La fe ya fue puesta a prueba al comienzo de la historia de la humanidad. La duda sobre la palabra de Dios desencadenó el primer pecado. Cuando los primeros hombres aceptaron que la serpiente les dijera: "¿Con que Dios os ha dicho...?", la duda comenzó a carcomerlos hasta que violaron el mandamiento divino, comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal. Podemos imaginar que el diablo los habrá instigado a comer el fruto prohibido más de una vez, hasta lograr su propósito. Esta táctica la utiliza también hoy: un poco de enojo acá, un poco de desconfianza allá y ya está instalada la inseguridad y la duda. ¡Por eso la fe tiene que ser afirmada constantemente!
La primera duda dio lugar a una reacción en cadena. Dios echó a Adán y a Eva del Edén;

No subestimemos el peligro de la duda! Enfrentémoslo con una fe viviente y firme.Cuando notemos un atisbo de duda; rechacemoslo en sus comienzos y aferrémonos a la palabra de Dios aún con más firmeza. De esta manera adquiriremos las fuerzas para vencer las tentaciones. Si, como muchas veces dijera el Apóstol Mayor Walter Schmidt, el temor de Dios es el guardián en la puerta de nuestro corazón, entonces la duda, la superstición y el descreimiento no podrán entrar en él", Cuidaremos así, la riqueza maravillosa adquirida en la casa de Dios, su palabra será sagrada para nosotros, el altar estará a salvo, no será tocado por opiniones y pareceres humanos y reconoceremos en los portadores de ministerio, a los mensajeros de Dios que nos fueron dados para bendición y alegría.
Por la palabra y la gracia recibimos siempre las fuerzas para persevar en la fe y rechazar las tentaciones. ¡Aprovechemos los Servicios Divinos como el ofrecimiento más valioso para afirmar la fe, participar del perdón de los pecados y tener comunión con el Señor en la Santa Cena!
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