Como base del Servicio Divino, el apóstol Mayor colocó una palabra bíblica del Evangelio de Marcos, capítulo 13 versículo 33:
En su servir, traducido en el altar frase por frase al francés, el Apóstol Mayor dijo:Amados hermanos y hermanas en el Señor! Os doy a todos una cordial bienvenida en la casa de Dios. Cada uno de vosotros era esperado aquí, y nada menos que por nuestro Dios, nuestro Padre Celestial, y nuestro Señor Jesucristo que también hizo su sacrificio por amor a ti y a mí. Es una bella sensación saber que uno es esperado, y apreciado o más aún: que somos amados. Y esta sensación siempre la debemos tener en la casa divina: ¡Somos esperados por el altísimo, somos amados y apreciados por el Señor! Pero también por los hermanos y hermanas, por los ministerios sacerdotales, por los Diáconos que están parados en la puerta y nos saludan, también por los Apóstoles del Señor que oran todos los días por nosotros y que transitan el camino con nosotros, hasta la meta de todas las metas, el día del Señor, del regreso de Cristo.
Si por estos días observamos la naturaleza, se nos ofrecerá un cuadro maravilloso. Todo brota y florece, y la primavera se muestra en incontables colores. Lo que hace pocas semanas todavía se consideraba muerto, ahora germina para dar lugar a nueva vida. ¡Cada primavera es como un milagro! No sin motivo, la primavera es para muchos la época del año más bella. Cuando ayer y hoy me encontraba de viaje, con alegría eché una mirada a la naturaleza, porque todo brota y florece, sucedió con la Iglesia Apostólica cuando comenzó a florecer y a brotar al principio, cuando fuera edificada por los Apóstoles. Probablemente haya sido una alegría, tal como podemos leer en los Hechos, que muchos milagros sucedieran por los Apóstoles y que el Señor añadía a la comunidad los que habían de ser salvos (los Hechos 2: 43-47). Podemos presuponer que muchos recibieron el sello de hijos de Dios. Y cuando el Apóstol Pablo comenzó a llevar el evangelio a entonces recónditas partes del mundo y a Asia, a Grecia, e Italia, a todo lugar donde llegara, fundaba comunidades, entonces ¡como brotaba y florecía todo!
¿Pero de que vale la más bella primavera, si un día no viene el otoño y los frutos no han llegado a madurar? A pesar de lo hermoso de la primavera y del entusiasmo que genera, la época de cosecha- desde el verano hasta el otoño, cuando un fruto tras otro van surgiendo- es el tiempo más bello.
Pero la primavera también oculta peligros: puede haber una noche fría o sobrevenir una helada que congele los brotes y no permita que se produzcan frutos. Cuántas veces los campesinos debieron sufrir esto. A mediados de mes, cuando todo está en flor, de pronto hace un frío terrible. Entonces cae una helada y se derriban las expectativas de una buena cosecha.
¿Entonces, qué era el "frió"
Lo hacían convencidos de que aunque tuvieran que atravesar el dolor y la muerte, llegarían a la gloria. Pero yo puedo imaginar que debido a este frío helado del poder mundano, ciertos bellos "brotes del corazón" se congelan y mueren y que mas de uno desmintiera su fe con el único fin de salvar su vida.
¿Que resulta un peligro durante el tiempo de cosecha? Existen diversos peligros. Pero quiero citar uno: un gusano puede invadir una fruta, agujerearla y roerla. Cierto día, la fruta se pudrirá, caerá del árbol y quedará inservible para todo fin. Lo que tenia tan bello aspecto, prometía tanto, queda malogrado y es destruido. Este es el peligro en el que nos encontramos hoy, porque estamos en la época de la cosecha. Todo madura para la gran cosecha, La cosecha del mundo está madurando. Y lo que pertenece al Señor también madurará. ¡La cosecha llega y nadie la puede detener! Cuidemonos de dejar que algún gusano perfore y roa nuestro corazón ¿Que podría ser un gusano como este? por ejemplo el enojo. Si nos enojamos por algo y por ello perdemos la alegría, habremos perdido la correcta forma de ver las cosas y daríamos la espalda a la Obra del Señor; el gusano del enojo habrá logrado hacernos caer.
Otro gusano que nos podría atacar durante esta época pobre en fe, en la que tantos espíritus anuncian su sapienza y en la que a diario se revelan nuestras ideas, es la duda. Si accede al corazón puede comenzar a "perforar" la fe infantil, pudriría más de una cosa en nosotros y los frutos de la fe caerían antes de tiempo. ¡Cuidemonos del enojo, cuidemonos de la duda!
