¡"Si amas al buen Jesús!"
de corazón con ternura,
vivirás siempre en la "luz"
y no verás sombra oscura.

viernes, 18 de febrero de 2011

El Matrimonio como parte del orden de la Creación.

           
       En el presente artículo nos ocuparemos de nuestro concepto de matrimonio.
Analizaremos el matrimonio como la unidad de hombre y mujer, querida por Dios y afirmada en el orden de la Creación.




 
                              El matrimonio, unidad del hombre y de la mujer



        A diferentes culturas, diferentes puntos de vista sobre el concepto de matrimonio.
Por eso en el mundo occidental, las leyes sólo permiten el matrimonio con una sola mujer (monogamia), mientras que en otras zonas del planeta es posible que el hombre contraiga matrimonio con varias mujeres (poligamia). En esos paises, la poligamia se
combina con la obligación de alimentos para cada mujer.
        El matrimonio poligámico no coincide con los dictados del evangelio.
En adelante nos referiremos al matrimonio en el sentido de la unidad de hombre y mujer establecida para toda la vida, unión ésta que tiene como base un acto de libre voluntad, confirmado por la promesa pública de fidelidad.

                           Matrimonio, querido por Dios desde la Creación

    Según la concepción cristiana, el matrimonio es la forma de convivencia duradera entre un hombre y una mujer, querida por Dios y ya establecida en la Creación, que está bajo la bendición de Dios. El ser humano ha sido creado por Dios como hombre y mujer, a su semejanza: "y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varon y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla..."(Génesis 1:27-28).
    Dios dijo: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él" (Génesis 2:18). con lo cual se expresa que el hombre estaba preparado para la relación con una mujer y viceversa. Esto no pretende descalificar a hombres y mujeres que han decidido vivir solos, sin contraer matrimonio. Según el perfil personal o según la vocación de cada persona, el hombre se ve exhortado a configurar su vida según la voluntad divina (comparar 1 Corintios 7:7-9).
la unión entre hombre y mujer bendecida por Dios que parte de la primera pareja de seres humanos, se traslada a los descendientes y ha sido determinada por Dios: "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24).
     Este enunciado básico para nuestro concepto de matrimonio es recogido por el Hijo de Dios y el Apóstol Pablo. Acerca de la cuestión del divorcio, Jesús habla sobre ello. Al respecto nos referiremos más adelante. Pablo por su parte, compara el matrimonio entre hombre y mujer, sobre la base de este texto, con la comunión de Jesucristo y de su comunidad. "Porque somos mienbros de su cuerpo y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia" (Efesios 5:30-32). Amarse, honrarse y servirse mutuamente es un santo compromiso de
conyuges y creyentes.
    Dios es amor y el hombre y la mujer creados a su imagen han sido llamados al amor y capacitados para él. Amor significa entregarse uno al otro por propia voluntad y aceptarse  mutuamente. Una de las formas en las que se expresa el amor consiste en servir uno al otro. Cristo demostró su amor a la comunidad porque "se entregó a sí mismo por ella" (Efesios 5:25). Esto será un modelo según el cual se orientarán los cónyuges creyentes.

                                               La promesa matrimonial



         El matrimonio está basado en un acto de libre voluntad, por el cual los cónyuges se prometen dedicación y fidelidad y se aceptan el uno al otro como esposos, En algunas culturas, la promesa matrimonial es dada por los padres para los hijos. La promesa matrimonial, de mutua fidelidad y unión en amor para transitar juntos el camino de la vida es vinculante para ambos cónyuges.
       En la mayoria de los paises, la promesa matrimonial debe realizarse ante una repartición pública antes de que pueda llevarse a cabo la boda religiosa.
Esta promesa, según el derecho civil es fundadora del matriminio; tiene plena validez ante Dios y une a los cónyuges entre sí.

                                        La bendición del matrimonio

    En Tobías 9:8-11 encontraremos una referencia a una antigua tradición de bendecir a los cónyuges jóvenes con motivo de la boda: "¡Que el Dios de Israel te bendiga! [...] ¡Bendita sea tu mujer y vuestros padres! ¡Y Dios os permita ver a vuestros hijos y a los hijos de vuestros hijos, hasta la tercera o cuarta generación, y bendita sea tu estirpe ante el Dios de Israel, que reina y gobierna eternamente! Y cuando todos hubieron dicho amén se colocaron a la mesa; pero el banquete y la alegría lo hicieron
con el temor de Dios."
     Hoy, por lo general, la bendición de bodas se da durante un Servicio Divino; también puede organizarse un Servicio Divino de bodas especial.
Es aconsejable que la bendición del matrimonio dada por la Iglesia sea recibida en relación cronológica con la boda establecida por el matrimonio civil. La bendición de Dios es un elemento importante y valioso para el matrimonio. Es dada por un portador de ministerio sacerdotal por imposición de manos de éste sobre las manos derechas entrelazadas de la novia y del novio, después de que la pareja prometa ante Dios y la comunidad que se amará  mutuamente, que los esposos estarán el uno para el otro, tanto en las buenas como en las malas épocas y que conservarán el vinculo del matrimonio en fidelidad hasta la muerte.
Con motivos de aniversarios de bodas especiales (por ejemplo después de un matrimonio de 25 o de 50 años), el matrimonio puede recibir una nueva bendición en la comunidad. Esta bendición reforzará la confianza en Dios y los equiparará con consuelo y alegría.

