¿Por qué se ayunaba en la antigüedad? ¿Qué dice la Santa Escritura,
en especial el Nuevo Testamento, al respecto?
Hoy, ¿tiene el ayuno algún significado para nuestra vida de fe?
A continuación trataremos de acercarnos a una respuesta a estos interrogantes.
Pero en nuestro artículo no nos referiremos a los aspectos médicos del tema.
La importancia del ayuno en el Antiguo Testamento.
En su sentido original, ayunar es la práctica de no ingerir alimentos por razones rituales.
El ayuno de los israelitas en el día del Perdón tiene su origen en los ritos de expiación que se manifestaban con humillaciones y mortificaciones: "En el més séptimo, a los diez del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis,...porque en este día se os reconciliará para limpiaros; y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. Sábado de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas, por estatuto perpetuo" (Levítico 16:29-31). Este mandamiento se refería al día del Perdón (Yomm Kippur/ Iom Kipur) de todos los años, en el cual el sumo sacerdote entraba al santísimo para purificar o expiar el templo, a sí mismo y al pueblo mediante holocaustos.
El ayuno que era obligatorio como preparativo para este elevado día festivo del Antiguo Pacto, aquí
se presenta en relación con el descanso de toda actividad y con la purificación y santificación. Con lo cual se quiere expresar que la persona íntegra, inclusive sus necesidades físicas, debe descansar y alcanzar un estado de sobriedad y de pureza. de este modo es capaz de concentrarse por completo en el acto sacrosanto de la reconciliación.
En el libro de Jonás encontramos un ejemplo de ayuno como acto de penitencia: cuando el profeta Jonás anunció a los habitantes de Nínive que su ciudad se destruiría, " y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y pregonaron ayuno, y vistieronse de sacos desde el mayor de ellos hasta el menor de ellos" (Jonás 3:5).
Además del ayuno prescrito por la ley como preparación para el Día del Perdón, en épocas del Antiguo Testamento, el ayuno se presentaba como una tradición relacionada con la muerte y la pública declamación de duelo (comparar con 1 Samuel 31:13; Nehemías 1:4). A través del ayuno y de la oración, en tiempo de necesidades o de guerra se buscaba la atención y ayuda de Dios (comparar con Jueces 20:26; Esdras 8:23).
El ayuno que también podía comprender la abstinencia sexsual) desempeña un papel importante en el concepto de santificación del Antiguo Testamento.
La abstinencia deberá considerarse parte integrante de los mandamientos de pureza y santidad del culto, que en el Antiguo Testamento siempre atañen al cuerpo: si el cuerpo está impuro o sucio, ya sea por causa de enfermedad o por haber estado en contacto con lo impuro, con muertos o por la ingesta de comida, la persona íntegra se considerará impura. Las ideas de una triple entidad de cuerpo, alma y espíritu o bien de una separación de cuerpo y alma todavía no existían para el hombre del Antiguo Testamento. Por esta razón, lo que se experimentaba en el cuerpo tenía efectos sobre toda la persona.
Crítica al concepto de ayuno en el Antiguo Testamento
En su libro, Sirach pregunta cómo puede ayudar el ayuno al hombre que ayuna por sus pecados pero que a pesar de ello sigue pecando. Al ritual seguido de manera tan irreflexiva, contrasta su idea de devoción verdadera: "Dejar de pecar es un servicio a Dios que agrada al Señor y cesar de obrar mal es una verdadera ofrenda expiatoria" (Sirach 35:5).
También el profeta Isaías por encargo de Dios, condenó el ayuno que ofrece una imagen de aparente devoción, pero que no coincide con la postura interior: "He aquí que en el día de vuestro ayuno halláis
lo que queréis, y todos demandáis vuestras haciendas. He aquí que para contiendas y debates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente;...¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que encorve su cabeza como junco, y haga cama de saco y ceniza?" El ayuno, más bien, debería acompañarse de buenas obras: "¿No es antes el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad,
deshacer los haces de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis el yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes metas en casa; que cuando vieres al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu carne?" (comparar Isaías 58:3-7).
