¡"Si amas al buen Jesús!"
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vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.
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jueves, 5 de mayo de 2011

Los Salmos



En primer lugar nos preguntaremos qué son los salmos en realidad.
 A continuación nos referiremos a los aspectos históricos y a la estructura del salterio.
Seguirán a ello un análisis de las particularidades del lenguaje poético de los salmos.
 Después presentaremos los diferentes géneros y en la segunda entrega de esta serie
nos ocuparemos de la importancia que revisten los Salmos para el Nuevo Testamento.
(Parte 1)
 ¿Qué son los salmos?
Los salmos son cánticos y oraciones dispuestos en forma de poesía, con versos de cierta métrica. Son cantados o recitados por solistas y también por la comunidad. Con la palabra "salmo" se identifica el cántico individual; " el salterio" es el libro que reune los salmos.
   En la tradición judía, la colección de 150 salmos sellamaba el "Libro de los Cantos". En la traducción griega, es decir la Septuaginta, se los llamaba "el libro de los Salmos" o
"Psalterion", o "psalmos". El concepto de Psalterion. (psalterium) puede referirse a una recopilación de cánticos o a un instrumento de cuerdas que acompaña a los cantores de salmos.

La historia de los Salmos
Los salmos probablemente hayan surgido en la época que se extiende entre la salida de los israelitas de Egipto hasta mucho después del exilio en Babilonia.
Por consiguiente, comprenden un periodo de aproximadamente mil años. Apenas de unos pocos salmos se puede afirmar con precisión cuándo surgieron.
  Además de los 150 salmos del salterio, existen otros en el Antiguo Testamento, así por ejemplo los cánticos de Moisés (comparar con Deuteronomio 32: 1-43), de María (comparar con Jueces 5). En el Nuevo Testamento también encontramos salmos: el canto de alabanza de María (comparar con Lucas 1:46-55) o el canto de alabanza de Zacarías (comparar con Lucas 1:68-79).
  Además también encontramos los salmos poéticos compuestos fuera de la Biblia. forman parte de ellos, los salmos que se le adjudican al ey Salomón. En estos poemas se expresa la esperanza de que el Mesías de la casa de David pronto asumirá su gobierno o soberanía.
   El libro de los Salmos después de los cinco libros de Moisés (= Torá) y de los profetas forma parte de la tercera y más reciente parte del canon judío, es decir  "los escritos". Se supone que la recopilación de 150 salmos ya había sido concluida en el siglo II a. de C.
En la época de Jesús, los Salmos gozaban de gran reconocimiento y formaban parte igual que la Torá y los profetas, de los escritos santos y obligatorios para la fe. Por cierto, este era el caso principalmente entre los fariseos y en la comunidad Qumran, mientras que para los samaritanos y los saduceos sólo la Torá poseía valor canónico.


Estructura y autores del Salterio
  Tradicionalmente, el salterio se subdivide en cinco libros de diferente extensión
 (1-41; 42-72; 73-89; 90-106 y 107-150). Cada uno de estos libros finaliza con una alabanza especial a Dios. Los salmos 3-41 son adjudicados a David, mientras que los salmos 42-49 llevan la indicación "a los hijos de Coré". Los salmos 51-65 y 68-70 se vuelven a adjudicar al rey David; las composiciones 72 y 127 se vinculan al nombre de Salomón y los salmos 50,73-83 al nombre de Asaf.
   El rey David es considerado el salmista más famoso porque compuso un gran número de salmos. Coré y Asaf eran patriarcas de ciertas familias, cuyos descendientes formaban un conjunto de cantores del templo (comparar con I Crónicas 25; 2 Crónicas 20:19). Que se mencionen sus nombres, probablemente significa que los salmos respectivos pertenecían al repertorio tradicional de estos grupos de cantores.
Como por lo general, los salmos se cantaban, es igual encontrar en sus títulos indicaciones de ejecución, tales como "cántico" o "al músico principal". Es probable que estas instrucciones se dirigieran  a un "maestro de música", que trabajaba en el templo y que cumplía ciertas tareas tareas en los Servicios Divinos.
    en algunos salmos (comparar por ejemplo con 3:2). encontraremos la palabra "Selah", cuyo significado hasta la fecha no pudo ser aclarado unívocamente. Algunos expertos del Antiguo testamento suponen que se trata de una indicación para la comunidad en cuanto a responder al cántico de los cantores. Otros interpretan "Selah" como un simple signo de pausa.

