¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

viernes, 9 de marzo de 2012

En el momento justo



    
       En el centro de nuestra fe está la promesa de Jesús de volver y llevar a los suyos con Él; esto da verdadero sentido a nuestro estar en la tierra. En su momento, los cristianos de la Iglesia del principio ya aguardaban esperanzados y con fe el pronto cumplimiento de esta promesa. Hoy, más de uno pierde la paciencia y pregunta:  ¿Cuando llegará el momento?
       En el fondo, sólo quien cuente con una promesa o una afirmativa puede esperar algo . Esto se aplica de especial manera a una promesa de Dios. En el transcurso del tiempo muchos ya perseveraron en el cumplimiento de una promesa divina.
Abraham esperaba que se cumpliera la promesa de tener un hijo. Lo hizo durante muchos años, aún cuando debido a su avanzada edad, el cumplimiento de aquella promesa parecía imposible. ¿Fue desilusionado? su fe y su paciencia fueron recompensadas.
   Durante el éxodo a través del desierto, Moises exhortaba una y otra vez al pueblo quejoso, que recordara la promesa de Dios. A pesar de que pasaron décadas, la Tierra Prometida finalmente fue ocupada.
Y los primeros Apóstoles en Jerusalén, esperaban en forma unánime recibir la fuerza de lo alto, y esto sucedió en Pentecostés.
  ¡El Señor cumple lo que promete!
 Más de uno quiere colocar el plan divino de redención en un marco cronológico humano. De ello resulta la reflexión: dos mil años sin ley ( periodo comprendido desde Adan y Eva-hasta Moisés) - dos mil años bajo la ley (periodo comprendido desde Moisés, hasta el nacimiento de Jesús). Dos mil años de gracia (desde Jesús hasta nuestros días). La suma da seis mil años, mas mil años de reino de paz, lo que equivaldría a los siete grandes días del mundo, porque mil años, según dice el Salmo, para Dios son como un día.
   Pues no, no es tan fácil. las dimensiones eternas de Dios no pueden ser colocadas a la fuerza ni en los cálculos cronológicos terrenales ni en los calendarios, que por otra parte han sido modificados bastante.
  Por otro lado, según las palabras de Jesús debemos cuidarnos de pensar: "Falta mucho para que venga mi Señor."  ¡El Padre enviará a su Hijo cuando el tiempo establecido por Él se cumpla y su Obra haya sido terminada!
  El Apóstol Pedro ya señaló que el Señor no pospone la promesa aunque algunos lo consideren una demora. Más bien tiene paciencia con nosotros y quiere que ninguno se pierda. Tengamos`presente que la Obra de Dios ha crecido en dimensiones impensables para nuestros ancestros. En su momento, de parte del Apóstol Mayor Streckeisen llegó una noticia: el pueblo de Dios posee un millón de sellados en esta tierra. ¡Qué alegría sentimos! En el ínterin, el número de sellados ha crecido a diez millones y la Obra de Dios fue erigida en países que llevaban un nombre casi desconocido en aquel entonces. A pesar de todo, seguimos siendo un rebaño pequeño.
  Cuántos escogidos se agregarán todavía, sólo lo sabe el Señor. Hagamos lo nuestro para que los últimos sean hallados, y no nos cansemos de rogar: Señor, da terminación, ven y recibenos en gracia, en tu reino eterno.
El Señor decidirá el momento; ¡a cada instante estemos preparados para su aparición!
  

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