En esta entrega nos referiremos a los Apócrifos del Nuevo Testamento
y concluiremos nuestro artículo tomando posición sobre la importancia
de dichas escrituras para fundamentar los enunciados doctrinarios
de la Iglesia Nueva Apostólica.
Los Apócrifos del Nuevo Testamento
No sólo encontramos Apócrifos en el Antiguo, sino también en el Nuevo Testamento. A estos últimos nos referiremos brevemente. Todas las formas literarias que aparecen en el Nuevo Testamento, ya sea los Evangelios, los Hechos, las Epístolas o el Apocalipsis, fueron imitadas luego. La mayoría de los Apócrifos del Nuevo Testamento surgieron entre los siglos II y IV d. C.; sólo unos pocos llegaron a tener reconocimiento canónico esporádico.
Era muy común que los Evangelios fueran imitados para transmitir otros detalles que aparentemente provenían de la vida de Jesús. El Evangelio de la Infancia según Tomás y
Santiago, el Evangelio de Nicodemo o el Evangelio de Bartolomé, tratan en particular la infancia y la juventud de Jesús, es decir aquella época de su vida que en los Evangelios del Nuevo Testamento sólo es tratada de manera superficial. Otros Evangelios como el de los Egipcios o el de Tomás surgieron del entorno gnóstico e intentan presentar a Jesús bajo este punto da vista, es decir negando el verdadero ser hombre del Hijo de Dios o su muerte en la cruz.
En conexión a Hechos existen los llamados Expedientes Apostólicos, en los cuales se presentan historias de la vida de los Apóstoles con tintes legendarios, por ejemplo de Pedro, Juan, Tomás o Pablo.
Más allá de ello existe toda una serie de cartas o epístolas apócrifas, como por ejemplo la Epístola a los Laodicenses y una tercera Epístola a los Corintios que se le atribuyen a Pablo. Enorme reconocimiento tuvo en la Iglesia antigua la Epístola de Bernabé, que se adjudicó a José Bernabé, un compañero del Apóstol Pablo. En el Codex Sinaiticus, un antiguo manuscrito bíblico, esta carta figuraba como anexo del Nuevo Testamento.
Con idéntica amplitud que la bibliografía de los Evangelios apócrifos también aparecen obras apocalípticas que imitan al libro de Daniel y el Apocalipsis de Juan. Aquí pueden citarse ante todo, los Apocalipsis de Pedro, de Pablo y de Tomás.
Todos estos escritos se arrogan haber sido escritos por los Apóstoles de la iglesia cristiana del principio, algo que en verdad para ninguno de ellos es aplicable. Más bien son pseudoepígrafes como aquellos libros que afirman haber sido escritos por Enoc o por Elías.
Un caso especial dentro de la literatura apócrifa neotestamentaria es el escrito llamado "El Pastor de Hermas", cuyo origen se remonta a Roma alrededor del año 120 d.C. Se trata de la obra más amplia de la primera hora del cristianismo, que se ha conservado. Se presume que su autor haya sido el hermano del Papa romano Pío I, que se llamaba Hermas. Es un relato que se hace a un ángel que interpreta las visiones de Hermas. Amplios pasajes del libro versan sobre un Apocalipsis. La obra gozó de enorme reconocimiento en la iglesia temprana, llegando a ser citada como "Santa Escritura"". En el Fragmento Muratori o Muratoriano, una lista de escritos vinculantes para la fe, el "Pastor de Hermas" es recomendado como lectura, aunque no reconocido desde lo canónico. En este libro se tematiza, entre otras cosas, la práctica del bautismo de los muertos que se menciona en Corintios 15:29.
La importancia de los Apócrifos del Antiguo
Testamento para los enunciados doctrinarios
Los escritos tardíos del Antiguo Testamento (Apócrifos) constituyen un nexo importante entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En ellos se anticipan y preparan importantes presentaciones del Nuevo Testamento. Desde siempre los Apócrifos se citan en las prédicas de la Iglesia Nueva Apostólica. Así por ejemplo Tobías es citado como modelo de varias formas de actuar. También se suele recurrir a Sirach y al libro de la Sabiduría; por ejemplo es impresionante la palabra tomada de Sabiduría 5: 16 que puede comprenderse como una mención a nuestra meta en la fe: "Pero los justos vivirán eternamente, y el Señor es su galardón y el Todopoderoso cuida de ellos".
El libro de Tobías tematiza específicamente la ayuda que Dios da a través de los Ángeles, de lo cual se desprende una preparación para el accionar de los ángeles, como es descripto en el Nuevo Testamento.