Particularidades del lenguaje poético
El lenguaje poético de los salmos posee ciertas características. La característica de estilo más llamativa es que para destacar su importancia, un mensaje se repite en otras palabras:
   "Porque se han acabado los fieles de entre los hijos de los hombres" (Salmo 12:1), o:
"No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad" (Salmo 37:1).
   Otra particularidad lingüística más es la confrontación de dos expresiones contrarias: "Mas el justo tiene misericordia, y da " (Salmo 37:21), o "Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá" (Salmo 1:6).


 Diferentes géneros
  La recopilación de salmos comprende de cánticos de alabanza, de agradecimiento, de sufrimiento y otros géneros más, cada uno con una estructura y carácter especiales.
  Un grupo de salmos tiene forma de himnos, de cánticos de gloria o de alabanza (comparar con Salmos 33; 65; 100; 103; 117; 134; 135; !45; !49). El cántico de alabanza o el himno consiste en tres partes; introducción, cuerpo principal y el cierre. En la introducción, la comunidad es exhortada en conjunto a alabar a Dios. A modo de ejemplo podemos citar el texto del Salmo 135: 1-2 que dice:


"Alabad el nombre de Jehová, alabadle, siervos de Jehová;
los que estáis en la casa de Jehová,
en los atrios de la casa de nuestro Dios".
A la introducción con el llamado de agregarse a la alabanza sigue el cuerpo principal, en el cual se glorifican las obras de Dios. Se alaban la majestad de Dios y sus grandiosas obras en la creación y en la historia, aquí por ejemplo la salvación de Israel del cautiverio egipcio (Salmo 135- 5-9):
Porque yo sé que Jehová es grande,
y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses.
Todo lo que quiso Jehová, ha hecho
en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos;
Él hace subir las nubes del cabo de la tierra,
El hizo los relámpagos para la lluvia,
El saca los vientos de sus tesoros;
Él es el que hirió los primogénitos de Egipto,
desde el hombre hasta la bestia.
Envió señales y prodigios en medio de ti,
oh Egipto,
Sobre faraón, y sobre todos sus siervos".
Como es habitual en este género, también aquí en el salmo 135, el tema de la introducción se retoma en el cierre (versículos 19-21):

"Casa de Israel, bendecid a Jehová:
Casa de Aarón, bendecid a Jehová:
casa de Leví, bendecid a Jehová:
Los que teméis a jehová, bendecid a Jehová:
Bendito de Sión Jehová,
que mora en Jerusalén.
Aleluya."
Además de himnos o cánticos de alabanza, encontramos cánticos de sufrimiento o lamentación del pueblo. En tiempos de penurias, de catástrofes naturales o al ser atacados por enemigos se los entonaba en el lugar santo. Ejemplos de ello son los salmos 44, 60, 74, 80, 83, 85. En el salmo 60: 1, el pueblo clama: "Oh Dios, tú nos has desechado, nos disipaste; te has airado: vuélvete a nosotros."

Los cánticos de sufrimiento del pueblo poseen la siguiente estructura: evocación de Dios, expresión de la lamentación o sufrimiento, el ruego y la promesa. Pero no sólo existen cánticos de sufrimiento en los que se expresa el temor y la opresión del pueblo, sino también aquellos en los que el individuo se lamenta por su desdicha personal. Estos cánticos de sufrimiento (en realidad se trata de ruegos) constituyen el género más numeroso del salterio; su organización formal se asemeja a la de los cánticos de sufrimiento del pueblo. Muchas veces, después del voto o promesa, todavía se agrega el agradecimiento por la salvación del estado de necesidad. Un ejemplo puntual de ello es el salmo 102, el así llamado quinto salmo de arrepentimiento, que se conoce como ("Oración del que sufre, cuando está angustiado, y delante de jehová derrama su lamento") ya da indicios de su función. Este salmo suministra las palabras para una oración con lo cual alguien acosado por las necesidades puede expresar su aflicción ante Dios:
  "Jehová oye mi oración,
y venga mi clamor a ti.
No escondas de mí tu rostro:
en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído;
el día que te invocare, apresúrate a responderme".
(versículos1-2).

