¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

jueves, 2 de agosto de 2018




                               La profecía

                          En el Antiguo testamento.

             El día del Señor, la nueva Jerusalén, 
                                el reino de   "paz":   
       Lo que para nosotros, en el Nuevo testamento, forma parte de la  esperanza en el futuro, ya fue considerado por los profetas de la antigüedad.

          La  Historia del pueblo de Israel está inseparablemente ligada  a la actividad de los profetas.
Los profetas eligen a los reyes conforme a la voluntad de Dios, les asegura asistencia, predicen victorias o derrotas, les prometen libertad o cautiverio, hasta muerte y perdición. Denuncian los abusos sociales y previenen al pueblo de la idolatría, exhortan al verdadero Servicio Divino y al servicio del hombre: alaban la grandeza y omnipotencia de Dios que ha elegido a Israel como su pueblo.


                    El profeta, un vidente talentoso


             A los orígenes del profetismo remite una pequeña nota incluida en el informe bíblico sobre cuando Saúl fue a buscar las asnas de su padre y se encontró con Samuel.

Saúl había sido enviado por su padre con un criado para buscar los animales perdidos. La búsqueda se desarrolla sin resultados positivos, de manera que Saúl propone interrumpirla y regresar a casa porque su padre podría estar preocupado por ellos. Más el criado aun no quiere desistir y hace otra propuesta: " He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre insigne; todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos pues, allá, quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino" (1S. 9:6). ese varón de Dios es Samuel, quien ungirá a Saúl como rey. Aquí en el relato de esa historia se incorpora un versículo en el cual se explica a que se refiere la denominación "vidente" utilizada en el texto bíblico (comparar) con 1S. 9:18-19): "(Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios, decía así: Venid y vamos al vidente; porque al que hoy se llama profeta,entonces se le llamaba vidente)"  (1 S. 9:9).
   
                             El "vidente" y varón de Dios" es evidentemente una persona con dones carismáticos que mira lo oculto en el pasado y el futuro y revela un mensaje divino en calidad de transmisor autorizado a tal efecto. Por su llamamiento, el profeta está capacitado y comisionado para recibir, interpretar y transmitir lo que le es revelado por inspiración divina.


                        En Israel los profetas  se manifestaron en el periodo  previo a que Israel se convirtiese en estado independiente, alrededor de mediados del siglo VIII antes de Cristo.

Como se puede ver del relato de la historia de Saúl, los videntes pago mediante, también daban consejos sobre temas cotidianos y realizaban servicios sacerdotales en el culto de los sacrificios. Además de figuras individuales destacadas, también había escuelas de profetas y agrupaciones de profetas que convivian en determinados lugares en comunidades semejantes a las órdenes y que evidentemente a cientos de hombres (comparar con 1R:22:6;  2R.4:4:43).

               Entre las mayores figuras individuales de profetas están Elías y en cierto sentido Eliseo, quien había reunido a su alrededor una gran cantidad de hijos  o discípulos de profetas. La posición única del "varón de Dios" Elías, que también se manifestó como obrador de milagros y cuyo nombre figura como "Mi Dios es Yahvé", se destaca por el relato de su encuentro con Dios en el Horeb y su ascensión; junto con Moisés figura en calidad de representante del antiguo pacto en el Monte de la Transfiguración siendo testigo de que Jesucristo era realmente el Hijo de Dios. Eliseo, su alumno y seguidor, se revela por los numerosos milagros que realizó (muerte en la olla, 2R  4:40; hierro que floto. 2R.6:5-7; resurrección de un muerto por los huesos de Eliseo, 2 R. 13:20-21) como un profeta que iguala a Elías.

                                    De vidente a profeta escriturario


              De los  "videntes"  del periodo temprano se distinguen los profetas escriturarios, cuya serie comienza con Amós. Estos profetas también anunciaban su mensaje verbalmente , pero por lo posterior compilación de sus palabras y proverbios son dominadas profetas escriturarios, siendo por lo tanto, profetas según los cuales son llamados los libros bíblicos. No se dirigen, como sus antecesores a gobernantes y reyes individuales, sino cada vez más al pueblo: "Antes que te formares en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones" (Jer.1:5).
               El núcleo de la profetización  de los profetas escriturarios activos antes del exilio babilónico es el mensaje de los males futuros y el juicio que sobrevendrá sobre Israel.
               Ya Amós, el mayor de los profetas escriturarios, entró en conflicto con el rey y los sacerdotes del templo porque denunció injusticias, opresión de los pobres, corrupción y libertinaje de los ricos, así como la caída del rey y el imperio en una época de florecimiento económico.

