¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

sábado, 24 de marzo de 2012

¡No olvides al Señor !

                   Cuando tenemos un buen pasar muchas veces solemos olvidar las razones de nuestro bienestar; como la felicidad   y el éxito nos desbordan, no recordamos que todo dependió de la bendición de Dios. Pero también en las horas de tristeza y sufrimiento, cuando solo arde una chispa de esperanza, más de uno olvida lo grandioso que Dios ha realizado en él. Y quien corre de una cita a la otra en el frenético devenir de estos días y apenas tiene tiempo para respirar, olvida muy fácilmente lo mas importante en la vida: generarle bienaventuranza al alma. Y cuando se instala un aburrimiento casi fatal y no se sabe qué cosas positivas hacer con los interminables días, lamentablemente ocurre lo mismo: se olvida para qué estamos en la tierra y que meta tenemos. En virtud de ello, para el pueblo del Señor en el atardecer de la Iglesia de Cristo, con mayor insistencia que antes rige la exhortación del Altísimo,que colocó en el corazón del pueblo de Israel y que se encuentra muchas veces en la Santa Escritura: "No olvides al Señor." Independientemente de que se transiten las alturas del éxito o seamos conducidos a través de las pofundidades, sea como fuere: en todas las instancias de la vida recordemos la palabra del Salmo: "Grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros". Nos ha escogido antes de que fueran colocadas las bases del mundo, nos condujo dentro de su obra, nos bendijo, nos protegió y ayudó cuando se requería ayuda; Él nos ofrece paz y nos dona alegría, que no puede robar ningún espíritu de la época. ¡ No olvidemos esto! Aquello de lo que Dios nos ha dado parte personalmente hasta ahora, es infinitamente grande: el milagro de nuestra elección. Ya había sucedido antes de que hubiéramos nacido. La elección es un misterio de Dios, cuya magnitud recién podremos comprender con certeza una vez que hayamos alcanzado la meta de nuestra fe, la comunión eterna con Dios y con su Hijo. Hasta ese momento experimentaremos una y otra vez la palabra y la gracia. La palabra fortaleze y consuela, nos edifica y moviliza en pos de la disposición a la reconciliación e indica el camino a la gloria. La gracia a través del sacrificio de Jesús nos libera del derecho del maligno, en la medida que nuestros pecados sean perdonados; nos dona la comunión con el Hijo de Dios en la Santa Cena y nos permite crecer, adentrandonos cada vez más en la esencia de Cristo, gustando del cuerpo y la sangre de Jesús. No intercambies jamás la elección por un " plato de lentejas del siglo XX"; ¡que nadie desprecie la fuerza divina que transmiten la palabra y la gracia!
Somos exhortados: "¡No olvidéis al Señor!" No olvidemos jamas, cuantas cosas grandiosas más hace por nosotros una y otra vez en su amor asistencial. Pero lo más grande todavía está delante nuestro: el hecho de que nos lleve a casa a su reino eterno en la anunciada venida de Cristo. El día del Señor será un suceso que exceda todo lo que existió. Si podemos entrar en la gloria de Dios por la gracia, entonces las palabras del salmista relucirán: "Grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros".
  

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