con Dios y estar en comunión con Él.  "Creéis en Dios, creed también en mí" (Jn. 14:1). A aquellos que creen en Jesucristo como el Hijo de Dios, les han sido prometidas cosas grandiosas: tendrán vida eterna (comparar con Jn. 3:16).
       La fe también es una dávida de Dios, la produce el Espíritu Santo.
Al igual que la conciencia y la razón, también es un deber del hombre: si acepta la palabra de Dios, confía en ella y obra como corresponde a ella, su fe será viva y lo llevará a la salvación.

Dios en el huerto del Edén
Resumen
Tres dones nos ayudan a orientar nuestra vida en la voluntad de Dios:
La razón para entender los hechos y sus causas, la conciencia para
distinguir entre el bien y el mal, y la fe como la confianza en el obrar de Dios
que produce salvación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me sirvio para un T.p

Nanu dijo...

Estaa Muyy Buenoo ,, Lo que Dice LA página... Es muy Interesante!!!
Atte. Gracias