Nuestro Apóstol mayor se había anunciado para realizar el Servicio Divino para difuntos en mi área de actividad.
Nos preparamos intensivamente para este acontecimiento. Pero al prepararnos no le dimos prioridad a las cuestiones organizativas, sino a prepararnos para la oración. Porque teníamos en claro que, en definitiva, sin la ayuda y el apoyo de nuestro Padre Celestial nada saldría bien. "Pedid...buscad, y hallaréis...", así nos lo enseñó el Señor
(Lc 11:9). Eso mismo queríamos cumplir y no fuimos defraudados. Son grandes la bendición y la alegría que nos dejó aquí el Apóstol Mayor.
Recuerdo los comienzos de nuestra Iglesia aquí en el oeste de Isla de Negros. En su momento yo pertenecía a una comunidad cristiana en Bergen. Allí estábamos prácticamente aislados del mundo exterior, ya que ninguna calle conducía a lo alto, a nuestra aldea. A pesar de ello, cierto día nos llegó la noticia de que otra vez activaban
Apóstoles vivientes. Queríamos saber qué era esto, nos ocupamos de la doctrina
de los Apóstoles y aun así nos quedamos con dudas. Oré durante tres años a Dios para que Él me donara claridad en el asunto. Después, cierto día, recibí una carta del Apóstol de Distrito Kraus. Tenía las respuestas a las preguntas que yo le había hecho a Dios en mis oraciones durante esos tres años. ¡El Señor recorre caminos maravillosos como estos!
Hasta la fecha experimento la verdad de las palabras: "La oración eficaz del justo puede mucho" (St 5:16). Pero con un único golpe en la puerta no es suficiente, ya que también a nosotros se nos pide constancia en la oración, como la que distinguía a los primeros cristianos.
En todos los años de mi actividad ministerial mi experiencia me lleva a concluir que la llave para la solución de un problema, por lo general está en la oración. Suelo recibir la visita de hermanos y hermanas enfermos; tocan la puerta, piden ayuda, a veces dinero
para comprarse medicamentos. Entonces tratamos de ayudar lo mejor que podemos.
Cierto día se presentó en la puerta un hermano al que le iba muy mal. Su estado era crítico y ya no tenía dinero para medicamentos. Tuve que decirle que yo tampoco tenía dinero en casa y que solo podía ofrecerle orar con él. Estuvo de acuerdo y me dijo que creía que esta oración le traería una mejoría.
Le implorábamos intensamente a Dios para que ayudara al hermano gravemente enfermo. A la mañana siguiente de nuevo se presentó en mi puerta: había superado la crisis y le iba manifiestamente mejor.
A veces nuestros pensamientos van de aquí para allá, y pensamos cómo solucionar este o aquel problema. El Señor ya preparó la solución para ello hace falta, y solo debemos pedirla en oración. A veces tenemos que, lisa y llanamente, "arrancarsela" al Señor con ayuda de la oración. Pero con la fuerza de la oración y la fe lo logramos. ¡Y ayudar le agrada muchísimo...!
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| La celebración de la Santa Cena, para el perdón de los pecados. |

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