¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

domingo, 20 de junio de 2010

AMOR fraternal

     Soy hija de Dios desde muy pequeña, y llegado el momento empecé a colaborar,
 en la Obra permanentemente. Mis padres desde hace varios años, ya están en la eternidad y hace ocho meses partió a casa mi única y tan querida hermana.
Durante su enfermedad pude vivir momentos de alegría pero también de mucha tristeza, porque ya percibía desde mucho tiempo antes su partida. Nos unía "demasiado amor" a las dos.
      Permanecí a su lado cada día, desde el comienzo hasta el final. Orábamos entrelazando nuestras manos y ella se se sentía tan feliz, con los mimos, abrazos y besos. A mí me parecía poco lo que le daba, porque no quería que perdiera la fuerza, ni la sonrisa, quizás por alguna palabra graciosa y otra cosa que se me ocurría.
En uno de esos tantos días, hubo uno, dado que me encontraba sola con ella y su estado no era el mejor,
Cuando me acerco a besarla estaba totalmente fría, no me contestaba y sus ojos cerrados.
     En mi desesperación lo primero que hice fue abrazarla fuertemente y rogar "Padre Nuestro", y besarla una y otra vez. De repente sus ojos se abrieron y me dice con voz dulce y a la vez fragíl:
"Que lindo calorcito..."Y el amado Padre, que estaba tan bondadoso, me la prestó de vuelta.
Se mejoró en forma maravillosa, pero volvío a ser internada. Su estado era crítico, y su deseo era estar en su hogar, obviamente deseo que se cumplió, y seguí con mis mejores cuidados para ella, y volver agradecer porque nuevamente el Señor me la volvía a prestar, esta vez por tres meses, donde papito Dios decide llevarla a casa.
   Su gran preocupación eran mis ojos, dede muy pequeña: mi madre también luchaba mucho por esto.
Antes de partir, reiteradas veces me pedía que le entonara un cántico. El primero que vino a mi mente
es el que dice: "Abre mis ojos oh Señor". Nada es casualidad. Porque hace poco pude operarme de la vista y ver.
Verdaderamente sentí el amor de mi hermana, y el acompañamiento del ruego de mis siervos y hermanos en la fe.
Una vez más volví a agradecer por tanta bendición a pesar de las circunstancias que nos toca vivir.
¡Cúanta grandeza la de nuestro Padre! Él no se queda con nada...

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