En general, en nuestra imaginación solemos imaginar a un reino como un terreno delimitado espacialmente.
Para representar los términos "reino" y "reino celestial", en el texto bíblico griego se utilizan, habitualmente, el equivalente "basilea" que puede definirse como "dignidad real o realeza" o "poder o gerencia real". Según este uso de la palabra, reino de Dios en primera línea no se refiere al territorio delimitado sobre el que se ejerce poder, sino a una regencia real.
Referencias sobre el reinado de Dios
en el Antiguo Testamento
Quien en la concordancia bíblica busque el concepto "reino de Dios", encontrará que en el Antiguo Testamento el mismo aparece una vez y, para ser más precisos, solo en los Apócrifos. ¡Porque en el antiguo pacto vive la idea, que Dios es un monarca o regente, que Dios es rey! Por el contrario , en los evangelios "reino de Dios" y "reino celestial" son los términos centrales.
En el cántico de alabanza de Moisés después del éxodo desde Egipto, se ensalza el reinado perpetuo de Dios: "Jehová reinará por los siglos de los siglos" Éxodo 15:18). La caracterización de Dios como rey y las ideas de una regencia real del Eterno aparecen con mucha frecuencia en los textos del Antiguo Testamento, originados en la ´`época posterior al cautiverio en Babilonia, es decir después del siglo V antes de Cristo.
El Salmo 47 le canta el poderío real de Dios. "Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de júbilo. Porque Jehová el Altísimo es terrible, rey grande sobre toda la tierra...Reinó Dios sobre las gentes: asentose Dios sobre su santo trono" (versículos, 2,3,y 8). Por ende, el reinado de Dios no solo es considerado celestial y del más allá, sino que también se considera un hecho que se hará realidad en la historia.
La expectativa de un venidero reinado de Dios que abarcará todo el mundo, en cuyo centro se encuentre el pueblo elegido, comenzó a ganar importancia en las primeras épocas del judaísmo (aproximadamente año 200 a.C. hasta el año 100 d.C).
Cuanto más los judíos sentían el yugo del predominio extranjero como una humillación, más se dirigía la esperanza al comienzo de un reino de Dios del fin del tiempo, en cuyo centro se encontrase Jesrusalén.
Ya el libro de Isaias está repleto de indicios y profecías relativos al futuro reino de Dios; igual que el Libro de Daniel, que marca el comienzo de una nueva era. En el sueño de los cuatro reinos (comparar con Daniel 2) y la visión de las cuatro bestias (comparar con Daniel 7), la historia se ve como la continuación de reinos mundanos provisorios y pasajeros, y que son reemplazados por un reino nuevo y eterno.
Nacubodonosor, el rey de Babilonia soñó cierta vez con una estatua de metal y arcilla que era destruida por una piedra. A lo cual se agregaba el vaticinio:"Y en los días de estos reyes, levantará el Dios del cielo un reino que jamás se corromperá: y no será dejado a otro pueblo este reino; el cual desmenuzará y consumirá todos estos reinos, y él permanecerá para siempre (Daniel 2: 44). En la visión de las cuatro bestias, Daniel ve aquel reino venidero en conexión con la venida del Hijo del Hombre: "...Y he aquí en las nubes del cielo como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta el Anciano de grande edad, e hiciéronle llegar delante de él. Y fue dado señorío, y gloria y reino: y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; señorío eterno, que no será transitorio, y su reino que no se corromperá" (Daniel 7:13-14). El Hijo del Hombre no es otro que Jesucristo.
Jesucristo. El reino de Dios actual
y que se inicia
Al iniciar nuestro análisis establecimos que el concepto "reino de Dios" hace referencia al reinado o poderío de un rey. Este rey es Jesucristo, del cual dijo el ángel: "Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo: y le dará el Señor Dios el trono de David su padre. Y reinará en la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin" (Lúcas 1:32-33):
Los contemporaneos de Jesús interpretaron las promesas del Antiguo Testamento, acerca del reino de Dios, como el carácter político, es decir como visible edificación del reino de David. Por el contrario, el Resucitado puso en claro que toda la Escritura, y por consiguiente también las promesas del Antiguo Testamento sobre un reino venidero, señalaban a Cristo: "Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las escrituras lo que de él decían" (Lucas 24:27). Todas las profecías sobre un rey que vendría se referían a Él. Esto queda en claro en la charla que mantiene Jesús con Pilato, donde reconoció el antedicho. A la pregunta "Eres tu el rey de los judíos?", el Señor respondió: "Mi reino no es de este mundo: si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos: ahora ahora pues mi reino no es de aquí." A continuación Pilato pregunto: "¿Luego rey eres tú?" Jesús respondió: "Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz" (Juan18:33.37).
El comienzo del reino de Dios con Jesucristo marca, al mismo tiempo, el inicio de una nueva época.
Con la victoria de Cristo sobre la muerte, su resurrección triunfal y ascensión al cielo, el reino de Dios ya es realidad aunque todavía no haya sido edificado a la vista en la tierra. A pesar de ello, Cristo está a la diestra de Dios en el cielo; noble "sobre todo principado, y potestad, y potencia, señorío, y todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, mas aun en el venidero" Y sometió [Dios] todas las cosas debajo de sus pies, y diolo por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia..." (Efesios 1:21-22). En este pasaje, Cristo es caracterizado como cabeza de la comunidad y quienes pertenecen a su comunidad como miembros, se consideran ciudadanos del reino de Dios.
El contenido central del anuncio de Jesús es el evangelio del reino, que ha venido con Él: "El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca. Arrepentios, y creed al evangelio" (Marcos 1:15).