El pueblo o el individuo no sólo expresan sus lamentos, sino también el agradecimiento. Así hay un sin número de salmos y canciones de agradecimiento. El pueblo agradece por la salvación del peligro (comparar con Salmos 124; 129).

"Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores: quebróse el lazo,
 y escapamos nosotros. Nuestro socorro es en el nombre de jehová,
 que hizo el cielo y la tierra"
(Salmo 124: 7-8).
Más que canciones de agradecimiento del pueblo, encontramos aquellos en los que habla el israelita individual. Uno de los cánticos de agradecimiento más famosos es el salmo 118:
"Alabad a Jehová, porque es bueno,
porque para siempre es su misericordia...
te alabaré
porque me has oído,
y me fuiste por salud" (versículos 1y 21).
En las canciones de Sión (comparar con salmos 46 y48), emparentados con los salmos de agradecimiento, se ensalza la gloria de la ciudad de Dios, del templo o monte de Sión:
"Grande es Jehová y digno de ser en gran manera alabado.
En la ciudad de nuestro Dios, en el monte de su santuario" (Salmo 48:1).
Los salmos de sabiduría (comparar con los salmos 1, 37, 49, 119) forman parte de los textos más recientes del salterio. En ellos encontramos pensamientos sobre Dios y su creación, similares a los que encontramos en el libro de los Proverbios, la Sabiduría de Salomón, o de Jesús Sirach. Un ejemplo de este género es el primer salmo en el cual se pondera la fidelidad a la ley:  

   "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
 ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado,
antes en la ley de Jehová está su delicia,
y en su ley medita de día y de noche"
(Salmo 1:1). 

 La reflexión y el ocuparse permanentemente de la ley mosaica en los siguientes siglos se constituyen en expresión sustancial de la religiosidad judía.

El salmo 119 es un famoso ejemplo de la devoción judía por la ley; es el salmo más largo. Su estructura responde, igual que otros salmos, al alfabeto hebreo. Por eso fue llamado por Lutero el "ABC de oro". La ley, la Torá aparece con diferentes denominaciones, tales como mandamiento, palabra, camino, indicación, estatuto, orden, advertencia o testimonio. En este punto, igual que en otros salmos, la ley es entendida como un camino para recibir salvación y llegar a la comunión con Dios:

"Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, y guardarelo hasta el fin.
Dame entendimiento, y guardaré tu ley.
Y la observaré de todo corazón"
(Salmo 119:33-34).

Los salmos reales poseen enorme importancia (comparar con Salmos 2,20,21,45), en los que el rey es glorificado como elegido y ungido. En algunos de ellos, el rey es referido como "Dios", como en el Salmo 45: 6-7.

"Tu trono, oh Dios, eterno y para siempre:
vara de justicia la vara de tu reino.
Amaste la justicia
y aborreciste la maldad:
por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo,
con óleo de gozo sobre tus compañeros".

Con estas palabras se pretende expresar que el rey de Israel se encuentra en una relación especial con Dios. Mucho de lo que expresan estos salmos puede entenderse como indicio del futuro Mesías, es decir de Jesucristo.

"La piedra que desecharon los edificadores,
ha venido a ser cabeza de ángulo.
De parte de Jehová es esto:
Es maravilla en nuestros ojos.
(versículos 22-23).

viernes, 1 de octubre de 2010

¡El temor de Dios!



