¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

sábado, 22 de enero de 2011

Brilla en tu lugar


      Cuando conocemos y tratamos a alguna persona, quizás podamos captar casi de inmediato, si lleva consigo "luz" u "oscuridad". El primer tipo de persona irradia luminosidad en su forma de pensar, decir y obrar; otros en cambio (en el mejor de los casos) se tornan opacos y sin reflejos que puedan hacer de su compañía algo grato.
       Podría pensarse que hay seres de paz y bondad que vienen a este mundo para hacernos la vida más agradable y en verdad esto no es necesariamente así. En el andar cotidiano, no siempre encontramos a alguien con estas características, pero sabemos que alguno de ellos existe y lo percibimos; esto ya nos colma de alegría. Es como reconciliarnos con una humanidad ya casi extinguida en lo que hace a los valores cristianos.
       También nos ayuda a reflexionar sobre nuestra propia conducta. ¿Cómo nos perciben aquellos que nos rodean? Esta pregunta quizás tenga una respuesta que no siempre sea de nuestro agrado, pero ello nos debe impulsar a buscar el modo más adecuado para transitar nuestro paso por esta tierra. Porque lo queremos hacer dignamente. Sabemos de nuestras limitaciones y errores, pero deberíamos intentar mejorar y cambiar aquellas particularidades que traen aparejadas consigo confrontaciones y conflictos inútiles, que luego no tienen manera de ser revertidos. ciertas palabras o actitudes, son semejantes a una flecha ya lanzada. Y no retorna al arco que la disparó.
      "Somos amos de lo que callamos y esclavos de lo que decimos". Esta frase tiene bastante de cierto. No todo debe ser callado, pero sí aquello que decimos debe ser bien medido antes de expresarlo.
        Uno de nuestros antiguos himnos dice: "Nunca esperes el momento de una grande acción, ni que pueda lejos ir tu luz; de la vida a los pequeños actos de atención: Brilla en el sitio donde estés".
        Allí donde el amado Dios disponga que nos encontremos, en alegría o tristeza; escasez o abundancia, en cualquiera de las situaciones que nos presente la vida, no olvidemos aquella lámpara que ilumina nuestro camino como hijos de Dios y que debemos mantener encendida aún en la noche más oscura.
El Señor es nuestra principal fuente de luz
a la cual debemos recurrir permanentemente,
para que el rumbo sea siempre el correcto.