Mientras duró el cautiverio en Babilonia, un tiempo de ayuno regular recordaba la destrucción del templo de jerusalén. Dios tampoco sentía beneplácito en esta tradición de larga data. a través del profeta Zacarías mandó decir a los israelitas que ellos, en lugar de ayunar, mejor debían seguir la palabra que ya les había dado cuando todavía vivían pacíficamente en jerusalén: "Juzgad juicio verdadero, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano: no agravéis la viuda, ni al huerfano, ni al extranjero, ni al pobre, ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano!" (comparar con Zacarías 7:9-10).
También en este pasaje, igual que en el juicio sobre el ayuno expresado por Isaías, queda claro lo que quiere Dios: la devoción verdadera y una vida conducida a su beneplácito, y no requieren mortificaciones autoinfligidas o acetismo, sino que el hombre se brinde internamente a Dios y una postura del corazón que no pierda de vista ni la voluntad divina, ni el bienestar del prójimo. Así al final, todas las exigencias de Dios desembocaron en ambos mandamientos en los cuales se resumen la ley y los profetas según las palabras de Jesús: los mandamientos del amor a Dios y al prójimo (comparar Mateo 22:37-40).
El ayuno en el Nuevo Testamento
El ayuno en épocas de Jesús, igual que la oración y la limosna, eran parte integrante de la vida de los creyentes y expresión de su dedicación a Dios.
Acerca de la profetisa Ana se dice que ella servía a Dios "... de noche y de día con ayunos y oraciones"
(Lucas 2:37). En el sermón del Monte, Jesús entre otros aspectos, tomaba posición sobre el ayuno, la oración y la limosna. Todo ello formaba parte de las obras de fe, y aconsejaba lo siguiente: "Mirad que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos: de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos... Y cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para parecer a los hombres que ayunan: de cierto os digo que ya tienen su pago. Más tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro; para no parecer a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto: y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público" (Mateo 6:1,16-18). Por lo tanto, ayunar es expresión de una devoción muy personal.
Jesús aclaró que el ayuno, igual que la oración y la limosna, que adopta la forma de una devoción que se muestra como en una vidriera, no encuentra el beneplácito de Dios. Antes de comenzar su tarea de enseñanza, Él mismo ayunó durante cuarenta días en el desierto y se preparó de este modo para cumplir
su encargo. Pero cierta vez cuando se le preguntó por qué sus discípulos no ayunaban, como lo hacían
los discípulos de Juan y los segidores de los fariseos, contestó lo siguiente: ¿Pueden ayunar los que están de bodas, cuando el esposo está con ellos? entre tanto que tienen consigo al esposo no pueden ayunar. Más vendrán días, cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán" (Marcos 2:19-20). Este pasaje de la Biblia, para muchos cristianos es la base para no ingerir alimentos durante determinados períodos. De ello, nuestra Iglesia no deriva ninguna norma, sino que lo deja a criterio del individuo.
En los Hechos se nos transmite que la comunidad de Antioquía se oraba y se ayunaba cuando Bernabé y Saulo habían sido separados; también en Derbe ambos oraban con ayunos cuando se nombraban Ancianos para la comunidad (comparar con los Hechos 13:2-3; 14:23).
El ayuno como tradición cristiana
Durante los primeros siglos, en las comunidades cristianas surgieron numerosos ritos y tradiciones en los cuales se reconocía la cristianización de la devoción judía. Así al principio, también se mantuvo la práctica del ayuno de los días por semana que cumplían los judíos fieles. Los miércoles y los viernes se consideraban días de ayuno. Además, se ayunaba antes del bautismo; se suponía que este "ayuno de bautismo" junto con lavados rituales tenía por efecto la purificación y la santificación. A ello se vinculaba la idea de "hacer padecer hambre" a los demonios.
Aproximadamente a partir del siglo IV se implantó el tiempo de ayuno previo a la Pascua, que por lo general duraba 40 días y se constituyó en firme parte integrante del desarrollo del año religioso; la tradición del "ayuno eucarístico" se mantuvo regionalmente hasta la actualidad: la abstinencia de ingerir carne y vino antes de gustar la Santa Cena.
En su crítica a las obras meritorias, la Reforma incluía el ayuno como expresión de legalidad. Lutero lo recomendaba como un ejercicio y un medicamento útiles para el cuerpo y el alma y., por consiguiente, lo atribuía a los ámbitos de la "devoción privada".
