¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

viernes, 11 de febrero de 2011

Un bien valioso


     Toda persona en la tierra posee un bien valioso. Se trata de la vida
 que nos donó Dios.
Un bien todavía más elevado es la infancia divina, que se obtiene por el renacimiento a partir del agua y del Espíritu. Se trata de proteger este don de gracia y de defenderlo contra todos los ataques del príncipe de este mundo.
Lo que el Apóstol Pablo escribió en su segunda epístola a Timoteo, también es aplicable a ello: "Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que habita en nosotros".
  "Buen depósito" en el sentido de bien valioso que debemos proteger, También es la fe en el Señor y en sus manifestaciones acordes a la época, el reconocimiento sobre el plan de Redención de Dios y el conocimiento sobre su Obra de redención. A través del Espíritu santo, que anuncia la palabra desde el altar, que a su vez se oye en el trono de Dios, somos llevados cada vez a más profundidad en los misterios del Plan de redención. Esto fortalece la esperanza por la anunciada venida de Cristo; de ello nace la fuerza para superar y el consuelo en muchas circunstancias de la vida.
   El don de saber diferenciar los espíritus, también es un bien valioso. hace que sea posible tomar las decisiones correctas, principalmente cuando se trata de repeler las tentaciones y resistir los ataques. Seguir consecuentemente la doctrina de Cristo requiere decisiones correctas una y otra vez.
   Pero el Espíritu de Dios no sólo actúa desde el altar a través de la palabra divina, sino también en nosotros mismos, despertando y fomentando pensamientos y actos agradables a Dios. Entonces, bien por aquel que toma en serio la palabra de Dios y no la rebaja al nivel de la discusión humana. Quien mantenga Santo lo manifestado por el Espíritu Santo, crecerá en la fe. La inteligencia es un don valioso y quien lo posea, podrá agradecer a Dios. Pero sólo el Espíritu Santo revela los misterios de la fe, conduce a la sabiduría divina y al reconocimiento. Él fortalece la esperanza y nos permite quedar en el primer amor. Por lo tanto, permitamos que se despliege el Espíritu Santo con el que hemos sido sellados y que mora en nosotros.
   Transformemoslo en nuestra consigna: ¡dejémonos inspirar por el Espíritu Santo, para que lleguemos así lo más rápido posible a la meta! Para lograrlo, démosle espacio en nuestro ser interior, no en el "altillo" o en el "sótano". Pues no, abramos todo nuestro corazón. Quien deje actuar al Espíritu Santo en su interior, andará su camino en la fe con alegría. Esto no significa que de vez en cuando tuviéramos un mal día, que estuviéramos tristes o inclusive furiosos alguna vez; todavía somos hombres de carne y hueso. Pero si el Espíritu Santo gana espacio en nosotros, superaremos tales desavenencias, a más tardar en el próximo Servicio Divino o cuando nos arrodillemos y presentemos nuestras cargas al amado Dios. entonces recibiremos la fuerza y nueva paz, y peregrinaremos con alegría en pos del día del Señor.