En el libro de Jesús Sirach y en la Sabiduría (capítulo 10) aparecen importantes condiciones para los enunciados que figuran en Juan 1. En el Evangelio de Juan se consignan enunciados sustanciales sobre Jesucristo como el logos preexistente (es decir el Verbo, la palabra que está desde el principio con Dios), que sin Sirach y la Sabiduría
son inexplicables. En el llamado "Elogio de la Sabiduría" de Sirach 24, la sabiduría es presentada como persona a quien se le atribuye un ser creado antes del mundo por Dios y que tuvo participación en la Creación. Allí Dios utiliza la sabiduría como herramienta de su Creación y la envía a la tierra (comparar con Sirach 24: 1-13).
Ya en el pasado, se recurría una y otra vez a los Apócrifos para fundamentar los enunciados doctrinarios. Los importantes enunciados doctrinarios de nuestra Iglesia, como por ejemplo la inmortalidad del alma o el mundo de los difuntos, son tematizados o preparados en los Apócrifos. Así es que en trozos de Daniel 3:62 puede leerse lo siguiente: "Espíritus y almas de los justos: ¡Alabad al Señor, glorificadle y ensalzadle eternamente!"
Acerca de la inmortalidad del alma en su verdadero sentido todavía no se habla en el Antiguo Testamento. Aunque en el libro de la Sabiduría encontramos pruebas de ello: "Las almas justas están en la mano de Dios y ningún tormento las alcanzará. Los que no comprenden les consideran como moribundos y toman su despedida como una desgracia y su partida como una pérdida; pero ellos están en paz. Aunque ante los hombres padezcan tormento, tienen la certeza y esperanza de inmortalidad"
(Sabiduría 3: 1-4; comparar también con 8:13). Es decir que a través del libro de la Sabiduría la fe en la inmortalidad se ve confirmada una vez más.
Por lo demás, en 2 Macabeos 7 encontramos la idea de la Creación a partir de la nada
(creatio ex nihilo) que en ningún pasaje del Antiguo testamento es expresada con claridad. Es decir que aquí se destaca un aspecto esencial de la fe en la Creación del cristianismo.
Desde siempre nuestra Iglesia ha considerado 2 Macabeos 12: 39-46 una prueba de la existencia del mundo de los difuntos. Y si analizamos el texto en detalle notaremos un aspecto que desempeña un papel importante. Se trata de la dedicación redentora, y por lo tanto sacramental, a los difuntos: "Mas si consideraba que gozo y bienaventuranza están reservados a los que mueren en la fe verdadera, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso oró también por los muertos, para que les fuesen perdonados los pecados" (2 Macabeos 12:45-46).
Era muy común que los Evangelios fueran imitados para transmitir otros detalles que aparentemente provenían de la vida de Jesús. El Evangelio de la Infancia según Tomás y
Santiago, el Evangelio de Nicodemo o el Evangelio de Bartolomé, tratan en particular la infancia y la juventud de Jesús, es decir aquella época de su vida que en los Evangelios del Nuevo Testamento sólo es tratada de manera superficial. Otros Evangelios como el de los Egipcios o el de Tomás surgieron del entorno gnóstico e intentan presentar a Jesús bajo este punto da vista, es decir negando el verdadero ser hombre del Hijo de Dios o su muerte en la cruz.
En conexión a Hechos existen los llamados Expedientes Apostólicos, en los cuales se presentan historias de la vida de los Apóstoles con tintes legendarios, por ejemplo de Pedro, Juan, Tomás o Pablo.
Más allá de ello existe toda una serie de cartas o epístolas apócrifas, como por ejemplo la Epístola a los Laodicenses y una tercera Epístola a los Corintios que se le atribuyen a Pablo. Enorme reconocimiento tuvo en la Iglesia antigua la Epístola de Bernabé, que se adjudicó a José Bernabé, un compañero del Apóstol Pablo. En el Codex Sinaiticus, un antiguo manuscrito bíblico, esta carta figuraba como anexo del Nuevo Testamento.
Con idéntica amplitud que la bibliografía de los Evangelios apócrifos también aparecen obras apocalípticas que imitan al libro de Daniel y el Apocalipsis de Juan. Aquí pueden citarse ante todo, los Apocalipsis de Pedro, de Pablo y de Tomás.
Todos estos escritos se arrogan haber sido escritos por los Apóstoles de la iglesia cristiana del principio, algo que en verdad para ninguno de ellos es aplicable. Más bien son pseudoepígrafes como aquellos libros que afirman haber sido escritos por Enoc o por Elías.
