Después de haber expuesto en el artículo precedente todo el contexto filosófico y teológico del prólogo del Evangelio de Juan, ahora queremos abocarnos al texto de Juan 1:1-13 y analizarlo en detalle. A continuación comentaremos el "logos", es decir al Hijo de Dios como Cocreador, su aparición como la luz del mundo, que es testimoniada por Juan el Bautista. Para finalizar estableceremos que el Hijo de Dios no es reconocido por el mundo como tal.
(Juan 1:1-5)
En las primeras líneas que componen el Prólogo se habla del principio, del origen que todo lo condiciona y del cual todo parte. Este principio que en sí mismo carece de condiciones y está más allá de cualquier temporalidad se coloca en estrecha relación con el "Verbo", Tanto el logos griego como la sabiduría judía se comprendían como poderes del principio, como condiciones de todo lo que se había hecho. Estos pensamientos son retomados por el Evangelio de Juan: la palabra, el Verbo, que se hace carne en Jesucristo, es el poder verdadero que sienta el principio.
En este sentido resulta consecuente que el Verbo y que Dios se refieran uno a otro directamente:"...y el Verbo era con Dios" Aunque pareciera que aquí todavía hay casi una diferencia entre Dios y el Verbo. Que no existe tal diferencia se pone de manifiesto en el próximo versículo: "y el verbo era Dios". El pensamiento de que el Verbo y Dios son desde el principio se fortalece a través de la oración que dice: "este era en el principio con Dios".Que Dios habla y que el lenguaje forma parte directa de Él, es algo acerca de lo cual da testimonio toda la Santa escritura. El poder de la palabra, del Verbo divino, ya es resaltado en las primeras páginas de la Biblia (comparar con Génesis 1). Allí Dios hace que la Creación sea solamente a través de su palabra. "Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz" (Génesis 1:3). Lo que es, y lo vemos en esto, puede agradecer su existencia pura y exclusivamente al poderoso Verbo creador de Dios, en el cual la voluntad y las obras, la instrucción y los hechos, son uno.
Cuando en el Evangelio de Juan se habla de que "todas las cosas por él fueron hechas,y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho", esto recuerda en primer término el anunciado que aparece en Génesis 1 acerca de la fundación de la Creación por el Verbo. Mientras que aquí, el Verbo es mencionado como la razón de los sucesos de la Creación, el Evangelio de Juan destaca la importancia del Verbo incluso anteponiéndola a toda la Creación y a todo el tiempo. Es decir que el logos tiene una parte del ser eterno de Dios. El Verbo acerca del cual habla el prólogo no sólo es condición de la Creación, sino mucho más. " "En él estaba la vida." Por ende, el logos no solo es condición de la vida, sino también garante de ésta. de él parte toda la vida. Esta vida debe comprenderse en un doble sentido, tanto físico como espiritual. En ella no solo se fundamenta la Creación material, sino también todo lo espiritual y, finalmente, la "vida eterna", la comunión perfeccionada con Dios. Por eso no se habla de la vida como una posesión del hombre, sino que se presenta de manera mucho más diferenciada. Es presente divino dedicado al hombre, pero indisponible. "Y la vida era la luz de los hombres."
La vida y la luz se refieren una a la otra. La vida que está contenida en el Verbo y que parte de él, es "luz": ¿Que quiere decir esto? Ya en la poética griega, la luz es símbolo de la vida y de aquello que recibe la vida o para el que aparece como salvador de la vida. El enunciado del Evangelio de Juan es muy similar. En Juan 8:12, Jesús dice: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida": El Verbo, y así se muestra, no solo es la razón de la vida sino el "salvador" del mal y el que trae la vida eterna. Es la luz que brilla para el hombre mortal y pecaminoso y que lo puede conducir fuera del pecado y de la muerte.
El primer párrafo del prólogo finaliza colocando a la luz y a las tinieblas en una relación. Las "tinieblas" representan simbólicamente el mundo que por el pecado ha caído de Dios. Pero la luz no se mantiene alejada del mundo, no la desprecia, sino que entra en ella. "La luz en las tinieblas resplandece": La luz frecuenta las tinieblas, está en el mundo y brilla, pero "las tinieblas no prevalecieron contra ella". Por lo tanto, el Verbo que al mismo tiempo es vida y luz se encuentra en las tinieblas, en ámbitos del pecado y de la lejanía de Dios, Concretamente, aquí ya se hace referencia al ser hombre de Dios en Jesucristo. Recién ahora se destaca que el logos es persona. Él ha llegado al mundo, pero no tiene acogida. En Juan 3:19 se hace mención de este suceso. Allí leemos lo siguiente: "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas".