"Y preguntado por los Fariseos, cuando había de venir el reino de Dios, [Jesús] les respondió y dijo:
El reino de Dios no vendrá con advertencia; ni dirán: Helo aquí, o helo allí: porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está" (Lucas 17: 20-21). Con lo cual queda claro, que el reino de Dios ya se ha iniciado en la persona de Jesucristo. Las señales, los milagros y los hechos poderosos del Señor también dan testimonio de ello.
Cierta vez Cristo sanaba a un poseído. Los fariseos le atribuyeron estar conectado con los poderes del mal. Cristo replicó a esta acusación: "Y si por Espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mateo 12;26- 28). Con estas palabras el Hijo de Dios expresó en forma completamente inequívoca, que el reino de Dios está presente en Él.
En numerosas parábolas y metáforas, Jesús estableció las características del reino de Dios y puso en claro su carácter único.
Las parábolas de las semilla de mostaza, de la levadura y de la siembra que crece, muestran el poderío de Dios como una fuerza que se despliega, que comprende y traspasa todo; por otra parte, las parábolas del tesoro en el campo y de la valiosa perla, señalan el incomparableValor del reino de Dios, que tanto significa para el que lo busca y encuentra, y que entrega todo por él. En realidad, el hombre debe preocuparse por este reino: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). El reino de Dios, es decir la comunión con Cristo, es la meta más elevada del hombre; por el contrario, no lo son las preguntas primarias respecto de alimentación, vestimenta, vivienda, propiedad, honor y reconocimiento público.
Para llegar al reinado de Dios actual, se deberán reunir determinadas condiciones entre otras, las siguientes:
- El reconocimiento con Jesucristo, en cuyo activar ya se hace presente y palpable hoy,
- el futuro reinado de Dios,
- La aceptación de los Apóstoles enviados por Él.
- El renacimiento, respecto del cual dice a Nicodemo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3:5).
Creemos: "Que [Dios] nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo; en el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados" (Colosenses 1:13-14).
La llave del reino de los cielos
En lugar del término "reino de Dios", Mateo empleo el concepto "reino de los cielos", también en el encargo que el Hijo de Dios dio a Simón Pedro, cuando le expresó: "Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos;y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos" (Mateo 16:19). De este pasaje bíblico se desprende que el Señor quiso elevar al Apóstol Pedro como administrador con encargo sobre su Obra. Los términos "desatar" y "ligar" se explican por si mismos a traves del contexto. Se trata del "fundamento" y de la "edificación" de la comunidad, y de la particular postura del Apóstol Pedro.
Las palabras "desatar" y "ligar" abarcan más que perdonar y retener pecados, ya que ambas significan declarar "permitido" o "prohibido" respectivamente, en idiomas arameo. De manera entonces, que se trata de mantener en alto el orden en el seno de la comunidad. Este servicio especial de crear la unidad pedida en ruegos, deseada y encomendada en el círculo de los Apóstoles y de conservarla (comparar con "Preguntas y Respuestas" Nº 178). hoy le cabe al Apóstol Mayor como cabeza de los Apóstoles. Entre sus funciones también está fortalecer a los hermanos (comparar con Lucas 22:32) y apacentar el rebaño de Cristo (comparar con Juan 21:15:17).
La venida del reino de Dios
Donde Jesucristo estaba y está presente, también estaba y está el reino de Dios, por cierto todavía no manifestado en su terminación. Entonces, dirijamos ahora la mirada al futuro reino de Dios.
Con Cristo, que volverá, y la boda en el cielo, se cumplirá lo expresado en forma grandiosa en el Apocalipsis de Juan: "Aleluya; porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y demosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su esposa se ha aparejado"(Apocalipsis 19:6-7).
Que el reino de Dios presente y futuro, que la comunión presente y futura con Cristo se encuentran inseparablemente unidas, en especial se pone de manifiesto en la celebración de la Santa Cena. Cuando en el Padre Nuestro expresamos nuestro ruego "Venga tu reino" y experimentamos la presencia de Cristo en el Sacramento, siempre celebramos la Cena con vistas al venidero reino de Dios y al regreso de su Hijo (comparar con 1 Corintios 11:26). Cristo abrió a sus discípulos esta grandiosa perspectiva de la comunión venidera, al implantar la Santa Cena con las palabras: "Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, en que lo beba de nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (Mateo 26:29, rev. 1960).
En las parábolas del reino de Dios y de la venida del Hijo del Hombre (al respecto, comparar también con "Doctrina y Reonocimiento", Revista "Nuestra Familia" números 10 y 11/2002), Jesús no deja lugar a duda de que la venida del reino de Dios también implicará un juicio, un cisma entre el bien y el mal, de adentro o de afuera. Así leemos, por ejemplo en la parábola de la red: "Asimismo el reino de los cielos es semejante a la red, que echada en la mar, coje de todas suertes de peces. La cual estando llena, la sacaron a la orilla; y sentados, cogieron lo bueno en vasos, y lo malo echaron fuera. Así será al fin del siglo; saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos"
(Mateo 13:47-49).
Después que Cristo haya eregido el reino de paz en la tierra y a todos los hombres se les haya predicado el evangelio del reino, vendrá el juicio final. Entonces, Cristo habrá vencido a todos los poderes. A continuación, Dios creará un nuevo cielo y una nueva tierra. En la nueva creación, el reino de Dios se hará realidad en la gloria. Cristo entregará el reino al Padre "para que Dios sea todas las cosas en todos" (comparar 1 Corintios 15:23-28; Apocalipsis 19:20; 20:10-14). Y se habrán cumplido, en sentido absoluto, las palabras que dicen: "...porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén".
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