¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

lunes, 27 de junio de 2011

Los días son malos

 

    Cuando en su Epístola a los Efesios, el Apóstol Pablo aconsejaba aprovechar el tiempo, y advertía que los días eran malos, no se refería a guerras, plagas, sometimiento, hambre necesidades y miseria. Lamentablemente, a lo largo de la historia de la humanidad hubo más que suficientes días malos.
   El Apóstol Pablo más bien quería advertir sobre sobre los peligros para la vida de fe, porque en tanto Satán ejerciera poder y tentara a los hombres, estos días serían malos.
      ¿Qué es lo malo de nuestra época? Cuando el amor se enfría porque la injusticia se impone. Cuando el amor al Señor cede, ya no está el primer amor y pronto faltan las respectivas obras y hechos. La postura del corazón cambia, los pensamientos migran y dejan de ocuparse de la terminación de la Obra de Dios. Esto no debe suceder porque según dice el Apóstol Pablo en otro pasaje: "El amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo". ¡Es decir que nuestro gran tesoro es permanecer en el primer amor  También el peligro de cansarnos y adormecernos caracterizan los malos días. En la parábola de las vírgenes fatuas, el Señor Jesús advirtió sobre ello. Del cansancio en la fe nos proteje la palabra en el Servicio Divino, la fuerza de la Santa cena, el perdón de los pecados, la cordial comunión en el seno de la comunidad.
     La superficialidad y la falta de interés son otras características de los tiempos malos. Quien aprecia las cosas que carecen de importancia para nuestra terminación en igual medida que la Obra de Redención, quien deja enfriar el ofrecimiento de Dios, quien se debilita en la fe y ya no espera la venida de Cristo, este se deja vencer por las amenazas de los malos días.
     Aunque el tiempo sea muy malo vivimos la "época dorada de la gracia", la terminación de la Obra de Dios. Por eso el Apóstol Pablo convocó a aprovechar el tiempo. Esto sucede si aprovechamos la oferta de gracia de Dios, comprendemos su palabra con fe y actuamos según ella e incluso transitamos, con sus consecuencias, el camino hacia la meta.
   El Apóstol Pablo advirtió: "Por tanto no seáis imprudentes, sino entendidos de cual sea la voluntad del Señor". Dios quiere nuestra santificación a través de su palabra, nuestra redención a través de la gracia proveniente del sacrificio de Cristo y la preparación de nuestra alma para el día del Señor, por el obrar del Espíritu Santo. ¿Porque no aprovechar siempre estas ofertas de amor y redimir el tiempo?  porque: el que persevare hasta el fin este será salvo".