Juan el Bautista, el testigo de la luz
(Juan 1:6-8)
Los versículos 6-8 no forman parte del himno original, sino que fueron insertados más tarde en la prosa. Este inserto no aparece allí arbitrariamente o por casualidad, sino que sirve para poner de manifiesto la dimensión concreta de la historia de Salvación, a la cual se referían los versículos 1-5.El inserto comienza en forma de relato: "Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan". Se resalta que Juan era un enviado de Dios, un profeta y un hombre. También se expresa con claridad la función de profeta: "Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él". Por lo tanto, Juan es testigo de la luz. A través de la luz se da expresión a su grandeza y límites. En el versículo siguiente se resalta una vez más que la luz, es decir el logos hecho hombre, y Juan que es una predica de la luz, no son idénticos. "No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz".
¡Por qué, y así puede preguntarse, se resalta que Juan ocupa una posición de nivel inferior dentro del Evangelio? Presuntamente para contrarestar la opinión equivocada de algunos discípulos de Juan, según la cual, el Bautista era el Mesías y esperado Redentor de Israel y no Jesús.
Cuando Juan el Bautista era preguntado reconocía de sí mismo quien era: "Yo no soy el Cristo" (Juan 1:20). Al mismo tiempo, él mismo habla de su función como testigo e interprete de Cristo. "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo" (Juan 1:29-30).
La luz en el mundo
(Juan 1:9-30).
Después del inserto, el versículo 9 se conecta directamente al versículo 5: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo". A la luz se le asigna una función que ilumina a todos los hombres, les transmite reconocimiento y da origen a la redención. Seguramente aquí ya se esta mencionando la predica de Jesucristo, que transmite el reconocimiento y la vida. Cada hombre, así se expresa, podría tener acceso al logos, a su poder que trae reconocimiento y redención.
Por cierto que los versículos 10 y 11 muestran que los hombres no han reconocido ni aceptado el logos.
Este pensamiento se despliega en dos pasos. Primero se dice que el logos estaba en el mundo. Estaba, entonces accesible y era alcanzado por el hombre, tanto que podían sostenerse en él para su salvación. Pero el "mundo",es decir la humanidad que se mueve en el espacio histórico terrenal, "no le conoció". En el versículo 11, este pensamiento es objeto de un crescendo porque ya no se habla solamente del mundo, del espacio de la historia en general, sino de "lo suyo", a lo cual vino el Verbo eterno. "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron".
Para comprender estos enunciados es necesario recordar una vez más la sabiduría que busca un lugar permanente y que, finalmente, lo encuentra en Israel (comparar con Sirach 24:6-13). En contraste con ello está el verbo eterno, que también viene al mundo pero no es recibido. Bajo "lo suyo" debe comprenderse por un lado un mundo creado por el logos, y por el otro también se refiere a Israel, el pueblo escogido, en el cual aparece el logos como hombre. Los "suyos", es decir Israel, no lo reciben. En otro lugar
del Evangelio Jesucristo también habla de que no es recibido por el pueblo del antiguo pacto. "Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros" (Juan 8:37).
De manera que el logos no es comprendido ni recibido, ni por Israel, ni por el mundo. Por cierto que hay excepciones: en los versículos 12 y 13 se habla de aquellos que acogieron el logos. Este recibimiento no es otra cosa que la fe en el que dona la posibilidad al hombre de "ser Hijos de Dios". Para el hombre por sus propias fuerzas es imposible alcanzar la infancia divina. Esta se produce a través de la palabra eterna a través de Jesucristo que trae salvación. Por eso tanto aquí como en Juan 3:3-5 se resalta que el nacimiento a partir de Dios no tiene nada que ver con el nacimiento terrenal del hombre. Es un suceso misterioso que parte de Dios. En el enunciado que dice que los hijos de Dios son aquellos que creen en el logos y que "no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" puede notarse una crítica a Israel. Los judíos se refieren exclusivamente a la descendencia de Abraham ("han nacido del linaje de Abraham, y jamás hemos sido esclavos de nadie", Juan 8:33).
según su opinión, por eso la salvación está restringida a un pueblo natural, el pueblo de Israel. Con el nacimiento de Dios se hace mención del fundamento de la infancia divina, es decir al Bautismo con Agua y Espíritu. El mismo Jesucristo abre esta relación al decir: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
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| Lo que es nacido de la carne, carne es; Y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es; (Juan 3:5-6). La infancia divina es fundada por los sacramentos y no por otra cosa. |