                                     Introducción y definición conceptual
          El temor de Dios se define como uno de los conceptos básicos de la doctrina de Jesús, que no son fáciles de explicar. El temor es una sensación no querida, porque nos produce sobresalto. A pesar de ello,el temor suele tener una función protectora, ya que muchas veces impide que nos expongamos a peligros.
Una persona que reprime conscientemente o desestima sus temores naturales, se vuelve audaz y puede poner en peligro su propia vida.
   Cuando pensamos en Dios, en primera instancia nuestra relación con Él lleva la impronta del amor, la confianza y la fe infantil. En realidad, la idea de temor pareciera no llevarse bien con ello. Es más, con el trasfondo de que Cristo nos ha enseñado a conversar en confianza con Dios como nuestro  Padre en el cielo (comparar, por ejemplo, con Mateo 6:8-9), la idea de temor nos parece un tanto paradójica. Pero, justamente, la primera epístola de Pedro enlaza el orar al padre celestial con la exhortación a sentir temor de Dios, ya que:"...si invocáis al Padre a aquél que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación" (1:17).
De manera, entonces, que el temor de Dios no es un mero "remanente obsoleto" de los tiempos del Antiguo Testamento que se deslizó furtivamente en el evangelio, sino para los hijos de Dios, es la regla de conducta en la vida. Cierta vez, nuestro Apóstol Mayor dijo, que las raíces de nuestro temor de Dios son el amor que le prodigamos a Él y a su obra, nuestra mayor consideración ante su majestad divina.
   Con los términos "temor de Dios" o "temor del Señor" designamos la actitud fundamental, basada en el amor, humilde y respetuoso del hombre fiel y creyente frente a Dios todopoderoso, a sus manifestaciones y sagradas facultades.
   A continuación analizaremos una evolución palpable en la historia de salvación, que partió de sentir temor de Dios para llegar al temor de Dios incorporado interiormente.
                                 Algunos ejemplos del temor de Dios
                                 en el Antiguo Testamento. 

