¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

EL FUEGO DEL EVANGELIO


   Jesucristo ha encendido el  "fuego del evangelio"  y encargó a sus Apóstoles
 que lleven este fuego a todo el mundo.  Esta es la razón por la cual hoy todavía arde el "fuego del evangelio" en todo el mundo.

Donde experimentamos este fuego, sentiremos que da calor al corazón.  Nos da la luz que resplandece en nuestro entorno.
   Está en la voluntad de nuestro Padre celestial que el "fuego del evangelio" no sólo se expanda en la tierra, sino También el los ámbitos del más allá. A través del hecho de que este fuego arde en nosotros, ya podemos ser una ayuda. Porque si tocamos a las almas del más allá con el corazón cálido y por ende ardemos en el sentido espiritual, las chispas de este fuego saltarán y muchas almas de esos ámbitos serán compredidas por el "fuego del evangelio". entonces aceptarán la invitación de acercarse al altar y recibir los sacramentos.
    "Este fuego del evangelio" que arde en nosotros tiene diferentes maneras de presentarse. Tomemos por ejemplo el caso del centurión de Capernaum, en la época de Jesús. En él ardía el "fuego de la fe". Le habló a Jesús, le contó acerca de su criado enfermo y dijo: "Señor no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará". Verifiquemos si en nosotros arde un "fuego de la fe" semejante.
    "El fuego del amor" ardía en el Señor Jesús. Era su deseo más profundo ayudar a todos los hombres, porque los amaba. Si el fuego divino arde  en nuestro corazón, saltará al más allá, iluminará a muchas almas el camino al altar y lo dejará libre para ellas.
    Y llegamos al tercer punto, que está relacionado con el segundo: el "fuego de la misericordia". Se expresa en el suceso del buen samaritano. Un hombre cayó en manos de unos asaltantes. Estaba herido y desvalido y parecía que nadie le ayudaría a salir del mal trance. LLegó al lugar un sacerdote que vio al hombre mal herido, pero nada hizo, sino que siguió de largo. Luego pasó un levita que se comportó del mismo modo. Pero al final pasó un samaritano, y en la Biblia dice: "... y viéndole", a aquel hombre desvalido y herido, "fue movido a misericordia". Estaba embargado de misericordia, Ofreció su ayuda a aquel hombre e hizo todo lo necesario para que el maltratado sanara nuevamente. Cuando este "fuego de la misericordia" arde en nosotros, oramos por aquellos que están desvalidos en el más allá.
   Un punto más: el "fuego de la esperanza". Esperamos el día del Señor. Este fuego no debería apagarse en nosotros. Si arde, entonces se esparcerá, alcanzará a otros y tendrá un efecto maravilloso: muchos tendrán esperanza por la venida del Señor y le esperarán.
     Permítanme mencionar un último punto: el "fuego de la alegría y del entusiasmo".
Ser un hijo de Dios es grandioso, es lo más grande que hoy podemos alcanzar. Es como
un fuego  la alegría. Si experimentamos que el Señor está cerca de nosotros, si nos podemos reunir en los Servicios Divinos para oír la palabra divina: ¡esto es alegría! Estamos juntos ante el altar donde no oímos palabra de hombre, sino la voz de nuestro Padre celestial.
     Esto nos alegra. Este fuego debe arder en nosotros, porque entonces seremos un modelo para el mundo del más allá y así este fuego podrá arder en esas almas.

Así que debemos verificar una y otra vez
para establecer si el "fuego del evangelio"
arde en nosotros.

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