Un caso especial dentro de la literatura apócrifa neotestamentaria es el escrito llamado "El Pastor de Hermas", cuyo origen se remonta a Roma alrededor del año 120 d.C. Se trata de la obra más amplia de la primera hora del cristianismo, que se ha conservado. Se presume que su autor haya sido el hermano del Papa romano Pío I, que se llamaba Hermas. Es un relato que se hace a un ángel que interpreta las visiones de Hermas. Amplios pasajes del libro versan sobre un Apocalipsis. La obra gozó de enorme reconocimiento en la iglesia temprana, llegando a ser citada como "Santa Escritura"". En el Fragmento Muratori o Muratoriano, una lista de escritos vinculantes para la fe, el "Pastor de Hermas" es recomendado como lectura, aunque no reconocido desde lo canónico. En este libro se tematiza, entre otras cosas, la práctica del bautismo de los muertos que se menciona en Corintios 15:29.
La importancia de los Apócrifos del Antiguo
Testamento para los enunciados doctrinarios
Los escritos tardíos del Antiguo Testamento (Apócrifos) constituyen un nexo importante entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En ellos se anticipan y preparan importantes presentaciones del Nuevo Testamento. Desde siempre los Apócrifos se citan en las prédicas de la Iglesia Nueva Apostólica. Así por ejemplo Tobías es citado como modelo de varias formas de actuar. También se suele recurrir a Sirach y al libro de la Sabiduría; por ejemplo es impresionante la palabra tomada de Sabiduría 5: 16 que puede comprenderse como una mención a nuestra meta en la fe: "Pero los justos vivirán eternamente, y el Señor es su galardón y el Todopoderoso cuida de ellos".
El libro de Tobías tematiza específicamente la ayuda que Dios da a través de los Ángeles, de lo cual se desprende una preparación para el accionar de los ángeles, como es descripto en el Nuevo Testamento.
En el libro de Jesús Sirach y en la Sabiduría (capítulo 10) aparecen importantes condiciones para los enunciados que figuran en Juan 1. En el Evangelio de Juan se consignan enunciados sustanciales sobre Jesucristo como el logos preexistente (es decir el Verbo, la palabra que está desde el principio con Dios), que sin Sirach y la Sabiduría
son inexplicables. En el llamado "Elogio de la Sabiduría" de Sirach 24, la sabiduría es presentada como persona a quien se le atribuye un ser creado antes del mundo por Dios y que tuvo participación en la Creación. Allí Dios utiliza la sabiduría como herramienta de su Creación y la envía a la tierra (comparar con Sirach 24: 1-13).
Ya en el pasado, se recurría una y otra vez a los Apócrifos para fundamentar los enunciados doctrinarios. Los importantes enunciados doctrinarios de nuestra Iglesia, como por ejemplo la inmortalidad del alma o el mundo de los difuntos, son tematizados o preparados en los Apócrifos. Así es que en trozos de Daniel 3:62 puede leerse lo siguiente: "Espíritus y almas de los justos: ¡Alabad al Señor, glorificadle y ensalzadle eternamente!"
Acerca de la inmortalidad del alma en su verdadero sentido todavía no se habla en el Antiguo Testamento. Aunque en el libro de la Sabiduría encontramos pruebas de ello: "Las almas justas están en la mano de Dios y ningún tormento las alcanzará. Los que no comprenden les consideran como moribundos y toman su despedida como una desgracia y su partida como una pérdida; pero ellos están en paz. Aunque ante los hombres padezcan tormento, tienen la certeza y esperanza de inmortalidad"
(Sabiduría 3: 1-4; comparar también con 8:13). Es decir que a través del libro de la Sabiduría la fe en la inmortalidad se ve confirmada una vez más.
Por lo demás, en 2 Macabeos 7 encontramos la idea de la Creación a partir de la nada
(creatio ex nihilo) que en ningún pasaje del Antiguo testamento es expresada con claridad. Es decir que aquí se destaca un aspecto esencial de la fe en la Creación del cristianismo.
Desde siempre nuestra Iglesia ha considerado 2 Macabeos 12: 39-46 una prueba de la existencia del mundo de los difuntos. Y si analizamos el texto en detalle notaremos un aspecto que desempeña un papel importante. Se trata de la dedicación redentora, y por lo tanto sacramental, a los difuntos: "Mas si consideraba que gozo y bienaventuranza están reservados a los que mueren en la fe verdadera, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso oró también por los muertos, para que les fuesen perdonados los pecados" (2 Macabeos 12:45-46).