La relación entre el primer hombre y Dios no estaba viciada. El Creador había hablado con el hombre, lo había bendecido, lo había colocado, por encima de las plantas y de los animales, abriéndole un espacio vital grandioso (comparar con Génesis 1:28-30; 2:8-15).
Pero en la prohibición de comer los frutos del árbol de la ciencia, al mismo tiempo había hecho valer su derecho a obedecerle, a reconocer su voluntad. Al violar este mandamiento, es decir al desobedecer, la relación entre los primeros hombres y su Creador fue profundamente mellada; después que Adán comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal, comenzó a temer a Dios y se oculto de Él junto a su mujer.
Entre las consecuencias de pecar también está, que a ningún mortal le resulta posible ver directamente el rostro de Dios en toda su gloria e inaccesible santidad, ya que para ello,el hombre debería morir (comparar Éxodo 33:20; Isaías 6:5).
    Siempre que en situaciones especiales, Dios de lejos daba indicios e su manifestación, se producía una situación tan subyugante para el hombre, que terminaba reaccionando con susto y temor. Cuando semejante temor hace que el hombre tome conciencia de su fútil posición frente a la majestuosidad y grandeza divinas, esto puede desemboscar en el respeto y en el temor de Dios.
    Cuando Dios se manifestó a Moisés en la zarza ardiente y lo llamó por su nombre, este varón cubrió su rostro "porque tuvo miedo de mirar a Dios" (Éxodo 3:6). Este temor denota santo recelo, el respeto ante el Dios que se acerca, el temor de Dios del hombre creyente que ha sido llamado. Esta actitud contribuyó en forma sustancial
a que Moisés finalmente, aceptara el encargo divino  de rescatar a los israelitas de la esclavitud , El todopoderoso mostró a Moisés su poder de hacer milagros y a partir de allí, en él se desarrolló la profunda confianza que necesitaba para poder cumplir su encargo. El temor de Dios fue determinante para enfrentar el ,llamamiento divino.
Atravesando infinidad de dificultades, condujo al pueblo de Israel fuera de Egipto a lo profundo del desierto.
      Cuando Dios entregó los Diez Mandamientos a los pies del monte Sinaí y los israelitas fueron testigos de una impresionante manifestación Divina, debieron santificarse para este hecho durante dos días, cumpliendo determinados mandamientos de castidad. El temor y el susto se hicieron presa de ellos: "Todo el mundo consideraba las voces, y las llamas, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba: y viéndolo el pueblo temblaron, y pusieronse de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tu con nosotros , que nosotros oiremos; mas no hable Dios con nosotros, porque no muramos. Y Moisés respondió al pueblo: no temáis; que por probaros vino Dios,y porque su temor esté en vuestra presencia para que no pequéis. Entonces el pueblo se puso de lejos, y Moisés se llegó a la oscuridad en la cual estaba Dios." (Éxodo 20: 18-21). De estos sucesos se desprende con claridad, que el temor de Dios puede tener un efecto santificador,
ya que protegía a los israelitas de pecar contra ÉL. Además, daba a todos los testigos
cierta idea de la santidad e intangibilidad divinas que también se ponian de manifiesto en la prohibición de tocar o de pisar el Monte Sinaí.
    Desde siempre, el temor de Dios movió a los fieles a actuar según la voluntad divina y a evitar el pecado.
Un ejemplo famoso de la conducta de José, que se resistió a la tentación de la mujer
de Potiphar con las siguientes palabras: "...¿cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?" (Génesis 39: 9).Pero en aquel entonces, para el pueblo de Israel la ley se vinculaba a sentir temor de Dios. Después de  que Él comunicara a los Israelitas su voluntad en los Mandamientos y, por consiguiente, les indicara el camino para lograr su beneplácito, el temor de Dios se transformó para todo el pueblo de Israel, en la base para conducirse en la vida.
     Muchos Mandamientos contienen agregados, tales como:"...mas tendrás temor de tu Dios: Yo Jehová" (Levítico 19: 14 y otros). Ya no se trata únicamente de un indefinido temor (de morir) por parte de los hombres ante la aparición del  Todopoderoso, sino de una preocupación originada en la fe, de actuar en contra de la voluntad de Dios. Todo israelita fiel conocía las promesas divinas y de salvación, conectadas al cumplimiento de la voluntad divina, al mismo tiempo que sabía del castigo que acarreaba el incumplimiento  de los mandamientos.
      Saber acerca del pecado y evitarlo, temerosos por miedo al castigo, todavía no implica, estrictamente hablando, temor de Dios en su más profundo sentido.
Recién cuando se agregan la veneración y la adoración amorosas y humildes hacia Dios y el respeto ante su santidad y sus sagradas facultades, la vida del creyente podrá gozar
de su beneplácito. Cuando existe una actitud básica como ésta, entonces el temor de Dios será, realmente, una impronta, una fuente de sabiduría, porque protegerá de los caminos errados y hará que el fiel se pregunte cuál es la voluntad divina antes de tomar cualquier decisión.
      El libro apócrifo de Tobías y vastos pasajes del libro de Daniel testimonian de la conducta ejemplar de algunos creyentes en tiempos del sometimiento y del predominio extranjero. Se dice que Tobías temía más a Dios que al rey. esta actitud determinaba su accionar, orientando a la voluntad divina, que siempre sacaba a relucir contra el mandato real a pesar de que su vida corriera peligro. Al quedar ciego debido a un hecho desafortunado, Tobías asumió esta prueba sin quejarse: "Porque desde su juventud ha temido a Dios y guardado sus mandamientos, nunca se enojó ni murmuró contra Dios por haber permitido que quedase ciego, sino que permaneció firme en el temor de Dios durante toda su vida" (comparar con Tobías 2:1-13).
    También Daniel y sus amigos sentían más obligación de cumplir los mandamientos de
Dios que las órdenes del rey de Babilonia, a pesar de saber que, al hacerlo, serían castigados con la muerte (comparar con Daniel3). Ellos son testimonio elocuente de que, justamente, en un entorno pagano, el temor de Dios ayuda a preservar la fe.
Fueron salvados de manera maravillosa y experimentaron;
la verdad de las palabras: " Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que lo temen" (Salmo 103:13). La experiencia de Daniel prueba, que quien teme a Dios no necesita temer a los hombres, ya que el temor de Dios libera de éste.