Hasta muy avanzada la Edad Media puede observarse cómo el ayuno siendo parte integrante de la abstinencia se extendía más y más hasta que adquirió la calidad de acetismo, que inclusive en algunas
sectas y órdenes cristianas llegaba al extremo de la radical negación del mundo y en la condena de toda forma de sensualidad. Sobre una idea exagerada del ayuno como esta surgen los ideales del ascetismo, de mantener la virginidad durante toda la vida, del celibato, inclusive, de la renuncia a los bienes materiales. A estos ideales ascéticos se corresponde, por el otro lado, la idea de que el cuerpo humano
está totalmente corrompido y que debe ser combatido con todas sus "maléficas" necesidades terrenales.
El significado del ayuno visto desde nuestra fe
Hemos visto que determinados ritos de expiación, de los que también forma parte el ayuno, en la ley mosaica sólo se indican expresamente para una ocasión como preparativo para el Día anual del Perdón en el antiguo pacto. El autor de la epístola a los Hebreos se refiere a este hecho para dilucidar la fundamental diferencia entre el servicio sacerdotal del antiguo pacto y Cristo como el supremo sacerdote del nuevo pacto: "Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios. Y no para ofrecerse muchas veces a si mismo, como entra el pontífice en el santuario cada año con sangre ajena;... mas ahora una vez en la consumación de los siglos, para deshacimiento del pecado se presentó por el sacrificio de sí mismo... En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez" (Hebreos 9:24- 28; 10:10). La reconciliación activada por el sacrificio de Cristo implica el final del servicio de holocaustos y de expiación del Antiguo Testamento y de todos los mandamientos vinculados a éste. Con ello también quedó derrogado el mandamiento del ayuno con vistas al Día del Perdón.
No obstante, aún hoy, en nuestra sociedad caracterizada por los excesos, la inundación de estímulos y la adicción a los placeres, el ayuno sigue estando justificado y puede tener un lugar importante en la escala de valores de la vida de fe del individuo, El ayuno no es necesario para la santificación en ningún caso. Nuestra Iglesia no posee disposiciones generales sobre el ayuno, es decir sobre la abstención de alimentos en diferentes días u ocasiones.
También existe un ayuno en sentido figurado; aquí nos referimos a la abstención temporal a determinadas influencias sobre el intelecto (medios). La forma en que la santificación se expresa en el individuo depende de su postura y está sujeta a su responsabilidad; él mismo debe valorar lo que se puede quitar o agregar a su vida en la fe. Esto también rige para la preparación de un domingo. En este particular, "ayunar" puede querer decir que aprovechemos la noche previa al día festivo para ponernos a tono con el Servicio Divino y nos abstengamos muy conscientemente de las influencias mundanas.
El Apóstol Pablo, quien comparaba la lucha por la fe con una competencia deportiva, aconsejaba abstenerse de todo aquello que nos impida obtener el galardón del vencedor: "Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene; y ellos a la verdad, para recibir una corona corruptible" (1 Corintios 9:25).
Dejamos constancia que nuestra Iglesia no posee disposiciones sobre el ayuno. Como abstinencia temporal de ingerir alimentos o también en sentido figurado, en cuanto a prescindir de lo secundario y de concentrarse en lo esencial, el ayuno puede ser de ayuda par el individuo con el fin de que reconozca mejor el valor del ofrecimiento de santidad divina y la acepte. La santidad la bienaventuranza sólo se alcanzan a través de la gracia por el mérito de Jesucristo.
Síntesis:
El ayuno
en especial el Nuevo Testamento, al respecto?
Hoy, ¿tiene el ayuno algún significado para nuestra vida de fe?
A continuación trataremos de acercarnos a una respuesta a estos interrogantes.
Pero en nuestro artículo no nos referiremos a los aspectos médicos del tema.
La importancia del ayuno en el Antiguo Testamento.
En su sentido original, ayunar es la práctica de no ingerir alimentos por razones rituales.
