Actos y palabras
En el Antiguo Testamento se informa que Caín y Abel llevaban ofrendas al Señor.
(comparar con Gn 4:3-4).
Ofrecer sacrificios es expresión del consagrarse a Dios y de la petición por la dedicación divina.
La consagración a Dios se realiza bajo la forma de la ofrenda, de una obra y, en el sentido más amplio, de un acto litúrgico. Aquí todavía no se puede hablar de dirigirse a Dios en forma de oraciones. Las oraciones se mencionan un poco más adelante, en relación con Set y Enós: "Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová" (Gn 4:26). Enós significa al igual que Adán , hombre. Esto debe expresar que la invocación a Dios en alabanza, agradecimiento y petición, el dirigirse a Dios en palabras, o sea en la oración, forma parte de los elementos básicos de la existencia humana. Si faltase este elemento, fundamentado en la semejanza del hombre con Dios le faltaría al hombre una dimensión esencial en su vida, que es el estar orientado básicamente a Dios. Recién por la oración, en la cual se expresan la situación concreta del hombre y su consagración a Dios a través del medio de la palabra, puede experimentarse a Dios directamente como una realidad en la vida humana. El que escucha y habla. De ambos hechos del Antiguo Testamento pueden deducirse los elementos básicos del Servicio Divino: por un lado, el acto, el hecho litúrgico; por el otro, la oración, la invocación, luego, además la consumación en palabras. Estos elementos se encuentran en los Servicios Divinos del Antiguo Pacto.
El Servicio Divino en el Antiguo Testamento
El Servicio Divino significa para Israel ante todo la garantía de la presencia de Dios.
A diferencia de la historia antigua, ahora ya no solo el hombre se dirige a Dios en el Servicio Divino, sino ante todo Dios se dirige a su pueblo. La cercanía de Dios se hace posible a través de los sacerdotes y el altar. Posteriormente, la presencia de Dios está ligada a un lugar, que es el templo de Jerusalén.
Resulta imposible bosquejar el desarrollo del Servicio Divino en el Antiguo Testamento, ya que no fue transmitido un detalle del orden en que se cumplía. De todas formas, existen algunas instrucciones sobre su desarrollo. Así en Ex 29:38-41 encontramos determinaciones precisas de cómo deben traerse las ofrendas. En el Santuario, aquí concretamente encontramos en el tabernáculo, no solo se traen sacrificios a Dios, sino también es el lugar donde Dios se reune con el hombre y le habla: "Esto será el holocausto continuo por vuestras generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí. Allí me reuniré con los hijos de Israel: y el lugar será santificado con mi gloria" (Ex 29:42-43). Más importante que traer las ofrendas en la forma correcta, aparece aquí la promesa de Dios de reunirse con su pueblo, dirigirse a Él y hablarle.
En Dt 26:1-11 se pueden encontrar indicaciones precisas de tipo litúrgico sobre cómo ofrendar las primicias de los frutos. En este texto bíblico se define el orden litúrgico del Servicio Divino. Se mencionan los actos que deben realizar el sacerdote y los fieles, y las oraciones que deben pronunciar.
En el Servicio Divino debe expresarse el agradecimiento del hombre por los frutos del campo que Dios ha permitido crecer. No se trata de un hecho puramente formal, sino que éste concierne a toda la persona, como queda en claro de las palabras finales de este párrafo "Y te alegrarás en todo el bien que Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que está en medio de ti" (Dt 26:11).
Después de establecerse el pueblo de Israel en Palestina, primeramente se ofrecían los sacrificios a Dios en diferentes lugares y más tarde exclusivamente en el templo de Jerusalén. El Servicio Divino y la presencia de Dios que se reconocía allí, sólo estaban ligados a un lugar santo. En la celebración de los Servicios Divinos de Israel, las obras de Dios constituían el tema de los mismos: la creación, la liberación de la cautividad egipcia o la inauguración del templo. En las procesiones hacia el templo se recordaba el obrar de Dios en la creación y su obrar que produce salvación. Muchos Salmos reflejan de qué forma se realizaban los Servicios Divinos. Los Salmos cumplen en los Servicios Divinos un papel importante, pues en parte eran cantados o pronunciados por toda la comunidad o bien por distintas personas seleccionadas.
