En la Epístola a los Gálatas, el Apóstol Pablo escribió lo siguiente:
"Porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos".
En esta comunidad de Galacia, un territorio de Asia Menor que actualmente es Turquía, no todo marchaba como el Apóstol se había imaginado.
Los gálatas, manifiestamente estaban dejando a un costado el alegre mensaje de la resurrección de Jesús y de la liberación de la ley vinculado a ella. Querían volver a poner en vigencia la ley del antiguo pacto, que el Apóstol Pablo consideraba superada con la vida y la muerte de Jesucristo.
Él Apóstol Pablo se opuso a ello con palabras claras. Al final de su epístola, Pablo volvió a hablar de lo que era importante: darle espacio al evangelio de Jesucristo. La alegoría de la cosecha que utiliza Pablo para la descripción, significa que en la naturaleza, cuando se siembra algo, llega un momento en que se puede cosechar.
Por siembra en lo espiritual entiendo hacer el bien, lo que agrada a Dios, es decir: practicar una vida de oración, asistir a los Servicios Divinos, tener comunión, ofrendar y reconocer. De este modo estaremos sembrando constantemente algo bueno.
Pero el momento de la siega siempre lo determina Dios. Si sembramos en un campo nosotros mismos no podemos determinar que mañana podremos cosechar. Es necesario esperar hasta que haya llegado el tiempo.
Dios determina el tiempo de la siega. Pero es imprescindible que nosotros sembremos. Un campesino que sólo cultiva una cuarta parte de su campo, es decir que siembra y que luego dice que ya no quiere seguir adelante, debe contar con que la cosecha también resultará exigua en igual proporción.
En lo espiritual no sucede algo diferente: si dejásemos de sembrar, la cosecha sería igual de escasa. ¿Qué es la cosecha? La cosecha es, por un lado, alegría que ya recibimos aquí; la cosecha también es la bendición divina que recibimos..
Por otra parte, la siega más grande y la más importante quedará a la vista cuando retorne el Señor y podamos ser aceptados por él para siempre. Ahora es tiempo de sembrar; en algún momento segaremos.
El momento preciso lo determina Dios. Es como en el caso de la siembra natural, en la cual tampoco podemos establecer cuándo queremos cosechar. Lo mismo sucede con el día del Señor.
Cuándo vendrá esta gran siega, es decir, cuándo el Señor enviará a su Hijo, es algo que no sabemos.
Está en manos de Dios.
Pero mientras el Señor no haya venido, seguiremos teniendo la posibilidad de sembrar. O, para expresarlo en las palabras del Apóstol Pablo: hagamos el bien mientras tengamos tiempo todavía.
Actuemos de Manera tal que no perdamos ningún día, no sea que después debamos hacernos reproches.
También seamos fieles al SeñorNo nos cansemos, inclinemonos siempre gustosos y en humildad de corazón delante del Señor y hagamos lo que a él le agrada. Así quedaremos unidos los unos con los otros hasta que el Señor termine su Obra:
¡Ojalá suceda pronto.
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