El ayuno de los israelitas en el día del Perdón tiene su origen en los ritos de expiación que se manifestaban con humillaciones y mortificaciones: "En el més séptimo, a los diez del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis,...porque en este día se os reconciliará para limpiaros; y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. Sábado de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas, por estatuto perpetuo" (Levítico 16:29-31). Este mandamiento se refería al día del Perdón (Yomm Kippur/ Iom Kipur) de todos los años, en el cual el sumo sacerdote entraba al santísimo para purificar o expiar el templo, a sí mismo y al pueblo mediante holocaustos.
El ayuno que era obligatorio como preparativo para este elevado día festivo del Antiguo Pacto, aquí
se presenta en relación con el descanso de toda actividad y con la purificación y santificación. Con lo cual se quiere expresar que la persona íntegra, inclusive sus necesidades físicas, debe descansar y alcanzar un estado de sobriedad y de pureza. de este modo es capaz de concentrarse por completo en el acto sacrosanto de la reconciliación.
En el libro de Jonás encontramos un ejemplo de ayuno como acto de penitencia: cuando el profeta Jonás anunció a los habitantes de Nínive que su ciudad se destruiría, " y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y pregonaron ayuno, y vistieronse de sacos desde el mayor de ellos hasta el menor de ellos" (Jonás 3:5).
Además del ayuno prescrito por la ley como preparación para el Día del Perdón, en épocas del Antiguo Testamento, el ayuno se presentaba como una tradición relacionada con la muerte y la pública declamación de duelo (comparar con 1 Samuel 31:13; Nehemías 1:4). A través del ayuno y de la oración, en tiempo de necesidades o de guerra se buscaba la atención y ayuda de Dios (comparar con Jueces 20:26; Esdras 8:23).
El ayuno que también podía comprender la abstinencia sexsual) desempeña un papel importante en el concepto de santificación del Antiguo Testamento.
La abstinencia deberá considerarse parte integrante de los mandamientos de pureza y santidad del culto, que en el Antiguo Testamento siempre atañen al cuerpo: si el cuerpo está impuro o sucio, ya sea por causa de enfermedad o por haber estado en contacto con lo impuro, con muertos o por la ingesta de comida, la persona íntegra se considerará impura. Las ideas de una triple entidad de cuerpo, alma y espíritu o bien de una separación de cuerpo y alma todavía no existían para el hombre del Antiguo Testamento. Por esta razón, lo que se experimentaba en el cuerpo tenía efectos sobre toda la persona.
Crítica al concepto de ayuno en el Antiguo Testamento
En su libro, Sirach pregunta cómo puede ayudar el ayuno al hombre que ayuna por sus pecados pero que a pesar de ello sigue pecando. Al ritual seguido de manera tan irreflexiva, contrasta su idea de devoción verdadera: "Dejar de pecar es un servicio a Dios que agrada al Señor y cesar de obrar mal es una verdadera ofrenda expiatoria" (Sirach 35:5).
También el profeta Isaías por encargo de Dios, condenó el ayuno que ofrece una imagen de aparente devoción, pero que no coincide con la postura interior: "He aquí que en el día de vuestro ayuno halláis
lo que queréis, y todos demandáis vuestras haciendas. He aquí que para contiendas y debates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente;...¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que encorve su cabeza como junco, y haga cama de saco y ceniza?" El ayuno, más bien, debería acompañarse de buenas obras: "¿No es antes el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad,
deshacer los haces de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis el yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes metas en casa; que cuando vieres al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu carne?" (comparar Isaías 58:3-7).
Mientras duró el cautiverio en Babilonia, un tiempo de ayuno regular recordaba la destrucción del templo de jerusalén. Dios tampoco sentía beneplácito en esta tradición de larga data. a través del profeta Zacarías mandó decir a los israelitas que ellos, en lugar de ayunar, mejor debían seguir la palabra que ya les había dado cuando todavía vivían pacíficamente en jerusalén: "Juzgad juicio verdadero, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano: no agravéis la viuda, ni al huerfano, ni al extranjero, ni al pobre, ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano!" (comparar con Zacarías 7:9-10).
También en este pasaje, igual que en el juicio sobre el ayuno expresado por Isaías, queda claro lo que quiere Dios: la devoción verdadera y una vida conducida a su beneplácito, y no requieren mortificaciones autoinfligidas o acetismo, sino que el hombre se brinde internamente a Dios y una postura del corazón que no pierda de vista ni la voluntad divina, ni el bienestar del prójimo. Así al final, todas las exigencias de Dios desembocaron en ambos mandamientos en los cuales se resumen la ley y los profetas según las palabras de Jesús: los mandamientos del amor a Dios y al prójimo (comparar Mateo 22:37-40).