                 El criador de ganado Amós toma distancia expresamente de los  "profetas profesionales"  que están al servicio del rey y hablan según sus dichos, señalando su independencia como enviado de Dios al que Dios mismo había  encomendado, no estando al servicio de nadie:  "Entonces respondió Amós, y dijo a Amasías: No soy profeta, ni hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres. Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel" (Amós 7:14-15).

  


                                    Verdaderos y falsos profetas

            Aquí se hace referencia a la distinción entre el profetismo institucional, ligado al templo y al palacio, es decir que se encuentra en una relación de servicio y dependencia con quien lo comisiona, el respectivo rey, y por  otro el profeta libre, no organizado, que solo se sabe en relación de dependencia con Dios y por eso por lo general se halla en oposición al profetismo institucional. Frecuentemente su marginación también se experimenta en forma directa en lo existencial, como Elías, que es el único que se enfrenta a la apostasía del pueblo de la fe en el Dios único , o Jeremías, cuya falta de matrimonio y de hijos subraya simbólicamente el juicio de Dios sobre su pueblo. Los anuncios del mal, las palabras de juicio y las lamentaciones de los profetas llamados por Dios también tienen siempre el carácter de apelación  al arrepentimiento relacionando entre sí la amenaza de juicio, la exhortación a la conversión y la promesa de salvación futura.



                                                      La transmisión profética

              En el Antiguo Oriente y por ende también en Israel, la transmisión oral era la forma habitual de transmitir las tradiciones; recién con el exilio en Babilonia en el siglo VI a. C. y en época posterior al exilio, la escritura se convirtió en la forma corriente de transmisión. De ahí que se supone que también las palabras proféticas primero se pasaban de boca en boca y recién en una época posterior se fijaron por escrito y se recopilaron en libros.


                 En su estilo lingüístico se reconoce que originalmente se transmitían palabras independientes y que más tarde se reunieron en unidades de texto, de modo que se adaptaban para la lectura utilizada en el Servicio Divino (comparar con Lc. 4:17; Hch. 13:15). Dentro del material literario profético se pueden distinguir tres géneros de textos: relatos, visiones y palabras.

             Los relatos con la narración de actos son señales muy gráficas que acompañan el mensaje profético y anuncian el inicio de un acontecimiento venidero. Un ejemplo es la prédica de Jeremías sobre el yugo de Nabucodonosor que se destaca porque Jeremías por mandato de Dios se impuso un yugo a si mismo y lo transmitió a los mensajeros de las naciones vecinas que iban a estar bajo el dominio del rey de Babilonia (comparar con (Jer. 27:1-7). El género de los textos de las visiones trata en su mayoría de la exposición de acontecimientos futuros o del tiempo final. Para Daniel y otros, las tribulaciones del presente son presagios del final de la historia que se espera en un futuro cercano. 


         Los enunciados de numerosos  profetas veterotestamentarios culminan en indicaciones sobre el venidero  Redentor. Solo pocos trascienden este horizonte temporal. Isaías promete nuevos cielos y nueva tierra (comparar con (Is. 65- 17);  Daniel predice acontecimientos que caen en el tiempo del retorno de Cristo. El tipo de textos de más amplitud lo constituyen las palabras, muchas de ellas introducidas con la fórmula "Así ha dicho Jehová...". Se trata de anuncios sobre el futuro, palabras de reprensión, lamentaciones y palabras de juicio, palabras de exhortación y llamados de arrepentimiento, palabras de salvación y promesas, así como retrospectivas a la historia de las cuales se deducen hechos futuros. En el tiempo posterior al exilio babilónico el profetismo veterotestamentario paulatinamente va desapareciendo. En el Nuevo Testamento, la profecía encuentra su cumplimiento y su destino en el esquema de promesa- cumplimiento en Jesucristo y el nuevo pacto: "Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta..." (Mt.  1:22).     


                                                                                    


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