El profesarse a la resurrección de Jesucristo es además,
profesarse a Jesucristo como el Dios verdadero. En la resurrección se muestra y se revela ante el mundo el poder implícito en Él como hijo de Dios. En la resurrección de Jesucristo, se cumplen las promesas del Antiguo Testamento.
(Comparar con Lucas 24:46 en relación con Oseas 6:2), y también aquellas que el mismo hijo de Dios había dado anteriormente (comparar con Marcos 10:34). Según el Ápostol Pablo, la resurrección es prioridad para la fe y la doctrina:
" Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí:
Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras: y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras" (1 Corintios 15: 3-4). A los que niegan la resurrección, que ya los había en ese entonces, el Ápostol les deja en claro que la fe sin este elemento no tiene valor ni sentido: "Y si Cristo no resucitó vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe"
(Corintios 15:14).
La resurrección de la primicia, Cristo, de los muertos es el comienzo del reinado ilimitado por Dios: "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos ; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por
cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre, la resurrección de los muertos . Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo las primicias: luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin..."(1 Corintios 15:20-24). Este "fin" comprende la resurrección para el juicio, al que le sigue la nueva creación, en la cual todas las personas que han salido airosas ante Dios, tendrán eterna comunión con Él.
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