El ayuno en el Nuevo Testamento
El ayuno en épocas de Jesús, igual que la oración y la limosna, eran parte integrante de la vida de los creyentes y expresión de su dedicación a Dios.
Acerca de la profetisa Ana se dice que ella servía a Dios "... de noche y de día con ayunos y oraciones"
(Lucas 2:37). En el sermón del Monte, Jesús entre otros aspectos, tomaba posición sobre el ayuno, la oración y la limosna. Todo ello formaba parte de las obras de fe, y aconsejaba lo siguiente: "Mirad que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos: de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos... Y cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para parecer a los hombres que ayunan: de cierto os digo que ya tienen su pago. Más tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro; para no parecer a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto: y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público" (Mateo 6:1,16-18). Por lo tanto, ayunar es expresión de una devoción muy personal.
Jesús aclaró que el ayuno, igual que la oración y la limosna, que adopta la forma de una devoción que se muestra como en una vidriera, no encuentra el beneplácito de Dios. Antes de comenzar su tarea de enseñanza, Él mismo ayunó durante cuarenta días en el desierto y se preparó de este modo para cumplir
su encargo. Pero cierta vez cuando se le preguntó por qué sus discípulos no ayunaban, como lo hacían
los discípulos de Juan y los segidores de los fariseos, contestó lo siguiente: ¿Pueden ayunar los que están de bodas, cuando el esposo está con ellos? entre tanto que tienen consigo al esposo no pueden ayunar. Más vendrán días, cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán" (Marcos 2:19-20). Este pasaje de la Biblia, para muchos cristianos es la base para no ingerir alimentos durante determinados períodos. De ello, nuestra Iglesia no deriva ninguna norma, sino que lo deja a criterio del individuo.
En los Hechos se nos transmite que la comunidad de Antioquía se oraba y se ayunaba cuando Bernabé y Saulo habían sido separados; también en Derbe ambos oraban con ayunos cuando se nombraban Ancianos para la comunidad (comparar con los Hechos 13:2-3; 14:23).
El ayuno como tradición cristiana
Durante los primeros siglos, en las comunidades cristianas surgieron numerosos ritos y tradiciones en los cuales se reconocía la cristianización de la devoción judía. Así al principio, también se mantuvo la práctica del ayuno de los días por semana que cumplían los judíos fieles. Los miércoles y los viernes se consideraban días de ayuno. Además, se ayunaba antes del bautismo; se suponía que este "ayuno de bautismo" junto con lavados rituales tenía por efecto la purificación y la santificación. A ello se vinculaba la idea de "hacer padecer hambre" a los demonios.
Aproximadamente a partir del siglo IV se implantó el tiempo de ayuno previo a la Pascua, que por lo general duraba 40 días y se constituyó en firme parte integrante del desarrollo del año religioso; la tradición del "ayuno eucarístico" se mantuvo regionalmente hasta la actualidad: la abstinencia de ingerir carne y vino antes de gustar la Santa Cena.
En su crítica a las obras meritorias, la Reforma incluía el ayuno como expresión de legalidad. Lutero lo recomendaba como un ejercicio y un medicamento útiles para el cuerpo y el alma y., por consiguiente, lo atribuía a los ámbitos de la "devoción privada".
Hasta muy avanzada la Edad Media puede observarse cómo el ayuno siendo parte integrante de la abstinencia se extendía más y más hasta que adquirió la calidad de acetismo, que inclusive en algunas
sectas y órdenes cristianas llegaba al extremo de la radical negación del mundo y en la condena de toda forma de sensualidad. Sobre una idea exagerada del ayuno como esta surgen los ideales del ascetismo, de mantener la virginidad durante toda la vida, del celibato, inclusive, de la renuncia a los bienes materiales. A estos ideales ascéticos se corresponde, por el otro lado, la idea de que el cuerpo humano
está totalmente corrompido y que debe ser combatido con todas sus "maléficas" necesidades terrenales.