El salmo 84 es un canto que fue entonado en una de estas procesiones hacia el templo: " Cuan amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo" (versículos 1 y 2). Una función igualmente litúrgica se le asigna al salmo 132, en el cual es probable que se recuerde la inauguración del templo. Asimismo menciona los rasgos esenciales de la historia de David, quien trataba de guardar el arca del pacto, el trono de Dios, en un lugar digno.
En este texto halla expresión la importancia de David en cuanto a cómo el pueblo de Dios se interpreta a sí mismo. A este Salmo ya le corresponde calidad mesiánica: "Allí (en Sión) haré retoñar el poder de David; he dispuesto lámpara a mi ungido" (Sal 132: 17). Finalmente el
Salmo 24 pertenece a una "Liturgia de admisión al templo", en el cual se tematizan las condiciones para cuando se quiere ingresar al templo y recibir bendición: "¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar Santo?" (versículo 3). En los versículos 7- 10, la comunidad ruega por admisión en el templo. La admisión y el ingreso al lugar santo era un hecho litúrgico determinado y formaba parte del Servicio Divino en el templo.
En el tiempo del exilio babilónico, el Servicio Divino era a la vez un ritual y un acto de confesión.
Su centro, desde Salomón, es el templo en Jerusalén. El Servicio Divino, sin embargo, no es una obra humana y tampoco se retrotrae a gestiones humanas, sino se fundamenta en las exteriorizaciones de la voluntad divina. Los sacrificios y los rituales son los recursos dados por Dios para llevar al hombre a la cercanía de Dios y guiarlo a la purificación y expiación. A la vez sirve para fortalecer la comunión, la fe y la autocomprensión de los israelitas.
El Servicio Divino en la sinagoga
Por la destrucción del templo salomónico y la deportación de gran parte de la población judía a Babilonia, la situación cambió radicalmente, pues ya no era posible celebrar Servicios Divinos orientados principalmente al templo. No se podían llevar ofrendas ni realizar procesiones. En ese estado surgieron nuevas formas del Servicio Divino, promovidas por los profetas y sacerdotes en el exilio.
Los judíos en el exilio se reunían regularmente para celebrar Servicios Divinos de petición y de arrepentimiento , que tenían lugar los sábados y en las festividades importantes. Así, los Servicios Divinos adoptarón una forma en la cual no se ofrecían sacrificios. La lectura y la explicación de la ley
tenían importancia central en estos Servicios Divinos. Es más, parece que la lectura de textos sagrados
ocupó el lugar de las ofrendas.
Un ejemplo a tal efecto se encuentra en Nehemías 8. Allí se habla de una lectura de la ley y su interpretación para el pueblo: "Abrió, pues, Esdras el libro a los ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento. Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron
y adoraron a Jehová inclinados a tierra" (Neh 8: 5-6). En las oraciones, el pueblo se postra ante Dios para expresarle su humildad.
El "Servicio Divino de palabras" que surgió en el exilio como producto de la situación de desesperanza, fue adquiriendo en el curso del tiempo un orden establecido. En Nehemias 8 se expresa la conmoción que produjo en la comunidad la lectura de la ley: "Y Nehemias, el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley" (Neh 8:9).
El pueblo que regresó a Palestina no sólo volvió a levantar el templo para volver a traer allí las ofrendas y sacrificios, sino que además erigió casas de oración- sinagogas (del griego=reuniones)-
en las cuales se realizaban Servicios Divinos: Como punto central tenían la lectura de los cinco libros de Moisés y posteriormente también otros libros, la explicación de escrituras bíblicas, así como la oración. Al ofrecer las ofrendas se le agregaron como una necesidad las buenas obras, el respeto a las leyes y el amor al prójimo (comparar con Sal 51: 18; Pr 21:3; Sirach 35:1-14).
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El Servicio Divino, en las sinagogas servia para hacer recordar la ley y los hechos divinos de salvación así como para fomentar la comunión por medio de alabanzas y oraciones en común. |
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