                                            Hacia el temor de Dios por amor
     En los Salmos y en los Proverbios de Salomón, el temor de Dios es alabado reiteradas veces y descripto su feliz efecto .
     El miedo pasa a un segundo plano, mientras que se resalta el factor de protección.
A continuación enumeramos algunas citas a modo de ejemplo:
* " El principio de la sabiduría es el temor de Jehová.
Buen entendimiento tienen cuantos ponen aquellos por obra" (Salmos 111:10).
 * " El temor de Jehová es aborrecer el mal"
 ( Proverbios 8:13).
*" El temor de Jehová es manantial de vida, para apartarse de los lazos de la muerte"
(Proverbios 14:27).
* "Y con el temor de jehová se apartan del mal los hombres" (Proverbios 16:6).
     En el libro apócrifo de Sirach se acuña una interpretación representativa y futurista
del temor de Dios.
En el capítulo primero se describe la vinculación que existe entre el temor de Dios, la sabiduría y el amor de Dios:"El temor del Señor es honor y gloria, alegría y una hermosa corona. El temor del Señor regocija el corazón y da alegría y delicia eternamente.
A quien teme al Señor le irá bien en su último apremio y finalmente conservará la bendición. Amar a Dios es la más hermosa de las sabidurías y quien la reconoce, la ama, pues ve cuan grandes maravillas hace.El temor del Señor es el principio de las sabiduría
y está en el fondo del corazón únicamente en los creyentes. El temor del Señor es la corona de la sabiduría y da rica paz y salud. El temor del Señor se defiende del  pecado"(Sirach 1:11-16;22-26). Esta forma de interpretar el temor de Dios nos deriva a los tiempo del evangelio.
    Con Jesucristo se inició un nuevo capítulo del plan divino de redención. La relación entre Dios y el hombre fue colocada sobre una nueva base, aunque la ley introducida por Moisés ya había tenido por efecto un cambio en el tipo de temor de Dios. Pero a partir de ese momento se produjo un cambio todavía más profundo. A través de Jesús
había llegado la gracia y la verdad; en Él, se mostraba el amor de Dios hacía una humanidad caída. a través del sacrificio de Cristo, se logró la reconciliación de Dios con el hombre ; desde entonces,su "quebrantada" relación con Dios a partir del pecado de Adán, volvió a ser puesta en orden.
    Todos los que aceptan con fe el evangelio de salvación y redención que siguen el llamado de los mensajeros de Cristo en el sentido de "reconciliaos con Dios" (2Corintios 5:20). podrán asumir que se han vuelto justos por la fe y que tienen paz en Dios a través de Jesucristo (comparar con Romanos 5:1).
    Sobre la base de esta paz con Dios, a este temor se le imprime un nuevo giro para el reconciliado por Cristo; en lugar de temer a Dios como resultado del pecado original, ahora se trata de amarlo. Este amor genera una relación de proximidad con Él, que se muestra, en especial en la infancia divina: "Porque no no habeís recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor; mas habeís recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos Abba, Padre. Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios" (Romanos 8:15-16).
    El hombre del pecado sufría condena de perdición. El servicio de ofrendas del Antiguo Testamento no podía perdonar esta condena hasta sus últimas consecuencias, a pesar de que la justicia divina figurara en la ley mosaica (comparar con 2 Corintios 3:9).
    A través del servicio de Cristo, el Redentor, se ha creado la condición para justificación del hombre. Al respecto Pablo escribió:"...así por una justicia vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida" (Romanos 5:18). Nos podemos deshacer   de la mala conciencia (comparar con Hebreos 10:22), estamos en Cristo a través de la aceptación de los Sacramentos. Con ello hemos salido de la condena; en los que están en
Cristo, ya no hay nada que condenar. ¡Debemos agradecer a nuestro Señor y al Salvador Jesucristo, que ya no tengamos que temer a dios y a la justicia en sentido esclavizante, porque a través de Cristo, Dios es por nosotros (comparar con Romanos 8:31-34)!
                                       La importancia del temor de Dios
                                       para nosotros
          Para nosotros, el temor de Dios es una actitud resultante de la infancia divina.
es una preocupación fundada en el amor, de no afligir a nuestro Padre celestial, al Hijo
de Dios y al Espíritu Santo, Para nosotros, temer a Dios no significa amarlo por temor, sino encararlo con respeto, oración y obediencia.
         En 2 Timoteo 1:7 podemos leer que Dios no nos ha dado el espíritu del temor, pero de ello no se debe inferir que no es posible conjugar el espíritu de la infancia divina con el temor de Dios. Retomemos una vez más la cita de 1 Pedro 1: 17 mencionada al principio: " Y si invocáis por Padre, a aquel  que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación".
         esto se puede mostrar gráficamente en la imagen de una familia bien conformada: a través del cuarto Mandamiento, los hijos son exhortados a honrar al padre y a la madre. Esto no significa que deben sentir miedo de ellos. Pero si se interpretase que los hijos no debieran sentir ningún respeto ante los padres, seria un total malentendido. El profundo respeto que los hijos deben prodigar a sus padres, con los cuales están unidos por un amor sincero, igual que nuestro temor de Dios, de ninguna manera debe compararse con el miedo.
         En este hilo de pensamientos también conviene mencionar la palabra de Juan, que separa el temor del amor:" En amor no hay temor, mas el perfecto amor echa fuera el temor: porque el temor tiene pena. De donde el que teme, no está perfecto en el amor" (1 Juan 4:18). Aquí se hace referencia al temor infundado al castigo, que el hijo de Dios que confía y que ama ya no necesita sentir. Dado que Cristo cargó con la pena
que nos hubiéramos ganado por nuestros pecados decayó la verdadera razón del temor.
Lo dicho se conduce con la promesa de Isaías: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5). Podemos hablar de un "temor de Dios sin temor"
en los hijos de Dios, que tiene raíces en la confianza que emana de la fe infantil.