Y hay un tercer gusano, que se manifiesta hoy en día. se trata de la indiferencia. El Hijo de Dios mandó decir a la comunidad de Laodicea: "Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3:16). ¿Acaso no hemos conocido a algunos que ardieron en el primer amor durante algún tiempo, que tenían una fe alegre e, incluso, eran un incentivo y un modelo para nosotros? Pero después se presento algo y se volvieron indiferentes, de pronto perdieron el interés, y finalmente, se "durmieron". El gusano de la indiferencia provocó este retroceso. en la Santa Escritura también leemos acerca de un fuego que no se apaga y de un gusano que no muere (compárese Marcos 9:48). esto también queda a la vista en quienes tenían en sus manos volverse bienaventurados y que algún motivo cualquiera quedaron atrás. ¡en ellos el gusano del autorreproche y de autocensura agujeará en algún momento! Entonces, en el corazón arderá un fuego que provoca dolor: Por el contrario, el fuego del Espíritu Santo, que arde hoy, calienta e ilumina. es un fuego santo y no tiene poder destructivo.
¡La alegría y una fe fuerte protejen el alma!
Amados hermanos, estos pensamientos vinieron a mi esta mañana cuando me dirigía a este lugar y veía el pasaje en flor. Primavera, la imagen de la primera Iglesia Apostólica, un tiempo maravilloso. Pero el tiempo de cosecha es mucho más grandioso. Toda época tiene sus peligros, también la nuestra; cuidemonos del gusano que perfora. ¿Cómo podemos protejernos? Con una fe fuerte, con mucha oración, a través de un vinculo estrecho con el altar del Señor. Así amados hermanos, avanzaremos conscientes de que pronto vendrá el día de la gran cosecha, en la que se recolecten todos los frutos maduros.
Hemos leído en voz alta una palabra "Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuando será el tiempo". Esta es una exhortación de Dios. Mirar, velar y orar. Hoy esto es necesario para cada alma.
Analicemos ahora el primer punto: "Mirad..." Mirar significa prestar atención, tener los ojos abiertos. Para ello necesitamos el colirio que se nos ofrece en la palabra divina. A la comunidad de Laodicea se le aconsejó utilizar el colirio para recobrar la vista (compárese Apocalipsis 3: 18).. A partir de esta visión llega el siguiente nivel, que es el reconocimiento. Amados hermanos, hay muchas personas que ven algo, pero no reconocen qué ven. en este caso podríamos enunciar muchos ejemplos. Volvamos a tomar la primavera. Muchos contemplan la naturaleza, ven los árboles en flor, ven cientos de flores, pero no reconocen cómo se muestra la fuerza divina en la naturaleza. Es bello pasar de mirar a reconocer. Y a través del reconocimiento, después llega la vivencia y la experiencia. ¿Qué queremos vivir y experimentar? el obrar de Dios que redime y proteje, ¿Acaso no es bello experimentar cómo Él nos proteje, nos proteje en su Obra, nos proteje del gusano que roe?
Pero hay algo claro, ambos hermanos: a pesar de todo el reconocimiento, a pesar de toda la vivencia y experiencia; ¡a Él, el Dios eterno y a su Hijo, hoy todavía no los vemos! Al respecto, Juan dijo: "ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es" (1 Juan 3:2). ¡Qué bienaventuranza será! Esto todavía no es posible, pero hoy vemos al Señor en la luz de su palabra, a través del colirio que aplicamos.
¡Mirad, velad y orad...! Una exhortación del Señor. ¿POr qué? Porque no sabemos cuándo será el tiempo en que Él vuelva para llevar a casa a los suyos.
Ahora sigue "velar". ¿Cómo es posible velar? Solamente mediante la fuerza de la fe. Sin esta fuerza no permaneceremos alertas. Permanecer alertas (velar) también significa estar siempre dispuestos. Velar también significa permanecer sobrios. No queremos estar ebrios debido a cualquier motivo, debemos permanecer sobrios, despiertos y estar en el trabajo en la bella Obra de Dios. En la epístola a los Efesios podemos leer: " Despiertate tú que duermes, y levantate de los muertos, y te alumbrará Cristo" (Efesios 5:14). A quien despierte y se levante de los muertos, Dios lo iluminará con su luz maravillosa, en la que podemos ver en la manera en que hoy es posible. ¡Debemos velar! Amados hermanos y hermanas, quien, vele, también esperará al Señor y al día de su venida. El tal mantendrá en orden la morada de su corazón y se ocupará de que esté limpia.
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