                                      La finalidad del matrimonio
                 
  En la vida humana, el matrimonio sirve a diferentes fines. A los cónyuges que se aman y se sirven mutuamente, les da un lugar de contención donde refugiarse. En el matrimonio se expresan las dos sexualidades propias de la existencia del género humano y uno esta supeditado al otro. Con los géneros opuestos del hombre y la mujer se forma una unidad, en la cual uno escucha al otro y le habla, en la cual ambos se entregan y se aceptan en mutua pertenencia.
    La sexualidad propia del ser humano encuentra el espacio que le es propio en el matrimonio (comparar con 1 Tesalonicenses 4: 3-5, 8); en este espacio es donde se la puede vivir de la más hermosa manera . Vinculado a ello también está el encargo a los cónyuges de ocuparse de sus descendientes: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla ..." (Génesis 1:28). Un matrimonio bien llevado puede servirle de ejemplo a los hijos;  la familia que nace de un matrimonio, los hijos encontrarán condiciones estables que en el futuro les ayudarán a asumir responsabilidad para ellos y para otros en la vida . Hay muchos matrimonios que por diversas razones quedaron sin hijos . Éstos son, ante Dios, en cuanto a su valor e importancia, iguales a los matrimonios que han tenido hijos.
                                        La santificación del matrimonio


           Dios le ha dado al hombre una dignidad especial y una posición destacada por encima de todas las criaturas (comparar con Salmo 8: 5-7). Esto compromete al hombre a transitar por la vida, tratando de responder acorde a este elevado estado.
           La forma en que el hombre vive tiene efectos que dejan marcas características en el alma. Por eso, Dios también ha dado Mandamientos que ponen de manifiesto cómo el alma quedará provista de una impronta positiva mediante una vida que complaze a Dios. También forma parte de ello el sexto mandamiento: "No cometerás adulterio". El adulterio en cuanto a pecado viola el mandamiento de Dios y constituye una grave violación de la confianza con el cónyuge, que lo herirá muy profundamente.
           El apóstol Pablo fundamenta la exhortación a la pureza de los creyentes en lo sexual, argumentando que como portadores del Espíritu Santo han sido destinados por Dios a la santificación; "Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que hos apartéis de fornificación; que cada uno de vosotros sepa tener su  propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios...Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que deshecha  esto, no deshecha a hombre, sino a Dios, que también nos dió su Espíritu Santo" (1 Tesalonicenses 4:3-5,7,8).
          Debemos dejar sentado entonces que el matrimonio es santo y la vida de los cónyuges debe responder a esta santidad.

                                     La configuración del matrimonio

           Según el matrimonio y la familia será muy diferente cómo y quién cumplirá cada una de las funciones que se plantean. Influyen las costumbres y las tradiciones, igual que las fortalezas y debilidades personales de cada uno. De su poder discrecional forma parte cómo configuran la vida diaria del matrimonio y de la familia.
           La fe en Dios, el seguimiento en Cristo y la esperanza conjunta de su pronta venida enriquecerán el matrimonio. Para los casados creyentes será una necesidad del corazón, orar juntos en forma regular. Las conversaciones sobre la fe y los contenidos de los Servicios Divinos fortalezerán la vida de fe, en la búsqueda de la  meta en común.  Las actividades conjuntas son importantes para conservar una comunión matrimonial armónica y estable, igual que las conversaciones en las cuales se hable sobre alegrías y preocupaciones. Para ambas cosas, los casados deben tomarse el tiempo suficiente.
         Los conflictos que puedan suscitarse se resuelven de la mejor manera si se conversa al respecto con humildad, en amor y respeto mutuos.
lo que también contribuye al éxito del matrimonio puede derivarse de diferentes pasajes bíblicos que suelen ser elejidos como base para las bodas.
         Mencionamos algunos a modo de ejemplo:
-La disposición a transitar la vida juntos, con todos sus altibajos: "Porque a dondequiera que tú fueres iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré.
Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios[...] Sólo la muerte hará separación" (Rut 1:16-17).
-La disposición a servir juntos al Señor: "Pero yo y mi casa serviremos a Jehová
 (Josué 24:15).
-La disposición a servirse mutuamente: "Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros..." (1Pedro 4: 10).
-La disposición a la mutua responsabilidad y a la práctica de la vida cristiana: "Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras" (Hebreos 10:24).
-La búsqueda de armonía: "Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa" (Filipenses 2:2).
-La búsqueda de un trato amoroso uno con el otro: "Todas vuestras cosas sean hechas con amor" (! Corintios 16:14).
-Orientarse en el ejemplo que es Cristo: "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado" (Juan 15:12).

           El elevado valor que la Biblia da a la boda y al matrimonio también se desprende del hecho que el Apocalipsis se vale de la alegoría de la boda para describir la meta de la fe de la comunidad nupcial, es decir la unión con Jesucristo cuando éste regrese: "Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado" (Apocalipsis 19:7).
           Este íntimo vínculo del Señor con su comunidad nupcial ya se pone de manifiesto de manera emblemática en la vida matrimonial de los suyos. Si el matrimonio es llevado tratando de lograrlo, entonces podrá ser reconocido como parte integrante del orden divino de la Creación, independientemente de todas las dificultades que pudieran resultar  de las particularidades humanas de los cónyuges.