El significado del ayuno visto desde nuestra fe
Hemos visto que determinados ritos de expiación, de los que también forma parte el ayuno, en la ley mosaica sólo se indican expresamente para una ocasión como preparativo para el Día anual del Perdón en el antiguo pacto. El autor de la epístola a los Hebreos se refiere a este hecho para dilucidar la fundamental diferencia entre el servicio sacerdotal del antiguo pacto y Cristo como el supremo sacerdote del nuevo pacto: "Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios. Y no para ofrecerse muchas veces a si mismo, como entra el pontífice en el santuario cada año con sangre ajena;... mas ahora una vez en la consumación de los siglos, para deshacimiento del pecado se presentó por el sacrificio de sí mismo... En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez" (Hebreos 9:24- 28; 10:10). La reconciliación activada por el sacrificio de Cristo implica el final del servicio de holocaustos y de expiación del Antiguo Testamento y de todos los mandamientos vinculados a éste. Con ello también quedó derrogado el mandamiento del ayuno con vistas al Día del Perdón.
No obstante, aún hoy, en nuestra sociedad caracterizada por los excesos, la inundación de estímulos y la adicción a los placeres, el ayuno sigue estando justificado y puede tener un lugar importante en la escala de valores de la vida de fe del individuo, El ayuno no es necesario para la santificación en ningún caso. Nuestra Iglesia no posee disposiciones generales sobre el ayuno, es decir sobre la abstención de alimentos en diferentes días u ocasiones.
También existe un ayuno en sentido figurado; aquí nos referimos a la abstención temporal a determinadas influencias sobre el intelecto (medios). La forma en que la santificación se expresa en el individuo depende de su postura y está sujeta a su responsabilidad; él mismo debe valorar lo que se puede quitar o agregar a su vida en la fe. Esto también rige para la preparación de un domingo. En este particular, "ayunar" puede querer decir que aprovechemos la noche previa al día festivo para ponernos a tono con el Servicio Divino y nos abstengamos muy conscientemente de las influencias mundanas.
El Apóstol Pablo, quien comparaba la lucha por la fe con una competencia deportiva, aconsejaba abstenerse de todo aquello que nos impida obtener el galardón del vencedor: "Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene; y ellos a la verdad, para recibir una corona corruptible" (1 Corintios 9:25).
Dejamos constancia que nuestra Iglesia no posee disposiciones sobre el ayuno. Como abstinencia temporal de ingerir alimentos o también en sentido figurado, en cuanto a prescindir de lo secundario y de concentrarse en lo esencial, el ayuno puede ser de ayuda par el individuo con el fin de que reconozca mejor el valor del ofrecimiento de santidad divina y la acepte. La santidad la bienaventuranza sólo se alcanzan a través de la gracia por el mérito de Jesucristo.
Síntesis:
El ayuno
- En su sentido original, ayunar es la practica de no ingerir alimentos por razones rituales.
- La ley mosaica impone a los israelitas ciertos ritos de expiación para el Día del Perdón que se repite cada año. Entre estos ritos está el ayuno. Según el concepto del Antiguo Testamento, el ayuno es importante para la santificación.
- En el Antiguo Testamento también nos encontramos con el ayuno como señal de penitencia y duelo; en épocas de necesidad, a través de éste se buscaba la atención y la ayuda de Dios.
- El ritual del ayuno practicado irreflexivamente es criticado por los profetas que en lugar de él, exigen la dedicación a Dios y al prójimo.
- Jesús ayunó durante 40 días en el desierto antes de iniciar su tarea de enseñanza.
- En el Sermón del Monte, Jesús aclaró que el ayuno no es objeto del beneplácito de Dios cuando adopta la forma de una devoción que se muestra como en una vidriera.
- Durante los primeros siglos de existencia, las comunidades cristianas adoptaron la tradición judía de practicar ayuno dos días por semana.
- El tiempo de ayuno previo a la Pascua de 40 días de duración, principalmente se implantó como firme parte integrante del desarrollo del año religioso y como tradición cristiana.
- Nuestra Iglesia no posee disposiciones sobre el ayuno en determinadas fechas u ocasiones. El hecho de ayunar o de no hacerlo queda supeditado al criterio personal del individuo. La santidad y la bienaventuranza sólo se alcanzan a través de la gracia por el mérito de Jesucristo.