Queríamos compartir una experiencia de fe: Que pudimos vivir, tomados de la mano del amado Dios y confiando en los ruegos.
transcurría el año 2007 cuando nació mi hijo Carlitos. Mi pequeño nació con Síndrome de Down; pero junto a esta patología se sumaban dos problemas de salud que debían solucionarse por medio de cirugías, una de ellas en forma inmediata. Así mi bebé, con solo dos horas de vida, entró por primera vez al quirófano.
Siempre contamos con la poderosa ayuda de nuestro Padre Celestial, y los ruegos constantes de hermanos y siervos... además de los nuestros.
La angustia y el temor no dejaban de estar, pero ganaba la confianza. Carlitos superó la operación y pasó a recuperación. Durante esos días no podía tocarlo ni hablarle; como mamá era muy triste no poder tener contacto con mi bebé. Un día ("el día") me sentía realmente sin fuerzas para seguir: lo único que podía hacer era orar.
Y así fue que inclinando el corazón y con lágrimas en los hojos, pedí al amado Dios una respuesta, algo o alguien que me diera fuerzas.Volví a mi habitación aliviada por haber orado e inmediata mente sonó el celular.¡ Era un Apóstol! Me dijo: "Hermana recibí su mensaje y la llamé".
Mi corazón estalló de alegría y le expliqué que no le había enviado ningún mensaje, solo había orado para pedir fuerzas. La respuesta fue: "Quedate tranquila, tu mensaje llegó...".
A partir de allí los días pasaron volando y en dos días tuve a mi bebé en casa. Pero esto no termina acá; faltaba solucionar el problema de su corazoncito. Así llego el momento de una nueva cirugía, muy riesgosa. No sólo estábamos confiados en el amado Dios, sino que recibimos amor y ruegos hasta de hermanos y hermanas que no conocíamos.
Nuestro hijo superó una cirugía de varias horas.¡ Cuando pude verlo, no solo estaba despierto sino que ya se había alimentado y se encontraba muy bien! Los médicos no lo podían creer... pero nosotros sí lo entendíamos. Reconocimos que así había sido la voluntad de Dios.
Estamos inmensamente agradecidos a todos por todos los ruegos, por el amor y por estar siempre a nuestro lado.
Y agradecemos cada día al Padre Celestial por nuestro hijo y por sentir lo maravilloso que es ser hijo de Dios.
transcurría el año 2007 cuando nació mi hijo Carlitos. Mi pequeño nació con Síndrome de Down; pero junto a esta patología se sumaban dos problemas de salud que debían solucionarse por medio de cirugías, una de ellas en forma inmediata. Así mi bebé, con solo dos horas de vida, entró por primera vez al quirófano.
Siempre contamos con la poderosa ayuda de nuestro Padre Celestial, y los ruegos constantes de hermanos y siervos... además de los nuestros.
La angustia y el temor no dejaban de estar, pero ganaba la confianza. Carlitos superó la operación y pasó a recuperación. Durante esos días no podía tocarlo ni hablarle; como mamá era muy triste no poder tener contacto con mi bebé. Un día ("el día") me sentía realmente sin fuerzas para seguir: lo único que podía hacer era orar.
Y así fue que inclinando el corazón y con lágrimas en los hojos, pedí al amado Dios una respuesta, algo o alguien que me diera fuerzas.Volví a mi habitación aliviada por haber orado e inmediata mente sonó el celular.¡ Era un Apóstol! Me dijo: "Hermana recibí su mensaje y la llamé".
Mi corazón estalló de alegría y le expliqué que no le había enviado ningún mensaje, solo había orado para pedir fuerzas. La respuesta fue: "Quedate tranquila, tu mensaje llegó...".
A partir de allí los días pasaron volando y en dos días tuve a mi bebé en casa. Pero esto no termina acá; faltaba solucionar el problema de su corazoncito. Así llego el momento de una nueva cirugía, muy riesgosa. No sólo estábamos confiados en el amado Dios, sino que recibimos amor y ruegos hasta de hermanos y hermanas que no conocíamos.
Nuestro hijo superó una cirugía de varias horas.¡ Cuando pude verlo, no solo estaba despierto sino que ya se había alimentado y se encontraba muy bien! Los médicos no lo podían creer... pero nosotros sí lo entendíamos. Reconocimos que así había sido la voluntad de Dios.
Estamos inmensamente agradecidos a todos por todos los ruegos, por el amor y por estar siempre a nuestro lado.
Y agradecemos cada día al Padre Celestial por nuestro hijo y por sentir lo maravilloso que es ser hijo de Dios.
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