               ¿Como actúa en la practica un temor de Dios como este?
· Nos ayuda a evitar el mal, el pecado, como hizo José.
· Nos lleva a preguntar por la voluntad de Dios al tomar decisiones, y a actuar en consecuencia; nos lleva a aceptar encargos divinos, como en el caso de Moisés.
· Nos deja en condiciones de aceptar la cruz y el sufrimiento al confiar en nuestro Padre celestial y a no actuar contra la voluntad de Dios o aquello que permite, como aprendimos en el ejemplo de Tobías.
· Nos guía para que protejamos los valores angulares del evangelio en una sociedad que se aleja del cristianismo, en forma similar a la que Daniel y sus amigos, mientras estaban en cautiverio en Babilonia, se mantuvieron fieles a la ley de los padres.
· Frente a toda obligación de obediencia por mandamiento ante los hombres, en especial frente a las autoridades mundanas, nos hace actuar según el precepto de obedecer más a Dios que a los hombres, en la forma que los Apostóles expusieron ante el Supremo Concilio ( comparar con los Hechos 4:19).
· Nos prohíbe confundir el evangelio con las opiniones humanas.
· Nos hace humildes y nos proteje de la soberbia y de la crítica desmedida.
        El temeroso de Dios rehuye los chistes y las bromas en los que se mancilla el nombre de Dios. Blasfemias y negaciones de Dios, expresiones como por ejemplo: " Si Dios realmente existiese ¿Como puede admitir que suceda esto o aquello?", hieren al temeroso de Dios. Él se cuidará de proferir expresiones de maldad; sentirá aversión por la mentira y el engaño. Él se apartará del mal y hará el bien; buscará la paz y la seguirá (comparar con Salmos 34:12, 14,15 y 1 Pedro 3:10-11). Aceptará los dones divinos y aprovechará las ofertas divinas. No tocará a Jesucristo ni a su Obra de Redención. Para él, lo divino es sagrado, por lo que mantendrá en alto las promesas. Más y más se dejará guiar fuera del círculo proscrito del pecado y anhelará el santo cambio en busca del beneplácito divino.
Se ocupará de cumplir el consejo dado por el Apóstol Pablo a los Corintios, en el sentido de:" Así que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiemonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios" (Corintios 7:1).